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miércoles, 10 de julio de 2024

¿Quien atacó el hospital en Kiev?

Incluso Mariana Bezuglaya, diputada del partido de Zelensky, da por hecho que fue un proyectil de la defensa aérea ucraniana el que impactó, de forma involuntaria, contra el hospital.

Nahia Sanzo, La Haine

La semana de la cumbre de la OTAN, que celebra su 75º aniversario satisfecha de disponer finalmente de un enemigo cuyos actos justifican el aumento de gasto militar que EEUU y sus más beligerantes aliados bálticos llevan años exigiendo, comenzó el domingo con un ataque masivo de misiles rusos contra varias ciudades de Ucrania. Se trata del ataque más fuerte que se ha producido en las últimas semanas, que no solo ha golpeado las infraestructuras energéticas, blanco más reciente de los últimos meses, sino fundamentalmente instalaciones industriales.

Rusia no ha escondido en los últimos tiempos que su estrategia actual pasa por minar la capacidad industrial de Ucrania para evitar así que Kiev logre, como pretende, aumentar su producción militar. Además del aumento de armamento, munición y financiación para adquirir el material en el mercado, Ucrania se ha propuesto reducir su dependencia de los aliados occidentales a base de producir una parte del equipamiento que precisa para continuar la guerra. Para contrarrestarlo, el método elegido por Moscú no es solo el intento de destrucción de la industria militar o aquella que pudiera reconvertirse para ello, sino también limitar las capacidades energéticas de Ucrania para impedir la producción a gran escala.

La evidente escalada que suponen los ataques contra las infraestructuras de producción eléctrica y no de su distribución, como ocurrió en 2022, cuando Rusia buscaba únicamente ralentizar las capacidades de las Fuerzas Armadas de Ucrania, no solo implica el aumento de los cortes de energía y el consiguiente sufrimiento de la población civil, sino que eleva exponencialmente el peligro. La guerra actual difiere sobremanera de la que se vivió en los primeros meses desde la invasión rusa. En aquel momento, los ataques con misiles, entonces mucho más efectivos ante la escasez ucraniana de defensas aéreas capaces de cubrir la enorme cantidad de bases de las que disponía, se dirigían fundamentalmente contra instalaciones militares, aeródromos y lugares de concentración de tropas.

No fue hasta el momento en el que Rusia comprendió que la vía de la negociación estaba rota cuando comenzaron los ataques sistemáticos contra infraestructuras importantes para el funcionamiento del Estado y de sus Fuerzas Armadas. Se inició así la campaña de ataques contra el sector energético en su vertiente de distribución, que Ucrania y sus socios pudieron paliar a base de generadores y reparaciones rápidas. El coste fundamental recayó sobre la población civil, que comenzó a verse sometida a recortes en términos de apagones o reducción de las horas de suministro eléctrico. La prioridad era mantener la máxima capacidad energética para mover la maquinaria bélica.

La situación se repite ahora, aunque con una mucha mayor gravedad, ya que la destrucción de centrales eléctricas construidas en la etapa soviética y que habían garantizado la solvencia energética del país pone en cuestión las posibilidades de Kiev y sus socios de buscar soluciones rápidas. Con una menor capacidad de producción eléctrica y ambiciones del régimen de Kiev de aumentar la producción militar industrial, la consecuencia fundamental es, otra vez, el sacrificio de la población civil, sometida a aún más restricciones en el suministro doméstico.

El sufrimiento de la población civil no se limita a las consecuencias directas de los bombardeos. Pero a esas consecuencias diarias de vivir en un país en guerra, que se sienten incluso a centenares de kilómetros de la batalla, se suman, en ocasiones, los intentos de defensa contra modernos drones y misiles rusos desde baterías antiaéreas situadas en zonas densamente pobladas, que terminan habitualmente en la caída de viejos misiles, o incluso los nuevos que envía Occidente y que las tropas ucranianas no saben manejar, capaces de destruir edificios enteros en apenas unos segundos.

El ataque del domingo que buscaba seguir dañando la extensa red de producción energética de Ucrania, preparada desde los años soviéticos precisamente para un escenario bélico como el actual, se centró también en varias infraestructuras industriales clave tanto en Kiev como en Krivoo Rog, ciudad natal de Volodymyr Zelensky.

Fue en esos ataques en los que se produjo un número de víctimas civiles mucho más elevado de lo habitual. Por la tarde, los medios occidentales, reportando como siempre sólo los datos oficiales dados por Ucrania, cifraban en 28 los civiles muertos por los misiles rusos, repartidos entre las dos ciudades. En ambos casos, Rusia había atacado instalaciones industriales. En Krivoi Rog, se informó de explosiones en la fábrica Yuzhmash, una de las empresas más conocidas de Ucrania, con capacidad de producción aeroespacial.

“El mundo entero debe emplearse a fondo para poner fin de una vez a los ataques rusos. Matar es lo que hace Putin. Sólo juntos podremos lograr la paz y la seguridad verdaderas”, afirmó el Volodymyr Zelensky. La opción de continuar la guerra, tomada conscientemente tanto en 2019 como en 2022, cuando aún era posible el diálogo, implica que continuarán produciéndose ataques como el de ayer, en los que Rusia se arriesga a provocar muertes de población civil en cada ocasión que dispara sus misiles en zonas fabriles.

Al otro lado del frente, Ucrania lucha por disponer de armamento similar, con el que actuar de forma equivalente. Kiev exige desde hace meses misiles de largo alcance y permiso para utilizarlos no solo en las regiones fronterizas de la Federación Rusa y los territorios ucranianos bajo control ruso, sino en cualquier lugar de la geografía rusa. El aumento de los medios y de su potencia no puede sino crear en más lugares del frente y la retaguardia escenas como las vividas ayer en las fábricas de Kiev.

