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jueves, 26 de diciembre de 2024
La eterna disputa por el tránsito de gas en Ucrania
Nahia Sanzo, Slavyangrad
El aislamiento internacional de Rusia es una de las bases del régimen de sanciones impuesto por Occidente tras la invasión rusa y es habitual que Kiev exija periódicamente su endurecimiento. La guerra relámpago económica que la Unión Europea y Estados Unidos creían estar librando con su paquete inicial, que debía destruir la economía rusa a base de aislarla del resto desconectando al país más grande del mundo del sistema internacional de pago SWIFT no funcionó y le han seguido otros quince paquetes similares, siempre con la esperanza de que esta vez logre su objetivo. El tiempo transcurrido, la ineficacia de las medidas a la hora de impedir que Rusia pueda continuar luchando y los daños colaterales que implican para algunos de los países han causado escepticismo y rechazo en algunos actores de la Unión Europea, que han amenazado con vetar futuras sanciones. Pese a haber sido la economía más perjudicada, Alemania no se encuentra en la lista de países que busquen evitar ampliar el régimen de sanciones ni relajar las restricciones al sector más importante, el de la energía. Encabezan el frente partidario de cambiar de rumbo en las relaciones UE-Rusia Hungría y Eslovaquia, dos vecinos de Ucrania que han provocado recientemente la furia de Kiev.
Entendiendo cada gesto de distensión como deslealtad, el Gobierno ucraniano condenó activamente la llamada telefónica realizada por Olaf Scholz en su tímido intento por hacer del intento de conseguir la paz un argumento para su futura campaña electoral. Zelensky ha sido tan duro con Alemania y especialmente con su presidente -por su lentitud a la hora de sumarse al suministro de armamento letal, reticencias a enviar tanques Leopard y negativa rotunda a suministrar misiles Taurus- que incluso el secretario general de la OTAN, Mark Rutte, ha pedido educadamente al presidente ucraniano esta semana que cese en sus críticas a Olaf Scholz, recordando que Alemania es el segundo proveedor militar de Ucrania solo por detrás de Estados Unidos.
Menos importantes y líderes de países de inferior capacidad económica, Viktor Orbán y Robert Fico, las dos personas más criticadas por Ucrania, han obtenido menos apoyo de la UE y la OTAN. Los argumentos de los dos dirigentes europeos son ligeramente diferentes, aunque comparten la preocupación por el aspecto energético. Aprovechándose de su puesto al frente de la presidencia rotatoria de la Unión Europea y de su relación personal con el presidente electo de Estados Unidos, el líder húngaro quiso realizar una iniciativa personal y personalista para poner sobre la mesa la cuestión de la paz. Su viaje a Kiev y Moscú fue decepcionante para Orbán, que comprobó algo que era evidente, las posturas siguen siendo opuestas, no hay voluntad de diálogo, no existen las condiciones mínimas para iniciar siquiera contactos preliminares en busca de un alto el fuego y, por su postura política, el presidente húngaro está lejos de ser una persona capaz de mediar entre los dos países. Su idea de la tregua navideña fue rápidamente rechazada y denunciada como una trama rusa o un intento del líder húngaro de favorecer a Vladimir Putin, pese a que todo parón en la guerra favorece, en términos militares, siempre a la parte que más está sufriendo, Ucrania en este caso.
Sin embargo, lo que más ha molestado al Gobierno ucraniano ha sido la visita aparentemente sorpresa de Robert Fico a Moscú esta semana. Aunque su perfil es claramente más bajo que el de Orbán, líder de un país con más peso en Europa, Ucrania se ha aprovechado de la debilidad de Fico, un verso suelto en la Unión Europea y que no ha desarrollado como Orbán una relación cercana con Donald Trump, por lo que no cuenta tampoco con esa protección. El presidente eslovaco, que hace unos meses sufrió un intento de asesinato, visitó Moscú con una agenda centrada fundamentalmente en la reanudación de las relaciones económicas en el continente y, ante todo, la cuestión energética.
