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domingo, 1 de diciembre de 2024
Ucrania, Trump y Zelensky:
el Plan que no existe
Nahia Sanzo, Slavyangrad
“Han pasado tres semanas desde que Donald Trump ganó las elecciones presidenciales de Estados Unidos. Durante este tiempo, los principales medios de comunicación occidentales han publicado diariamente al menos un artículo en profundidad, a veces varios, especulando sobre cómo planea el futuro presidente estadounidense poner fin a la guerra entre Rusia y Ucrania. En particular, estos materiales exploran qué condiciones podrían aceptar Washington, Kiev y Moscú, qué compromisos son inaceptables y cuestiones relacionadas”, escribe esta semana RBC-Ukraine que, como el resto de medios de comunicación, think-tanks y gobiernos europeos trata de comprender cuáles pueden ser los planes de Donald Trump para Ucrania.
Es evidente en la retórica y en la actuación de Bruselas, los miembros de la OTAN y el Gobierno ucraniano que, desde el momento en el que comenzó a hablarse con más frecuencia de las dudas sobre si Joe Biden estaría en condiciones de liderar la Casa Blanca cuatro años más, se ha producido una preparación ante la posibilidad del retorno de Donald Trump, que se consumará el 20 de enero tras la contundente victoria electoral del 5 de noviembre. La absoluta dependencia de Ucrania del suministro militar y el apoyo político y económico de Washington hace que el cambio haya sido aún más visible en el caso del discurso ucraniano. Para no ser considerado un obstáculo a la paz, el equipo de Zelensky ha modificado ligeramente la narrativa ucraniana para resaltar la voluntad de paz y de justicia, siempre desde un punto de que lejos de parecerse al pacifismo, se centra en la idea de la paz por medio de la fuerza que Donald Trump utiliza como la base de su política exterior. Sin embargo, tanto la adaptación que está realizando el Gobierno de Ucrania como la que a marchas forzadas llevan a cabo los países europeos se produce prácticamente en el vacío ante la incertidumbre de qué ocurrirá a partir de enero. La campaña electoral no es momento propicio para hacer grandes anuncios de planes políticos y en Estados Unidos la política exterior es un plato secundario, por lo que incluso en esta ocasión, cuando las dos guerras activas tanto en Ucrania como en Oriente Medio han tenido cierta presencia, ningún periodista ha conseguido sacar de Donald Trump más que palabras vacías, vagas ideas y una dosis importante de desconocimiento del conflicto.
De ahí que la primera conclusión que sacan medios ucranianos como RBC es la del “plan que no existe”. De la misma forma que el entonces candidato a la presidencia improvisó durante una visita a Las Vegas la idea de eliminar los impuestos a las propinas para el personal del sector de la hostelería, Donald Trump se jactó de que sería capaz de conseguir el final de la guerra en 24 horas. El expresidente llegó incluso a dar por hecho que lograría ese objetivo antes de tomar posesión del cargo. El rechazo a la política de Biden y a la escalada progresiva hacia la guerra total y cierto nivel de ingenuidad al querer creer los deseos de paz de Trump han hecho a Moscú algo más receptiva a las palabras del candidato Republicano, aunque las últimas semanas le han obligado a modificar ligeramente el discurso y moderar prácticamente a cero las esperanzas al comprender que la paz por medio de la fuerza que promete Donald Trump puede tener mucho más de fuerza que de paz y que las presiones para lograr la paz van a venir acompañadas de amenazas de sanciones aún más duras. No existe en el Partido Republicano la voluntad de realizar ciertos avances ecologistas de limitación del fervor extractivista y de la extracción de combustibles fósiles, por lo que algunas de las principales exportaciones rusas -el gas y el petróleo- van a ser consideradas rivales y utilizadas como herramienta de presión para obligar a Moscú en unas condiciones que sean más favorables a Estados Unidos y, por ende, a Ucrania.
“La mayoría de estos artículos se basan en comentarios de fuentes anónimas o, en el mejor de los casos, en opiniones de personas del partido republicano estadounidense. A menudo, estos materiales se reducen a especulaciones basadas en las opciones de personal de Trump para su futura administración, sus publicaciones en las redes sociales y las de sus aliados, o incluso las conjeturas personales de los autores”, añade RBC-Ukraine para explicar que, entre todos los nombramientos y entrevistas concedidas por las personas que van a formar parte del círculo de poder de Trump, no ha habido una sola declaración de intenciones que vaya más allá del deseo de paz que, aunque loable como objetivo, no puede considerarse una política. El interés del artículo no es conocer cuál puede ser el plan de Trump, sino qué es lo que el Gobierno ucraniano espera de él, ya que será eso lo que marque los siguientes pasos de Volodymyr Zelensky, Andriy Ermak y el cada vez más reducido grupo de poder que rige actualmente el Estado ucraniano.
