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domingo, 17 de marzo de 2024

El balbuceo final del fascismo judío

Cualquier persona de buena fe puede entender que asesinar 37.000 civiles inocentes no tiene nada que ver con “eliminar a Hamas”. La operación israelí “Espada de Hierro” aparece ante todos como lo que realmente es, una pantalla que camufla la realización del viejo sueño de los fascistas judíos, desde Jabotinsky hasta Netanyahu. Ese sueño es expulsar a los árabes de Palestina. A partir de ahí, el crimen masivo, que por primera vez se transmite en vivo por televisión, viene a trastocar el tablero político mundial. Sintiéndose amenazados, los supremacistas judíos amenazan a su vez a Estados Unidos. Preocupado por mantener su estatus de “dueño del mundo”, Washington prepara la caída de los supremacistas judíos. Pero, ¿cómo deshacerse de los fascistas judíos y conservar a la vez el Estado hebreo?
Thierry Meyssan, Red Voltaire

La administración Biden se quedó paralizada ante la reacción de Israel frente a la Operación “Diluvio de Al-Aqsa”, realizada el 7 de octubre y atribuida únicamente al Hamas, aunque contó con la participación de otras facciones palestinas.

La respuesta israelí, denominada “Espada de Hierro”, se inició con intensos bombardeos contra la ciudad de Gaza, bombardeos de proporciones hasta ahora nunca vistas en ningún otro lugar del mundo ni en ningún otro momento de la Historia, incluyendo las dos Guerras Mundiales. A partir del 27 de octubre, esa respuesta israelí se incrementó, con una invasión terrestre caracterizada por incontables actos de saqueo, detenciones masivas de miles de civiles gazauitas y actos de tortura contra esos detenidos. En 5 meses, 37.534 civiles han sido asesinados o están desaparecidos, 13.430 de esos palestinos asesinados o desaparecidos son niños y 8.900 son mujeres. Durante la embestida israelí contra Gaza también han sido asesinados 364 miembros del personal sanitario y 132 periodistas [1].

En un prolongadísimo primer momento, Washington expresó su acostumbrado apoyo inquebrantable al «derecho de Israel a defenderse», amenazando con recurrir al veto ante toda demanda de alto al fuego y… enviando a Israel la cantidad de bombas y de proyectiles necesaria para emprender la actual campaña de destrucción generalizada en el enclave palestino. Después de las derrotas militares sufridas en Siria y en Ucrania, era inconcebible para Washington aceptar una nueva derrota, ahora en Palestina.

Pero los ciudadanos estadounidenses estaban viendo en vivo, en sus teléfonos celulares, los horrores de la matanza iniciada contra la población de la franja de Gaza. Numerosos funcionarios del Departamento de Estado, expresaron por escrito la vergüenza que les embargaba al ver que su país, Estados Unidos, apoyaba la carnicería. Comenzaron a aparecer peticiones escritas y hubo personalidades estadounidenses, tanto judías como musulmanas, que renunciaron a sus cargos en la administración Biden.

En plena campaña electoral, con vista a la próxima elección presidencial, el equipo del presidente Joe Biden no podía seguir manchándose las manos de sangre. Y comenzó a presionar al gabinete de guerra de Israel para que negociara la liberación de los rehenes y aceptara un alto al fuego.

Instrumentalizando el trauma sufrido por sus conciudadanos, la coalición de Benyamin Netanyahu adoptó una posición de rechazo, asegurando que no habrá paz hasta que el Hamas haya sido erradicado.

Sólo entonces Washington entendió, ¡finalmente!, que lo acontecido el 7 de octubre fue sólo un pretexto que los actuales discípulos de Jabotinsky están utilizando para hacer lo que siempre han ambicionado: expulsar a los árabes de Palestina. Washington incrementó las presiones, observando que, después de todo, los palestinos también tienen derecho a vivir, que la colonización de las tierras palestinas es en definitiva ilegal a la luz del Derecho Internacional y que la cuestión israelo-palestina debe resolverse mediante la «solución de los dos Estados» –ya no sería mediante la creación del Estado binacional que se había previsto en la resolución 181, adoptada en 1947 por la Asamblea General de las Naciones Unidas.