Durante años, Kiev alegó haber abandonado el gas ruso, ya que no adquiría la energía de la compañía rusa Gazprom, sino que lo hacía a través de una compañía eslovaca, que en realidad vendía a Kiev el gas ruso que había atravesado el sistema de tránsito de Ucrania. Las sanciones impuestas al sector energético tras la invasión de Ucrania y el rechazo de los propios países a ayudar a financiar el esfuerzo militar de Moscú adquiriendo materias primas rusas ha reducido sensiblemente la cantidad de gas que la Federación Rusa ha suministrado en estos casi tres años a los países de la Unión Europea. Tras el atentado contra el Nord Stream, del que se sospecha de Ucrania como mano ejecutora, Kiev se ha sabido posición estratégica en este sentido. Pese a la guerra, el sistema de tránsito de gas de Ucrania ha seguido suministrando gas ruso de forma ininterrumpida por las acciones militares y se ha convertido en el único gasoducto que conectaba directamente Rusia con la Unión Europea, dando a Ucrania unas dosis de poder de la que Kiev quiere ahora aprovecharse. Al contrario que hace cinco años, cuando Gazprom y Naftogaz, las empresas estatales rusa y ucraniana, firmaron el último acuerdo tras la cumbre de jefes de Estado y de Gobierno de Alemania, Francia, Ucrania y Rusia, Kiev no busca ahora garantizar los ingresos que supone el tránsito de gas. Ucrania dispone actualmente de otras líneas de financiación, fundamentalmente las subvenciones y créditos de sus proveedores extranjeros, por lo que es más importante negar a Rusia los ingresos de la venta de gas que obtener la financiación que suponía que Gazprom utilizara las instalaciones ucranianas para enviar gas a sus clientes europeos.
Desde hace meses, Eslovaquia ha tratado de negociar con Kiev la posibilidad de extender el suministro de gas ruso a los países que han quedado expuestos ante la negativa ucraniana a firmar un nuevo contrato con Gazprom. En su reunión con el primer ministro ucraniano Shmygal, Robert Fico, que en estos años ha apoyado a Kiev pero no ha visitado la ciudad para realizar los actos de propaganda que han acompañado a las visitas institucionales, le recordó la ayuda eslovaca en forma de exportación de energía eléctrica. Los ataques rusos han minado la capacidad de producción propia, por lo que un país hasta ahora exportador se ha convertido en importador de energía eléctrica. Para ello ha exigido la ayuda de la Unión Europea y especialmente de los países fronterizos, los mismos a los que ahora niega la posibilidad de recibir el gas que necesitan para cubrir sus necesidades. Al contrario que países más ricos como Alemania, Eslovaquia no puede permitirse el lujo de abandonar una fuente de energía barata y fiable en favor de otra políticamente correcta pero más costosa.
Ese ha sido el origen de la visita de Fico al Kremlin y del último intento de Orbán de convencer a Ucrania de permitir el paso del gas ruso. El esquema propuesto por Hungría y rápidamente rechazado por Kiev era que el gas ruso fuera considerado húngaro, eslovaco o austriaco en el momento en el que cruzara la frontera. De esa forma, Ucrania no estaría transitando gas ruso de la misma forma que durante años ha consumido gas eslovaco y no ruso. Esta fórmula fue, además, la predilecta por Ucrania para prorrogar el contrato con Gazprom durante el tiempo en el que Kiev quiso primar la obtención de ingresos en lugar de cesar el tránsito y privar a Rusia de las ventas y a algunos de sus aliados de la energía que precisan sus países. Eslovaquia afirma disponer de reservas, suficientes ante una baja demanda interna e incluso Moldavia alega disponer de fuentes alternativas. La situación más dura es, como no podía ser de otra manera, para Transnistria, donde más de 300.000 personas dependen del gas de Gazprom que Ucrania se niega a transitar.
El objetivo de Ucrania con la cuestión del gas es tan simple que la última propuesta de Kiev, si es que puede calificarse así a un esquema tan grotesco, deja claro que se limita a negar a Rusia los ingresos pase lo que pase con países que, como Eslovaquia, entregaron a Kiev toda su flota de aeronaves de origen soviético. “¿Qué tipo de idiota nos iba a vender el gas gratis?”, se preguntó Fico esta semana al dar cuenta de la iniciativa que proponía Zelensky: que Eslovaquia adquiriera el gas ruso ahora, pero no lo pagara hasta el final de la guerra.
