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viernes, 4 de octubre de 2024
El conflicto del Medio Oriente es el inicio de una guerra mucho más grande
Aleksandr Dugin, Geopolitika
El hecho de que la República Islámica de Irán lance misiles contra Israel es el resultado natural de los ataques israelíes al Líbano y Hezbolá, el asesinato del líder y jeque Seyyed Hassan Nasrallah, además del líder del brazo político de Hamás, Ismail Haniyeh (asesinado, por cierto, en Teherán) y el genocidio en Gaza. En este momento resulta imposible saber si los cientos de misiles iraníes han conseguido alcanzar sus objetivos, pues las hostilidades entre ambas partes ocultan por completo la realidad. Sin embargo, es necesario prestarle atención a la inevitable guerra que se esta desarrollando en el Medio Oriente y sobre la cual muchos expertos han hablado a lo largo de los años. Esta guerra se ha hecho realidad y, por lo tanto, se ha abierto un «segundo frente» de confrontación entre el mundo multipolar en ascenso frente a la hegemonía occidental. El primer frente es Ucrania y el segundo frente es Oriente Medio.
Durante mucho tiempo, después de la invasión israelí a Gaza y el comienzo del genocidio masivo de civiles, Hezbolá no se atrevió a entrar directamente en la guerra. Irán tampoco, debido a que intentaba crear una plataforma de dialogo con Occidente gracias a la llegada al poder del nuevo presidente del país. No obstante, el Líder Supremo de Irán, el Rahbar Ayatolá Jamenei, decidió lanzar un ataque masivo con misiles en contra de Israel. Este es un paso más en dirección a una escalada general, la cual ha comenzado con la invasión del sur del Líbano por parte de las tropas israelíes. El bombardeo de Beirut y todo el Líbano se ha convertido en una realidad que sin duda abrirá otro frente para Israel: Siria. Es posible que también Irak se vea arrastrado a este enfrentamiento, debido a que la población y el gobierno de Irak está principalmente compuesto por chiíes. En caso de que se produzca tal conflicto estaremos frente al inicio de una Gran Guerra en Medio Oriente.
Ahora bien, ¿cuál es el equilibrio de fuerzas en caso de que se desate esta guerra? Por supuesto, Israel tiene una ventaja tecnológica indiscutible, por lo que, mientras la tecnología lo determine todo, Israel sin duda será la parte más fuerte del conflicto incluso si tenemos en cuenta lo fuertemente armados que se encuentren Irán y Hezbolá: sí, los líderes de Hezbolá están muertos; sí, han sufrido grandes perdidas tras el bombardeo usando electrodomésticos y localizadores por parte de la inteligencia israelí; y claro, Occidente se encuentra detrás de Israel. Sin embargo, no se puede descartar la enorme superioridad numérica que tienen las fuerzas de la Resistencia en Medio Oriente frente a Israel, ya que la cantidad de palestinos tanto dentro (dos millones) como fuera (cuatro millones en Gaza y el Banco Oriental) de Israel pueden convertirse en una masa incontrolable. Por supuesto, Occidente puede ayudar a Israel a interceptar los cohetes de sus enemigos e incluso atacar por medio de la tecnología, pero ¿qué hacer con el “mar árabe” que rodea a Gaza y otros territorios de Israel en una guerra donde se violan todos los preceptos? Es posible que estalle una ira árabe incontrolable contra Israel que será imposible de contener por mucho tiempo.
La guerra se irá extendiendo cada vez más por todas partes lentamente, algo que sin duda beneficiará al primer ministro israelí Netanyahu al igual que su gabinete de extrema derecha, incluidos sus ministros sionistas religiosos más radicales como Bezalel Smotrich y Itamar Ben-Gvir, quienes tienen por objetivo escatológico la creación del “Gran Israel”. Toda la política de Netanyahu se basa sobre un “prestigio mesiánico” según el cual el “Mashiaj” (el mesías judío, el Rey de los judíos, que se supone que subyugará a todas las naciones del mundo a los judíos, pero que para los cristianos y los musulmanes sería más bien el «Anticristo» o «Dajjal») está a punto de llegar. Por lo tanto, la guerra en contra de los árabes desatada por los sionistas radicales – seguidores de Ravi Kook y Dov-Ber Levi Soloveitchik, que a mediados del siglo XX bendijeron la confiscación de tierras árabes en aras de la construcción del “Gran Israel”, o del moderno rabino Dov Lior, que promueve sus ideas – es percibida como el cumplimiento de las palabras bíblicas. Todo esto debe conducir a la destrucción de la Mezquita de Al-Aqsa en el Monte del Templo de Jerusalén y el comienzo de la construcción del Tercer Templo, en el que debería reinar el Mashiaj judío. Al mismo tiempo, se producirá un levantamiento escatológico de la población islámica de toda la región, especialmente los chiíes.