Los sionistas revisionistas –o sea, los discípulos de Jabotinsky [2]– respondieron a Washington organizando, el 28 de enero, una “Conferencia por la Victoria de Israel” [3]. Y a esa conferencia llevaron como principal invitado al rabino Uzi Sharbaf, condenado –en Israel– a cadena perpetua por haber cometido crímenes racistas contra ciudadanos árabes y luego discretamente liberado por sus amigos del Estado hebreo. En aquella conferencia, el rabino Sharbaf no vaciló en presentarse como heredero del Lehi y del Grupo Stern… que durante la Segunda Guerra Mundial lucharon contra los Aliados junto al Duce Benito Mussolini.

En Washington y en Londres se recibió el mensaje con absoluta claridad: los sionistas revisionistas pretender imponer su voluntad a los anglosajones y no vacilarán en recurrir al terrorismo contra ellos, como lo hicieron inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial, si estos tratan de impedir la limpieza étnica ya programada.

La Casa Blanca prohibió inmediatamente, mediante un decreto presidencial, toda recogida de fondos para los sionistas revisionistas israelíes así como todo envío de financiamiento para esos elementos [4]. Esa prohibición emitida por Estados Unidos es extensiva a todos los bancos occidentales, en virtud de la ley estadounidense denominada Foreign Account Tax Compliance Act (FATCA).

El 8 de febrero, el presidente Biden firmó también un memorándum sobre las condiciones para la entrega de armamento estadounidense [5]. Según ese documento, Israel tiene de plazo hasta el 25 de marzo para garantizar por escrito que no viola el Derecho Internacional Humanitario –pero no se menciona el Derecho Internacional en sí– ni los derechos humanos –en el sentido de la Constitución de los Estados Unidos de América. Por su parte, los parlamentos de Países Bajos y del Reino Unido han comenzado a discutir sobre la posibilidad de poner fin al comercio de armas con Israel.

En Israel, la oposición democrática judía organizó, con bastante poco éxito, manifestaciones antisionistas. En aquellas manifestaciones, los oradores denunciaban la traición del primer ministro, Benyamin Netanyahu, quien en realidad utiliza la acción armada palestina del 7 de octubre para concretar su sueño colonial.

Los sionistas revisionistas emprendieron incluso una ofensiva mediática contra la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Medio Oriente (UNRWA).

Desde 1949, la UNRWA ha aportado servicios de enseñanza, alimentación, atención sanitaria y ciertos servicios sociales a 5,8 millones de palestinos sin nacionalidad (apátridas) tanto en Palestina como en Jordania, Líbano y Siria. Su presupuesto anual era superior a los 1 000 millones de dólares y cuenta más de 30 000 empleados. En 2018, el presidente estadounidense Donald Trump ya cuestionaba la asistencia a los palestinos, llegando a suspender el financiamiento de Estados Unidos a esa agencia de la ONU. El objetivo de Trump era obligar las facciones palestinas a regresar a la mesa de negociaciones. Ahora, 5 años después, el objetivo de los sionistas revisionistas israelíes es muy diferente.

Al arremeter contra la UNRWA, los sionistas revisionistas quieren lograr que Jordania, Líbano y Siria también expulsen a los refugiados palestinos. Con ese objetivo, la propaganda israelí acusa a 12 empleados de la UNRWA –que representarían un 0,04% de todo el personal de esa agencia de la ONU– de haber participado en la Operación “Diluvio de Al-Aqsa”. Basándose en esa acusación –no demostrada– el gobierno israelí bloqueó las cuentas de la UNRWA en Israel. El director de la UNRWA, Philippe Lazzarini, suspendió inmediatamente a los 12 empleados acusados por Israel y ordenó una investigación interna. Por supuesto, Israel no ha entregado al director de la UNRWA las pruebas que decía poseer. Pero todos los donantes de la UNRWA, comenzado por Estados Unidos y la Unión Europea, suspendieron de inmediato su financiamiento, provocando así, en sólo días, el colapso de todo el sistema de ayuda de la UNRWA en Gaza. Lo mismo ha venido sucediendo después en Jordania, Líbano y Siria.

Cuando el ministro británico de Exteriores, David Cameron, viajó a Israel, en un esfuerzo por ver cómo salvar al menos parte de la ayuda que recibían los palestinos, el ministro israelí de la Diáspora, Amichai Chikli, comparó esa iniciativa con la firma de los Acuerdos de Múnich entre el primer ministro británico Neville Chamberlain y Adolf Hitler. «Buenos días a David Cameron, quien quiere aportar “La paz a nuestro tiempo” y otorgar a los nazis que cometieron las atrocidades del 7 de octubre un premio bajo la forma de un Estado palestino como reconocimiento por los asesinatos de bebés en sus cunas, las violaciones y el secuestro de madres con sus hijos», escribió el ministro israelí. Al igual que en la “Conferencia por la Victoria de Israel”, los sionistas revisionistas amenazaban a los anglosajones.