“Atacar a niños inocentes. La más depravada de las acciones. Apoyamos a Ucrania contra la agresión rusa; nuestro apoyo no disminuirá”, escribió el flamante primer ministro del Reino Unido Keir Starmer respondiendo al mensaje en el que Zelensky, en otra de sus habituales 'fake news' denunciaba lo que consideraba un ataque deliberado contra el “Hospital Infantil Okhmatdyt de Kyiv. Uno de los hospitales INFANTILES más importantes no sólo en Ucrania, sino también en Europa”.

Ucrania ha olvidado sus propios ataques contra hospitales como el de Kalinin en Donestk, víctima habitual de la artillería de Kiev. También prefiere ignorar que hace ya una década interrumpió el pago de pensiones, salarios públicos y prestaciones sociales a la población residente en Donbass. Entre ella estaban los niños y niñas acogidas en orfanatos, posiblemente la población más vulnerable del país. Su abandono no causó mensajes compungidos en los medios ni en las redes sociales y Ucrania califica ahora de genocidio el hecho de que Rusia se haya hecho cargo de su cuidado.

“Se trata de una acción totalmente deliberada, específicamente diseñada y aprobada por la entidad Putin”, escribió Mijailo Podolyak, asesor del presidente/dictador Zelensky, en ese peculiar estilo de no reconocer al presidente ruso ni siquiera como persona. “En la vísperas de la cumbre de la OTAN. Como una bofetada a la alianza. La Federación Rusa envía una señal informal a todos sobre lo siguiente: «ni siquiera el asesinato descarado de niños hará que (la Alianza) tome todas las decisiones necesarias. Y por eso seguimos atacando»”, añadió, colocando comillas y haciendo parecer una cita tomada de Rusia a una frase imaginada.

Podolyak culpó a Rusia de las muertes en la playa de Sebastopol, cuando las defensas rusas derribaron varios misiles ucranianos y fue la metralla de esos proyectiles la que causó las bajas. La explicación rusa fue clara y no hubo acusación a Ucrania de intencionalidad de atacar civiles en una playa. Sin embargo, en la dirección opuesta, tanto Kiev como sus aliados asumen los hechos como un acto deliberado.

El ataque del domingo y la reacción política y mediática pusieron de manifiesto la doble vara de medir dependiendo de quiénes sean las víctimas. Starmer, que se mostraba horrorizado por el ataque ruso contra un hospital que no fue, ha ofrecido su apoyo prácticamente incondicional a Israel, que desde octubre ha hecho de los hospitales palestinos -no solo los de Gaza- blanco explícito de sus bombardeos y operaciones militares.

“Realmente es la noche y el día cómo The New York Times enmarca estos dos conflictos: Rusia es claramente el autor del sufrimiento, ellos hacen activamente el mal. Israel ni siquiera aparece en el titular, no hay ningún agente responsable, sólo un «ataque mortal» de origen misterioso”, escribió Adam Johnson, habitual comentarista sobre el uso que el poder hace de los medios para comparar dos titulares sobre ataques contra hospitales en Ucrania y Gaza. “Rusia golpea un hospital infantil en un mortal bombardeo a lo largo de Ucrania”, afirma el medio sobre el ataque en Kiev. “Guerra Israel-Hamas. Ataque mortal golpea un hospital del norte de Gaza en el que muchos se refugiaban”, escribió el mismo periódico el 20 de noviembre de 2023 en un ataque cuyas consecuencias fueron mucho más graves y en el que la autoría nunca se puso en cuestión.

La guerra de narrativas no podía tardar en llegar y tanto Rusia como Ucrania se apresuraron a colocar su mensaje. Moscú respondió a las acusaciones de ataque deliberado contra la población más vulnerable -niños y niñas enfermas- con una imagen: el proyectil impactó contra unas infraestructuras industriales, que todo indica que eran el objetivo ruso, situadas cerca del hospital.

“Para Bankova, ahora es importante utilizar la tragedia para una nueva oleada emocional antes de la cumbre de la OTAN, pero al comparar el vídeo y las fotos, nos enfrentaremos a un gran escándalo en el futuro cuando los periodistas occidentales escriban sobre ello”, comentaba ayer la fuente ucraniana Rezident, muy crítica con Zelensky y su mano derecha Andriy Ermak, dando por hecho que fue un proyectil de la defensa aérea el que impactó, de forma involuntaria, contra el hospital.

Las fuentes rusas se hicieron eco de las palabras de Mariana Bezuglaya, diputada del partido de Zelensky, que también adhería a esa versión. Los daños que sufrió el edificio, que posiblemente habría quedado completamente destruido en caso de impacto directo de un misil X-101 -la acusación ucraniana- hacen posible esa hipótesis.

La semana de la cumbre de la OTAN va a estar marcada por el ataque de ayer y, sobre todo, por sus consecuencias. Es indudable que las muertes que se produjeron en Kiev y Krivoi Rog van a ser una parte importante del argumentario de Ucrania en su participación en la cumbre de la Alianza, en la que nuevamente exigirá a sus socios más munición para la defensa aérea -que, en ocasiones, supone un peligro añadido para la población civil de ambos lados de la línea del frente- e implicación directa. En esa dirección caminó ayer Ucrania al firmar con Polonia un pacto de seguridad que deja abierta la posibilidad de que su vecino occidental ayude a interceptar misiles rusos. Ese es el siguiente objetivo de Kiev.


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