“Tras hablar con varios altos cargos de la cúpula militar y política de Ucrania, RBC-Ukraine llegó a la conclusión de que, por ahora, se desconocen los detalles del plan Ucrania de Trump. Ni Trump ni su equipo se han dirigido a Kiev con propuestas concretas”, escribe el medido, confirmando la percepción de que los escasos contactos que se han producido entre el entorno de Trump, Ucrania y Rusia no pasan de conversaciones de cortesía sin gran contenido. Como correctamente observa el artículo, “las filtraciones de varios planes de paz y conceptos que se han publicado en los medios parecen ser elementos de las luchas internas en el círculo de Trump, que comenzaron antes de las elecciones”. Ese tira y afloja continúa ahora ante la falta de coherencia del equipo de política exterior liderado por el neocon Marco Rubio, sancionado por Rusia, el futuro Asesor de Seguridad Nacional que buscaba utilizar el permiso de utilizar misiles occidentales en territorio ruso como herramienta de presión para la negociación y personas como Elon Musk, Donald Trump Junior o JD Vance, que han realizado declaraciones que apuntan al práctico abandono de la causa ucraniana.
Kiev es consciente de la importancia de las relaciones personales y siempre ha confiado en la capacidad de Zelensky de convencer a los escépticos para la causa. A ello respondía el intento de la Oficina del Presidente de lograr que el candidato Trump visitara Ucrania, donde comprendería la importancia de continuar apoyando a las Fuerzas Armadas de Ucrania en la guerra común de Occidente contra Rusia. La batalla no se libra únicamente en el frente y Andriy Ermak sabe que ha de luchar por la atención del entorno del presidente electo.
“Es crucial para nosotros llegar a Trump antes que los rusos e impulsar nuestros puntos de vista”, ha declarado Ermak, que pronto visitará nuevamente Estados Unidos para intentar posicionar a Ucrania como una causa prioritaria de la política internacional de la nueva Casa Blanca. El considerado cardenal gris considera crítico el momento actual, cuando espera que reaparezcan en la agenda del futuro presidente las cuestiones de la agenda internacional.“
“Según las fuentes, en el próximo mes, probablemente antes de Navidad, podrían aclararse los contornos de un posible acuerdo de paz.
Para el 20 de enero, el equipo de Trump pretende tener un plan listo para que Ucrania lo aplique rápidamente tras su toma de posesión. Aunque es probable que no se aplique en las «24 horas» prometidas por Trump, el objetivo es actuar con rapidez. Este «modo turbo estadounidense» se extenderá más allá de Ucrania y se centrará en cuestiones como Oriente Próximo y la inmigración ilegal. Para Trump, es vital demostrar una acción decisiva desde el primer día, en contraste con su predecesor, a quien apodaba con frecuencia Sleepy Joe”, explica RBC-Ukraine, que añade que “en el caso de Ucrania, el éxito está lejos de estar garantizado: la guerra entre Rusia y Ucrania se ha intensificado a tal escala que muchas variables siguen escapando al control de Trump”.
Como han dejado claro en los últimos meses, los países europeos están dispuestos a recortar de otras partidas -siempre que su situación electoral se lo permita- para aumentar el peso de su aportación a Ucrania y compensar así cualquier posible reducción de la asistencia estadounidense. La capacidad económica de los países de la Unión Europea, que se encargan ya de cubrir los costes del mantenimiento del Estado ucraniano, hace imposible que puedan sustituir completamente a Estados Unidos, pero el aumento de esa inversión haría posible que Ucrania siguiera luchando durante al menos un tiempo más. A ello hay que sumar una complejidad del conflicto que Donald Trump parece no haber comprendido y que, incluso al margen de las cuestiones económicas, va a dificultar notablemente lograr un acuerdo que vaya más allá de un alto el fuego temporal.
Dos son los grandes temas que Trump deberá resolver a la hora de lograr un acuerdo: las garantías de seguridad y la cuestión territorial, que ya fueron los dos grandes bloques que las partes negociaron directamente durante las fracasadas negociaciones de Estambul. La prioridad de Ucrania continúa siendo la adhesión a la OTAN, para lo que Ucrania precisa primero una invitación oficial que, pese a lo improbable, sigue intentando conseguir de Joe Biden. “Otro concepto que circula entre los dirigentes ucranianos consiste en asegurar garantías de seguridad militar-política y económica. Éstas podrían resultar más eficaces que los compromisos puramente políticos”, explica RBC, que añade algo que ya había dejado claro el cuarto punto del Plan de Victoria de Zelensky: “En términos sencillos, si los países occidentales establecen intereses empresariales significativos en Ucrania, esas empresas podrían presionar a sus gobiernos para que protejan esos activos ante una nueva agresión rusa”. En otras palabras, más presencia económica estadounidense es una garantía de que Trump no vaya a abandonar al Gobierno de Zelensky como lo hizo con el de Ashraf Ghani en Afganistán.