La coalición de supremacistas judíos de Benyamin Netanyahu no tardó en comenzar a hablar de una nueva fase de su operación “Espada de Hierro”, ahora contra la ciudad de Rafah, en el sur de la franja de Gaza. Eso significa que los civiles, que ya tuvieron que huir del norte del enclave palestino, tendrían que huir nuevamente. Pero el ejército israelí ha construido una carretera que corta en dos la franja de Gaza, de manera que los civiles ya no pueden regresar al norte de ese territorio. Preparándose para lo peor, Egipto ha cerrado una vasta zona del Sinaí para acoger allí temporalmente a los gazauitas, cuya expulsión parece inevitable [6].

Conscientes de que sólo han logrado mantenerse en el poder gracias al trauma causado por la operación palestina del 7 de octubre, los sionistas revisionistas impusieron la adopción de una ley que considera toda reflexión sobre esa operación palestina como una negación de la Solución Final de los nazis. Esa ley prohíbe que se investiguen los hechos del 7 de octubre –quienes traten de hacerlo podrían ser condenados a 5 años de cárcel. Eso permite a los sionistas revisionistas seguir atribuyendo el ataque del 7 de octubre únicamente al Hamas, ignorando el hecho que otras facciones palestinas –la Yihad Islámica y el Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP)– también participaron. Y también les permite interpretar lo sucedido el 7 de octubre como un estallido antisemita, como un gigantesco pogromo y negar así su verdadero objetivo de liberación nacional.

Sabiendo que numerosos Estados han comenzado a interrogarse sobre la suspensión del financiamiento a la UNRWA, los sionistas revisionistas arrecian su propaganda contra esa agencia de la ONU, asegurando que el cuartel general del Hamas estaba en un subterráneo situado debajo de la sede de la UNRWA. El director de esa agencia, Philippe Lazzarini, expresó inmediatamente su perplejidad, recordando además que las autoridades israelíes venían cada cierto tiempo a inspeccionar las instalaciones de la UNRWA. Desde Nueva York, el representante permanente de Israel en la ONU, publicó en la red social X: «No es que usted no lo sabía, sino que no quiere saberlo. Hemos mostrado los túneles de los terroristas debajo de las escuelas de la UNRWA y entregado pruebas de que el Hamas explota a la UNRWA. Le imploramos que procediera a un registro general en todas las instalaciones de la UNRWA en Gaza. Pero usted no sólo se negó sino que prefirió meter la cabeza en la arena. Asuma sus responsabilidades y dimita ahora mismo. Cada día encontramos más pruebas de que, en Gaza, Hamas = ONU y viceversa. No se puede confiar en todo lo que dice la ONU ni en todo lo que se dice de Gaza.»

Los supremacistas judíos han creado una organización denominada Tzav 9 (una alusión a la orden de movilización general, Tsav 8) para impedir que la UNRWA continúe sus labores de ayuda a la población de Gaza. Han desplegado miembros de esa organización en los dos puntos de entrada de la franja de Gaza para cerrar el paso a los camiones cargados con la ayuda humanitaria. Un chofer de un camión de la UNRWA murió en Gaza, durante un incidente no aclarado, lo cual obligó la agencia a suspender sus convoyes.

Luego se reanudó la entrada de convoyes, pero sólo escoltados por soldados israelíes. Y desde ese momento tuvieron lugar los primeros ataques de la multitud hambreada. Samantha Power, directora de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), anunció que viajaría a Gaza para ver personalmente lo que allí sucede. Washington estimaba que los “ataques” no eran espontáneos, sino que los sionistas revisionistas podían estar orquestándolos subrepticiamente. Se produjo entonces la masacre de la rotonda de Nabulsi, en el sur de la ciudad de Gaza. Según la versión del ejército de Israel, 112 personas murieron allí aplastadas y pisoteadas durante una distribución de alimentos y los soldados israelíes tuvieron que hacer uso de sus armas para protegerse. Según el personal médico y la United Church of Christ, el 95% de las víctimas fatales tenían heridas mortales de bala. Washington publicó un comunicado donde apoya la posición de Israel, pero, según Haaretz, «es difícil que la comunidad internacional se trague esas explicaciones» [7].