En su línea de ofenderse ante cualquier iniciativa que no sea la guerra, especialmente si rompe, aunque sea mínimamente, el intento de bloqueo diplomático y económico de Rusia, Kiev ha reaccionado con furia a la imagen de Fico visitando a Vladimir Putin en el Kremlin. “Sin duda, el Primer Ministro eslovaco, señor Fico, y el primer ministro húngaro, señor Orbán, tienen absoluto derecho a su propia forma de entender el honor, la dignidad, los valores modernos y los beneficios económicos. Sin embargo, su obsesivo deseo de garantizar… el derecho de Rusia a no ser en absoluto responsable del acto de agresión en territorio europeo, a poder seguir financiando el asesinato en masa de ciudadanos ucranianos a costa de las «ventas europeas» de portadores de energía, y su constante deseo de humillar la reputación de la Unión Europea y de la Comisión Europea parece muy extraño.”, escribió Podolyak confundiendo deliberadamente la responsabilidad de un dirigente político de garantizar materias primas básicas a su país con deshonor, deslealtad a Ucrania a intento de beneficiar a Rusia. No contento con insultar a los presidentes de dos de sus países vecinos, el asesor de la Oficina del Presidente apunta también a la Unión Europea recurriendo a vetos que no han existido -aunque sí se han producido amenazas-, Podolyak afirma que “mucho más importante, sin embargo, es por qué los vetos regulares y el rechazo manifiesto de la unidad paneuropea basada en valores llevados a cabo por estos dos líderes no reciben una respuesta legal adecuada por parte de la propia Unión Europea”. Eslovaquia y Hungría no solo no merecen disponer de gas para su industria y su consumo interno -o para reexportar a Ucrania-, sino que merecen también sanciones.
“Cabe señalar que tras su reunión en Moscú, Fico y Putin no hicieron declaraciones conjuntas ni respondieron a las preguntas de los medios de comunicación. Sencillamente, no pueden decir nada públicamente sobre lo que discutieron en la reunión. Temen la reacción de la opinión pública”, ha escrito Zelensky en su cuenta oficial en las redes sociales (en inglés, para garantizar que la audiencia del mensaje lo reciba sin interferencias). La teoría de la conspiración siempre es útil a la hora de demonizar a un enemigo o aliado descarriado. “Moscú ofrece importantes descuentos a Fico, pero Eslovaquia paga por ellos. Dichos descuentos no son gratuitos: los pagos a Rusia se realizan a través de la soberanía o de turbios planes. Esto debería ser motivo de preocupación para las fuerzas del orden y los servicios especiales de Eslovaquia”, añade el presidente ucraniano, que pudiera parecer que está apelando a algún tipo de Estado profundo eslovaco a intervenir ante algún tipo de conspiración.
“Durante una reciente reunión de líderes europeos en Bruselas se revelaron detalles sobre dicha financiación. Los líderes observaron que el señor Fico no quiere participar en el trabajo común europeo sobre la independencia energética ni buscar un sustituto para el gas ruso, sino que quiere ayudar a Rusia a alejar de Europa el gas estadounidense y los recursos energéticos de otros socios, lo que implica que quiere ayudar a Putin a ganar dinero para financiar la guerra y debilitar a Europa, continúa Zelensky, sin querer comprender que un país pobre no puede permitirse sustituir energía barata por otra más lejana y más cara, para finalmente centrarse en lo importante. “El señor Fico incluso rechazó compensaciones para facilitar el periodo de transición y librarse de la dependencia, lo que significa que no es una cuestión de seguridad para él. Le interesa específicamente el gas ruso y el valor del asunto es de 500 millones de dólares estadounidenses al año”.
La cifra y la formulación de esta idea de compensación parece confirmar la acusación realizada por Fico hace unos días. Molesto con la actitud de Ucrania en relación con el tránsito de gas, Robert Fico denunció que Ucrania había ofrecido a Eslovaquia un pago de 500 millones de dólares procedentes de los activos rusos incautados por la Unión Europea -Kiev no acostumbra a ofrecer compensaciones ni pagos de su propio bolsillo- a cambio de levantar el veto a la adhesión de Ucrania a la OTAN. Fico ha insistido públicamente en que el veto eslovaco a la entrada de Ucrania en la OTAN permanecerá mientras lo haga su Gobierno. La acusación de Zelensky, que ve pagos ocultos, manos negras e intereses en la sombra en cada paso de Vladimir Putin, resulta así no ser más que una confesión.
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