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viernes, 20 de diciembre de 2024

El Gran Israel y el Mashíaj victorioso


Aleksandr Dugin, Geopolitika

Actualmente se está produciendo en todo el mundo un cambio fundamental en la imagen de Israel y, quizás, entre los mismos judíos. Los judíos europeos, tras la catástrofe que vivieron bajo Hitler y durante la Segunda Guerra Mundial, suscitaron piedad, compasión y simpatía. Es por eso que fue posible la creación del Estado de Israel. El Holocausto o la Shoah, es decir, los horrores y persecuciones sufridos por los judíos, se convirtieron en el fundamento de un acuerdo unánime: después de tanto sufrimiento, los judíos necesitaban crear su propio Estado. Esto se convirtió en el capital moral de los judíos y predeterminó una actitud sacralizada hacia el Holocausto.

Los filósofos de la Escuela de Fráncfort proclamaron que a partir de ahora debemos pensar desde Auschwitz. Esto significa que la filosofía, la política y la moral ahora deben tener en cuenta la magnitud de los crímenes cometidos por los europeos (principalmente los alemanes) contra los judíos y Occidente, y por consiguiente toda la humanidad, deben arrepentirse.

La imagen de los judíos como víctimas era la clave. Esto elevó a los judíos a la categoría de pueblo sagrado: todos los demás pueblos fueron invitados a arrepentirse ante ellos y a no olvidar nunca su culpa. En lo sucesivo, cualquier atisbo de antisemitismo, por no hablar de los intentos directos de revisar el estatus sagrado de los judíos y la metafísica del Holocausto, estaban penados por la ley.

Pero, poco a poco, la política de Israel, cada vez más dura hacia los palestinos y las naciones musulmanas circundantes, empezó a difuminar esta imagen, al menos a los ojos de la población de Oriente Próximo que, conviene señalar, no tenía nada que ver con los crímenes de los nazis europeos. Además, la actitud violenta de los sionistas hacia la población local dio lugar a protestas directas y, en su manifestación más extrema, a la Intifada antisionista.

La identidad de los israelíes y judíos que permanecieron en la diáspora fue cambiando gradualmente. Cada vez se hacía más hincapié en su demostración de fuerza y poder, así como en la aspiración de crear un Gran Israel. Al mismo tiempo, se han intensificado las ideas mesiánicas: la expectativa de la llegada inminente de Mashíaj, el inicio de la construcción del Tercer Templo (que requeriría volar el santuario musulmán sagrado de la mezquita de al-Aqsa), un fuerte aumento de los territorios bajo control de Israel (de mar a mar) y la solución final de la cuestión palestina (llamamientos directos a la deportación y el genocidio de los palestinos). Estas ideas son apoyadas por Benjamin Netanyahu y varios de sus asociados, los ministros Ben Gvir, Bezalel Smotrich, etc. Abiertamente, este programa se refleja en la «Torá Real» de Yitzhak Shapira, en los sermones de los rabinos Kook, Meyer Kahane y Dov Lior. Desde un punto de vista estratégico fue descrito en 1980 en un artículo del asesor de Sharon, el general Oded Yinon. El plan de Yinon consistía en derrocar a todos los regímenes árabes de ideología nacionalista baasista con tal de sumir al mundo árabe en un caos sangriento y crear un Gran Israel.

Y ahora, después de una década de la Primavera Árabe, y especialmente después del ataque terrorista de Hamás contra Israel en octubre de 2023, vemos que estos planes se hacen realidad a un ritmo acelerado. Netanyahu arrasó Gaza, masacrando sin piedad a cientos de miles de civiles. A continuación, atacó Líbano y mató a toda la cúpula de Hezbolá. Luego se produjo un intercambio de ataques con misiles con Irán y los preparativos activos para la guerra con ese país, incluidos ataques a instalaciones nucleares. Todo esto fue seguido de la invasión de lo que quedaba de los Altos del Golán y ataques contra Siria. Un mes antes, Bezalel Smotrich proclamó que Damasco formaría parte de Israel y Ben Gvir insinuó directamente que al-Aqsa sería volada. La caída de Bashar al-Assad significa el fin del último régimen baasista. En efecto, el mundo árabe está sumido en el caos. El Gran Israel y el exterminio de los palestinos se están haciendo realidad ante nuestros ojos.

Esto último es importante: los políticos sionistas de derechas están dejando atrás el Holocausto. El capital moral de las víctimas está completamente desgastado. Israel está mostrando su poder, su actual grandeza y brutalidad, casi como si hubiéramos vuelto al Antiguo Testamento. Ahora ya no se compadece a los judíos, sino que se les teme, se les odia, se les resiente o se les admira, pero en cualquier caso se les considera una fuerza poderosa y brutal.

La identidad de los judíos ha cambiado. Ya no es un símbolo de humillación y sufrimiento, sino sinónimo de dominación y triunfo. Ya no es necesario pensar desde Auschwitz. Ahora es necesario pensar desde Gaza. La misma tradición judía habla de dos Mashíaj, el sufriente (Ben Yusef) y el victorioso (Ben David). Tras el Holocausto europeo, se hizo hincapié en el Mashíaj sufriente, el sacrificado. Ahora esta Gestalt está siendo reemplazada por el Mashíaj victorioso, el que ataca, el que triunfa. Esto es especialmente obvio en el mismo Israel. Pero está claro que no se detendrá ahí. Hay un cambio de arquetipo mesiánico entre todos los judíos del mundo.

Es precisamente en medio de este contexto que llega al poder en Estados Unidos Donald Trump, partidario acérrimo del sionismo de derechas y de Netanyahu, una parte importante de cuyo entorno son a su vez sionistas cristianos, dispuestos a dar a Israel cualquier apoyo. Una vez más, el capital de compasión se convierte en capital de agresión. Lo cual es muy, muy grave y pronto se pondrá peor. Por otra parte, no debemos apresurarnos a sacar conclusiones, hacer juicios o valoraciones. En primer lugar, hay que analizar adecuadamente el estado de cosas y reunir innumerables hechos, acontecimientos e incidentes para darnos una imagen coherente de los acontecimientos.



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