Washington respondió autorizando a Jordania y Francia a lanzar en paracaídas cargamentos de raciones de comida sobre las playas de Gaza –Estados Unidos se unió después a esas operaciones aéreas. Estados Unidos se planteó también desplegar medios logísticos de sus fuerzas armadas para crear una especie de isla capaz de servir de muelle para recibir ayuda internacional para Gaza –las aguas de la costa de la franja de Gaza son poco profundas y no pueden recibir barcos de gran calado. El Pentágono pone así en aplicación una idea enunciada en 2017 por Israel Katz, el actual ministro israelí de Exteriores. Ya está decidida la creación de un corredor naval humanitario desde Chipre. Ese corredor será utilizado por Emiratos Árabes Unidos y la Unión Europea.

Mientras Israel seguía lanzando acusaciones contra la UNRWA, pero sin presentar la sombra de una prueba, esa agencia recogió los testimonios de un centenar de civiles gazauitas que los soldados israelíes habían detenido para “interrogarlos”. En este momento la UNRWA está preparando un informe, basado en los testimonios de esos civiles, sobre las torturas sistemáticas que sufrieron durante su cautiverio. Para comenzar, el mundo entero ya ha podido ver las imágenes de esos civiles y el tratamiento humillante que recibieron –los soldados israelíes los mantenían de rodillas, semidesnudos, descalzos y con los ojos vendados, antes de llevárselos en camiones a los lugares donde fueron interrogados.

En una muestra de desprecio hacia los anglosajones, los sionistas revisionistas incluso reactivan su proyecto colonizador. Numerosos colonos penetraron en la franja de Gaza, por el paso Eretz/Beit Hanune, para construir las primeras edificaciones de una nueva colonia que llamaron New Nisanit. Después de haber erigido al menos dos estructuras de madera, los colonos fueron finalmente expulsados de allí por los soldados israelíes.

También se dio a conocer una Carta del Comité para la Protección de los Periodistas. Firmada por 36 jefes de redacción de grandes medios de la prensa anglosajona, la misiva denuncia la muerte de muchos de sus empleados en Gaza y recuerda al gobierno de Israel que los periodistas son civiles cuya seguridad está obligado a garantizar [8].

Mientras el gobierno israelí fingía desconocer las muertes de periodistas, la mayoría de los oficiales del Departamento de Información de las fuerzas armadas de Israel dimitían en masa. Anteriormente, el 12 de octubre de 2023, la ministro de Información, Galit Distel-Etebaryan, había dimitido en protesta por la censura militar. Pero la nueva crisis era más grave ya que los responsables directos de la desinformación, de la censura y de la propaganda militar se negaban a seguir mintiendo.

Por el momento, la única concesión de Benyamin Netanyahu ha sido dar marcha atrás en cuanto a la prohibición de celebrar el ramadán en la mezquita Al-Aqsa. Después de un encuentro de los diputados árabes del parlamento israelí con el rey Abdala II de Jordania, único responsable internacionalmente reconocido de la seguridad de ese lugar sagrado de los musulmanes situado en Jerusalén, Netanyahu finalmente autorizó que los musulmanes se reúnan allí durante la primera semana del ramadán, autorización que tendría que ser renovada cada 7 días.

En definitiva, Washington ha decidido cambiar radicalmente de política. Hasta ahora, había considerado que no podía permitir que Israel fuese derrotado, así que apoyó la matanza que Israel está perpetrando en Gaza. Pero ahora Washington considera que no puede permitir tampoco una victoria de los fascistas judíos. Dicho eso, es importante entender lo siguiente: lo que ha motivado el cambio de opinión de Washington no es el sufrimiento de los palestinos, ni un súbito acceso de antifascismo. La razón del cambio de posición estadounidense está en las amenazas de los sionistas revisionistas. Las nuevas posiciones de Washington están dictadas por su voluntad de conservar su posición predominante en el mundo. Si bien Estados Unidos no podía permitirse una nueva derrota –después de las que ya ha sufrido en Siria y en Ucrania–, mucho menos podría permitirse perder su posición de superioridad ante los sionistas revisionistas israelíes.

Es por eso que la administración Biden invitó el general Benny Gantz, líder de la oposición israelí, primer ministro alternativo del anterior gobierno y –desde el 12 de octubre– ministro sin cartera en el gabinete de guerra israelí, a viajar a Washington, a pesar del enojo que ese viaje ha suscitado de parte del primer ministro Netanyahu. De cierta manera, Biden hace “pagar la factura” a Netanyahu, quien en 2015 logró que el Congreso estadounidense lo invitara a pronunciar un discurso ante todos los congresistas… en contra de la opinión del entonces presidente Barack Obama. En pocas palabras, la administración Biden quiere que todos sepan que las órdenes siempre, ¡siempre!, vienen de Washington.