“El inconveniente de estas ideas es que no dan prioridad al restablecimiento de las fronteras de 1991. Los republicanos adoptan un enfoque pragmático. Por ejemplo, si hay litio en Yitomir, entenderán que necesita protección. Pero, ¿y en Donbás? ¿Y el carbón? No necesitan carbón: tienen el suyo propio. Los argumentos sobre «nuestra tierra» y «nuestro pueblo» no tienen eco entre ellos. Podrían decir: «Perdisteis Donbás hace diez años. Ese ya no es vuestro pueblo«, y así sucesivamente”, explica una de las fuentes citadas para destacar algunos de los puntos muertos de la lógica de Zelensky, un aspecto relevante teniendo en cuenta que Lindsey Graham ha vuelto a insistir en las enormes riquezas del suelo ucraniano y, en línea con el Plan de Victoria de Zelensky, ha afirmado que “esta guerra es por dinero. El país más rico de toda Europa en minerales de tierras raras es Ucrania, con un valor de entre dos y siete billones de dólares… Así que Donald Trump va a hacer un trato para recuperar nuestro dinero, para enriquecernos con minerales raros”. El problema es que una parte importante de esos minerales se encuentra en territorio bajo control ruso. La cuestión territorial, aún más complicada que la de la seguridad, está directamente relacionada con el aspecto de seguridad y también con el económico.
Aunque el Gobierno ucraniano mantiene su exigencia de regresar a las fronteras de 1991, es curioso que el artículo de RBC lo considere tan poco realista que busca opciones más viables, por muy impopulares que vayan a resultar. “Una opción teóricamente posible es que las regiones de Donetsk, Luhansk, Kherson, Zaporozhie y Crimea queden inscritas en las Constituciones tanto de Ucrania como de Rusia como pertenecientes a esos respectivos países”, afirma, presentando la opción de congelar el frente en su composición actual sin que haya un reconocimiento oficial a ningún cambio de fronteras, una opción que supone un escenario inaceptable tanto en Kiev como en Moscú. Es ahí donde entran en juego los territorios de Kursk, que podrían ser utilizados como moneda de cambio para recuperar lo perdido en Járkov o la central nuclear de Zaporozhie. Siempre estuvo claro que el intento de Kursk respondía a la voluntad de obtener una carta con la que negociar un intercambio de territorios. El comentario de RBC confirma la intención y también la ambición. Entregar la central nuclear de Energodar a Ucrania supondría aceptar un caballo de Troya en una posición comprometida del frente.
Ante la certeza de que cualquier plan que Trump plantee no va a suponer una victoria para Ucrania, que sigue aspirando a recuperar su integridad territorial, la siguiente esperanza es la de la introducción de tropas extranjeras. “Según varios entrevistados de RBC-Ucrania, la idea de introducir fuerzas de mantenimiento de la paz también estará presente en el «plan Trump» cuando finalmente aparezca de alguna forma, con la indicación de que las fuerzas de mantenimiento de la paz deberían proceder de Europa. Esto está completamente en línea con el concepto de Trump de que «la seguridad europea es responsabilidad de Europa»”, explica RBC, que no recuerda que la idea de las tropas europeas, es decir, afines a Ucrania, para controlar el territorio es algo que Ucrania lleva una década buscando. Ya en 2014, Oleksandr Turchinov, entonces presidente en funciones, exigió cascos azules en Donbass para que fueran ellos quienes recuperaran para Ucrania el control de los territorios perdidos. Evitar que el día a día consolidara la separación de Ucrania, como ha sucedido gracias a la actuación de Kiev, que prefirió imponer un bloqueo comercial y de transporte en lugar de reiniciar relaciones económicas como pedía Minsk, siempre fue el objetivo. La vía para lograrlo, nunca ha dejado de ser la militar.
RBC encuentra cuatro argumentos en su búsqueda de esperanza de supervivencia en caso de abandono estadounidense: la ayuda que ha otorgado la administración Biden, los acuerdos existentes, los contratos de defensa y la producción militar nacional. Sin embargo, es consciente de que esas soluciones únicamente aplazarían la derrota final, por lo que Kiev mira hacia Europa en busca de un patrón al que apelar. Entre las figuras relevantes, RBC confía en Emmanuel Macron, aunque reconoce también la debilidad de su presidencia tras los malos resultados electorales y el rechazo social que siempre ha causado su sugerencia de poner sobre la mesa la posibilidad de enviar soldados europeos a Ucrania. “Estados Unidos tiene herramientas, una zanahoria y un palo, para influir en los rusos. Por ejemplo, pueden aflojar las sanciones en algún punto, como «os daremos un poco más de economía fuera de los BRICS, dentro de los cuales aún no os va muy bien – y a cambio, haréis tales y tales concesiones»”, afirma una de las fuentes del artículo. Al final, la esperanza siempre es Estados Unidos. Incluso en la incertidumbre del hombre cuyo plan aún no existe.
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