No cabe duda de que tal situación no hará sino agravarse, pues los sionistas religiosos están convencidos de que el Mashiaj está a punto de llegar y que sus acciones y agresiones causarán la Guerra del Juicio Final. No obstante, una parte significativa de la población israelí es laica y secular, por lo que no cree en tales ideas, organizando manifestaciones de miles de personas en contra de Netanyahu diciendo: “vivíamos en una sociedad democrática y de repente se nos ha impuesto una guerra ajena y terrible”. Estas personas culpan totalmente de lo ocurrido al primer ministro de Israel.
También existe una postura a favor de la guerra por parte del mundo islámico: los chiíes ven este escenario como la preparación de un evento escatológico mundial donde Israel y el sionismo son vistos como siervos del Dajjal, el Anticristo, y deben ser eliminados. Por otra parte, la mayoría de los musulmanes de pie ven esta guerra como una lucha por la supervivencia y una guerra étnica donde los palestinos de Gaza están siendo sometidos a una limpieza sistemática por parte de Israel.
Es muy difícil predecir el cómo se desarrollarán todos estos acontecimientos y, obviamente, para la administración Biden se trata de un problema sumamente desafortunado porque desvía su atención de Ucrania, cuya importancia está pasando a un segundo plano. También se trata de un golpe a la economía mundial, ya que en cualquier momento Irán puede cerrar el estrecho de Ormuz y con ello afectar las vías de comunicación, sin hablar de su influencia sobre los huties yemeníes y su capacidad de operar en el Mar Rojo, el Mar Arábigo e incluso el Océano Índico. Por supuesto, es un escenario bastante sombrío para Estados Unidos. Aunque sin duda una oportunidad para Trump, que es un sionista y apologista de Netanyahu. Llegamos a un punto en que la creciente escalada en el Medio Oriente empieza a afectar al mundo entero, siendo esta la consecuencia más importante del estallido de una Gran Guerra.
Sin embargo, ¿cuál es la posición que debe adoptar Rusia? Se trata de una cuestión muy delicada: por un lado, Israel no es nuestro enemigo, pero, por el otro, Irán, los hutíes yemeníes, el Hezbolá libanes, la Siria de Bashar al-Assad y los chiíes iraquíes son nuestros amigos y aliados estratégicos. Ahora resulta que estos mismos amigos y aliados estratégicos, que apoyaron a Rusia en lo más cruento de la guerra contra Occidente en Ucrania, son enemigos acérrimos (más o menos a muerte) del país con el cual Rusia mantiene relaciones neutrales. No obstante, si tenemos en cuenta de que tras Israel se encuentra el mismo Occidente globalista que hoy apoya directamente a Ucrania y la junta de Kiev, entonces a nivel geopolítico cambia por completo el panorama, especialmente para nuestros dirigentes.
Por un lado, todo va encaminado a dar mayor apoyo a las fuerzas de la Resistencia en Medio Oriente en su enfrentamiento no solo contra Israel, sino contra el Occidente colectivo que lo apoya, pero, por el otro, Putin (ciertamente en menor medida que Trump) siente cierta afinidad por las políticas derechistas seguidas por el gobierno de Netanyahu, la creación de un Estado fuerte y la defensa de los valores tradicionales (judíos). De todos modos, la afinidad entre estas políticas no es suficientemente fuertes como para ir en contra de nuestros intereses geopolíticos.
Vemos claramente que el Ministerio de Asuntos Exteriores y el Kremlin se inclinan a favor de Irán, los chiíes, los palestinos, los libaneses, los yemeníes, los iraquíes y, desde luego, de todo aquel que lucha contra el Occidente global. Pero con respecto a Israel, en algún momento tendremos que definirnos igualmente. No debemos olvidar que algunos sionistas de derecha apoyaron a Moscú en el conflicto ucraniano, lo que no deja de ser importante. No obstante, ¿esto pesará más que las alianzas geopolíticas con las fuerzas de la Resistencia en Medio Oriente? La cuestión sigue abierta, aunque opino que Rusia se decantará por un enfriamiento en las relaciones con Israel.
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