Estados Unidos se siente obligado a actuar, en un contexto en que Rusia acaba de reunir en Moscú las 60 organizaciones políticas palestinas, las invitó a unirse e incluso ha logrado convencer al Hamas para que acepte la Carta de la Organización de Liberación de Palestina (OLP), documento que reconoce el Estado de Israel.

El general Benny Gantz viajó a Washington para asegurar a sus interlocutores estadounidenses que todavía hay posibilidades de salvar Israel y para obtener garantías de que sus aliados no le darán la espalda. Para su gran sorpresa, no les apareció como una alternativa estratégica a Benjamín Netanyahu, sino simplemente como un general preocupado por no masacrar en masa a personas inocentes.

El 5 de marzo, la vicepresidente estadounidense Kamala Harris recibió al general Gantz y, ante él, denunció claramente la masacre desatada por la coalición de Benyamin Netanyahu –según la prensa estadounidense, la versión inicial del discurso de Kamala Harris estaba escrita en términos todavía más duros. Lo importante, en todo caso, es que la vicepresidente hizo el papel del “policía malo”, mientras que el Departamento de Estado y el Pentágono asumían el del “policía bueno”. Durante su entrevista con Gantz, el secretario de Estado Antony Blinken prácticamente dio al general el visto bueno de Estados Unidos como futuro primer ministro de Israel. Precisamente durante la visita de Gantz, se anunció en Washington la “dimisión” de la subsecretaria de Estado Victoria Nuland. Victoria Nuland no es una desconocida en Europa desde que supervisó, en 2014, el derrocamiento del presidente electo ucraniano Viktor Yanukovich. También fue Victoria Nulad quien convenció a la canciller alemana Angela Merkel y al presidente francés Francois Hollande para que firmaran, en calidad de garantes, los Acuerdos de Minsk. Hoy se sabe que los dirigentes occidentales no estaban interesados en detener la matanza de pobladores rusoparlantes del Donbass sino sólo en ganar tiempo para armar a Ucrania. Victoria Nuland es además la esposa del historiador estadounidense Robert Kagan, quien presidió el Project for a New American Century (PNAC), desde donde los atentados del 11 de septiembre de 2021 se anunciaron como el «Nueva Pearl Harbor» que despertaría al «Imperio estadounidense» [9]. Victoria Nuland y su esposo Robert Kagan son discípulos del filósofo alemán Leo Strauss, quien fue a su vez discípulo de Vladimir “Zeev” Jabotinsky, años antes de llegar a convertirse en una personalidad de referencia del movimiento neoconservador [10]. El número 2 del Projet for a New American Century era Elliott Abrams, quien el año pasado financió primero la campaña electoral y después el golpe de Estado de Benyamin Netanyahu en Israel [11]. En 2006, Victoria Nuland, entonces embajadora de Estados Unidos en la OTAN, detuvo la guerra entre Israel y Líbano, salvando así a Israel de una vergonzosa derrota ante el Hezbollah. Por supuesto, la señora Nuland conoce muy bien a Benyamin Netanyahu y su salida del Departamento de Estado puede interpretarse como un deseo de la administración Biden de “limpiar” su propia casa antes de hacer lo mismo en Israel. El 6 de marzo, a su regreso de Washington, el general Benny Gantz hizo una parada en Londres. Allí fue recibido por Tim Barrow, el consejero de seguridad del primer ministro Rishi Sunak, y por el ministro británico de Exteriores, David Cameron. Gantz subrayó, claro está, que Israel «tiene derecho a defenderse», pero agregó que debe hacerlo respetando el derecho internacional. Esta escala londinense era para Gantz una etapa obligatoria porque el Hamas es la rama palestina de la Hermandad Musulmana, la secta política secreta aupada por el MI6 británico y supervisada desde hace décadas por el hoy rey Carlos III.

