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viernes, 25 de octubre de 2024
Israel ha llevado el uso de escudos humanos a un nuevo nivel criminal
Neve Gordon, Al Jazeera
El uso de escudos humanos en la guerra no es un fenómeno nuevo. Los militares han obligado a los civiles a servir como escudos humanos durante siglos. Sin embargo, a pesar de esta larga y dudosa historia, Israel ha logrado introducir una nueva forma de protección en Gaza, que parece no tener precedentes en la historia de la guerra.
La práctica fue revelada inicialmente por Al Jazeera pero, posteriormente, Haaretz publicó una exposición completa sobre cómo las tropas israelíes habían secuestrado a civiles palestinos, los habían vestido con uniformes militares, les habían colocado cámaras en el cuerpo y los habían enviado a túneles y edificios subterráneos para proteger a las tropas israelíes.
“Resulta difícil reconocerlos. Suelen llevar uniformes del ejército israelí, muchos de ellos tienen entre 20 y 30 años y siempre están con soldados israelíes de diversos rangos”, señala el artículo de Haaretz. Pero si se mira más de cerca, “se ve que la mayoría lleva zapatillas deportivas, no botas militares. Tienen las manos esposadas a la espalda y sus rostros están llenos de miedo”.
En el pasado, las tropas israelíes han utilizado robots y perros adiestrados con cámaras en sus collares, así como civiles palestinos, para que sirvan de escudos. Sin embargo, los palestinos que fueron utilizados como escudos siempre vestían ropas civiles y, por lo tanto, podían ser identificados como civiles. Al vestir a civiles palestinos con uniformes militares y enviarlos a los túneles, el ejército israelí ha alterado, en efecto, la lógica misma del escudo humano.
De hecho, históricamente, el escudo humano se ha basado en el reconocimiento de que la persona que protege a un objetivo militar es un civil vulnerable (o un prisionero de guerra). Este reconocimiento tiene por objeto disuadir a la parte beligerante contraria de atacar al objetivo, porque la vulnerabilidad del escudo humano invoca ostensiblemente restricciones morales al uso de la violencia letal. Es precisamente el reconocimiento de la vulnerabilidad lo que resulta clave para la supuesta eficacia del escudo humano y para que la disuasión tenga una oportunidad de funcionar.
Al vestir a civiles palestinos con uniformes militares israelíes y presentarlos como combatientes israelíes, el ejército israelí oculta deliberadamente su vulnerabilidad. Los despliega como escudos no para disuadir a los combatientes palestinos de atacar a los soldados israelíes, sino más bien para atraer su fuego y revelar así su ubicación, lo que permite a las tropas israelíes lanzar un contraataque y matar a los combatientes. En el momento en que estos escudos humanos, enmascarados como soldados, son enviados a los túneles, se transforman de civiles vulnerables en carne de cañón.
El trato que el ejército israelí da a los civiles palestinos como si fueran prescindibles no debería sorprender, dada la forma racializada de gobierno colonial a la que han estado sometidos durante décadas. El racismo profundamente arraigado explica la facilidad con la que el presidente israelí Isaac Herzog afirmó públicamente que no hay “civiles inocentes” en la Franja de Gaza, así como la indiferencia prevaleciente entre el público judío de Israel ante las decenas de miles de civiles palestinos que han sido asesinados.
De hecho, la mayoría de los israelíes no se sorprendieron cuando sus líderes políticos llamaron repetidamente a “borrar” Gaza, “aplanarla” y convertirla en “Dresde ”. O bien apoyaron o se mostraron apáticos ante los daños y la destrucción del 60 por ciento de todas las estructuras y lugares civiles en Gaza.
En este contexto, vestir a civiles palestinos con uniformes militares y enviarlos a túneles probablemente sea percibido a ojos de la mayoría de los soldados israelíes –y de amplios sectores del público israelí– como poco más que un detalle.
No obstante, esta nueva forma de protección humana arroja luz importante sobre cómo se manifiesta el racismo en el campo de batalla. Revela que el ejército ha tomado en serio y puesto en práctica las directrices racistas del ministro de Defensa Yoav Gallant de que “estamos luchando contra animales humanos”, lo que expone cómo los soldados israelíes se relacionan con los palestinos como cebo o presa. Al igual que los cazadores que utilizan carne cruda para atraer a los animales que quieren capturar o matar, las tropas israelíes utilizan a los civiles palestinos como si fueran carne desnuda, cuya función es atraer a la presa del cazador.
El racismo también es una muestra del desprecio de Israel por el derecho internacional. Al detener al azar a civiles palestinos –incluidos jóvenes y ancianos– y luego vestirlos con uniformes militares antes de obligarlos a caminar delante de los soldados, las tropas israelíes violan no sólo la disposición legal contra el uso de escudos humanos, sino también la disposición que trata de la perfidia y prohíbe a las partes en conflicto hacer uso de “uniformes militares de partes adversas al participar en ataques o para escudar, favorecer, proteger o impedir operaciones militares”. Dos crímenes de guerra en una sola acción.
La horrible verdad, sin embargo, es que no importa cuánta evidencia surja sobre el uso por parte de Israel de esta nueva práctica de protección humana o, de hecho, sobre cualquier otra violación del derecho internacional, la probabilidad de que cambie las acciones sobre el terreno es pequeña.
Históricamente, las esperanzas de que el derecho internacional proteja y haga justicia al pueblo palestino han sido infundadas, porque el racismo colonial –como han señalado juristas críticos, desde Antony Anghie hasta Noura Erekat– influye no sólo en las acciones de Israel, sino también en el orden jurídico internacional, incluida la forma en que la Corte Penal Internacional (CPI) imparte justicia. Para hacerse una idea de este racismo, basta con navegar por el sitio web de la Corte Penal Internacional para ver a quiénes ha estado dispuesta a acusar.
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