En su discurso sobre el Estado de la Unión, el 7 de marzo, el presidente Biden declaró:
A los líderes de Israel, les digo lo siguiente: la ayuda humanitaria no puede ser una consideración secundaria o negociarse a cambio de algo. Proteger y salvar vidas humanas tiene que ser una prioridad. En cuanto al futuro, la única solución real es una solución de dos Estados. Digo esto como un aliado de mucho tiempo de Israel y siendo el único presidente de Estados Unidos que ha visitado Israel en tiempo de guerra. No hay otro camino que garantice la seguridad y la democracia de Israel. No hay otro camino que garantice que los palestinos pueden vivir en paz y con dignidad. No hay otro camino que garantice la paz entre Israel y todos sus países vecinos, incluida Arabia Saudita. [12].
Durante el transcurso de la masacre israelí contra la población de Gaza, numerosos dirigentes del Medio Oriente ampliado, alguna vez favorables a la Hermandad Musulmana, han comenzado a interrogarse sobre el Hamas. Si en algún momento pudo parecer comprensible que, en nombre del islam, la Hermandad Musulmana luchara contra los soviéticos en Afganistán y después contra los laicos de Muammar el-Kadhafi y de Bachar el-Assad, en Libia y en Siria, ¿cómo explicar que haya podido realizar una operación que sólo podía costar innumerables vidas únicamente a un pueblo musulmán?

El primero en reaccionar ha sido el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, quien revocó la nacionalidad turca otorgada hace sólo 2 años al Guía Supremo de la Hermandad Musulmana, el egipcio Mahmud Huseyin. Eso no quiere decir que el presidente Erdogan haya renunciado a la ideología del islam político, sino que está tratando de disociarla del colonialismo anglosajón, conforme a lo que propone otro miembro de la Hermandad Musulmana, Mahmud Fathi.

Durante 75 años, las potencias occidentales impusieron su voluntad a sus ex colonias del «Gran Medio Oriente» (o Medio Oriente ampliado), y lo hicieron a través de los yihadistas o utilizando directamente sus ejércitos. Al apoyar durante 4 meses la matanza de palestinos emprendida por los fascistas judíos del grupo Jabotinsky-Netanyahu, las potencias occidentales han dejado en el camino su prestigio.

Pase lo que pase a partir de ahora en Israel –con Benny Gantz y Yair Lapid más bien que con Benyamin Netanyahu e Itamar Ben-Gvir– el hecho es que el poderío israelí, basado en el mito de una supuesta incompatibilidad entre los judíos y el fascismo, ya se ha derrumbado. Ahora será posible sacar a la luz todos los crímenes que ese grupúsculo cometió, durante la guerra fría, por cuenta de la CIA estadounidense, en el Medio Oriente, así como en África y en América Latina.

*Thierry Meyssan Intelectual francés, presidente-fundador de la Red Voltaire y de la conferencia Axis for Peace. Sus análisis sobre política exterior se publican en la prensa árabe, latinoamericana y rusa. Última obra publicada en español: De la impostura del 11 de septiembre a Donald Trump. Ante nuestros ojos la gran farsa de las «primaveras árabes» (2017).
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Notas
[1] «Ayuda humanitaria de Estados Unidos y bombas, también estadounidenses, sobre Gaza», por Manlio Dinucci, Red Voltaire, 9 de marzo de 2024.
[2] «Cuando el velo se desgarra: las verdades ocultas, de Jabotinsky a Netanyahu», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 23 de enero de 2024.
[3] «La “Conferencia por la Victoria de Israel” realizada en Jerusalén, una amenaza para Londres y Washington», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 13 de febrero de 2024.
[4] Executive Order on Imposing Certain Sanctions on Persons Undermining Peace, Security, and Stability in the West Bank, White House, 1º de febrero de 2024.
[5] National Security Memorandum on Safeguards and Accountability With Respect to Transferred Defense Articles and Defense Services, White House, 8 de febrero de 2024.
[6] السلطات المصرية تشرع في بناء منطقة أمنية عازلة محاطة بأسوار لإستقبال فلسطيني غزة, Sinai Foundation for Human Rights, 14 de febrero de 2024.
[7] «In Absence of Hostage Deal, U.S. Reining in Israel’s Actions in Gaza», Amos Harel, Haaretz, 10 de marzo de 2024.
[8] “Open letter on journalists in Gaza”, Committee to Protect Journalists, 29 de febrero de 2024.
[9] L’Effroyable imposture, suivie du Pentagate, Thierry Meyssan, éditions Demi-Line.
[10] «Vladimir Putin en guerra contra los “straussianos”‎», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 5 de marzo de 2022.
[11] «El golpe de Estado de los straussianos en Israel», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 7 de marzo de 2023.
[12] «Discurso de Joe Biden sobre el estado de la Unión», Joseph R. Biden Jr., Red Voltaire, 7 de marzo de 2024.


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