Si faltaba algo para corroborar la verdadera condición de Javier Milei, ahora contamos con su “pieza discursiva” en el Foro Davos (Suiza) del 17 de enero de 2024
Miguel Mazzeo, La Haine
Pieza tóxica si las hay, sin una pizca de la aristotélica virtud intelectiva. Una pieza dogmática que quiere poner la vida al servicio de una teoría menesterosa y antidialéctica. Una verdadera “diatriba” contra los costados menos salvajes del capitalismo. La pieza, perfectamente, podría titularse: el capitalismo será salvaje o no será.
Dicha pieza presenta una visión muy sesgada de la historia del capitalismo que, entre otras cosas, ignora la irrealidad de la “mano de invisible del mercado” y la realidad de la “garra visible del monopolio”, las grandes corporaciones y del imperialismo; que pasa por alto las refutaciones histórico-prácticas al mercado autorregulado, a la ley de Say, a la teoría del derrame, etc. ¡Si hasta encuentra fundamentos “comunistas” en la teoría neoclásica! Se trata de una apología de la barbarie en toda la línea. Estamos frente a un texto clave del inmoralismo más crudo y de la actividad intelectual morbosa. Escucharlo produce sensaciones donde se entremezclan la vergüenza ajena y el pánico.
Queda claro que Milei no se conforma con el orden del mundo, quiere cambiarlo. Aspira al desorden absoluto del capital. Desea un Occidente sin fisuras, sin contradicciones, sin barreras. Por eso afirma, paranoico, que Occidente está en peligro. ¿La sociedad de mercado perfecta, sin un ápice de Estado? En realidad, es más ambicioso, pretende llegar más lejos aún: el mercado puro, sin sociedad, la universalidad corporativa, el despojo completo. Quiere que los primeros sean los primeros, pero sin la presencia, siempre amenazante, de las últimas y los últimos.
Milei está convencido de que es posible forzar la historicidad del capitalismo, destrabarla, acelerarla. Es frontal e idealista (a su manera, claro). No apela a la ironía. Es irascible. Detesta la mansedumbre. Y aunque coincide con el político burgués convencional en la modesta capacidad especulativa y en la indigencia conceptual, contrasta con la tibieza de este último y se ubica en las antípodas del burócrata monocorde, apático e indolente.
Por cierto, además de la vergüenza ajena deberíamos también sentir un poco de vergüenza propia: la ultraderecha parece tener más sentido de la autodeterminación y se viene mostrando menos apática y menos escéptica que el “progresismo”, las tradiciones nacionales-populares y las izquierdas.
La actividad delirante de Milei es prolífica. Según las antiguas tipologías psiquiátricas es posible identificar: delirio de auto-referencia, delirio de grandeza, delirio de influencia, delirio de transformación cósmica, delirio emocional, delirio intelectual, delirio místico, delirio “querulante”, entre otros deliria.
A la derecha de la ultraderecha, Milei está en la cúspide de la sinrazón. Franquea todo el tiempo los límites de lo bochornoso y no se da cuenta. Por eso las prácticas esotéricas, el recurso al “espiritismo animal”, el poder de la hermana médium, etc., son los componentes imprescindibles (plenamente funcionales) del mismo paquete, los complementos mágicos y metafísicos necesarios. Los estoicos planteaban que el hombre que no es sabio es loco. Milei, claramente, no es sabio. Pero su delirio no es solo de él. Ahí radica el verdadero problema. Es el delirio de un sistema que, para sobrevivir, redobla la apuesta. Es el delirio de una sociedad rota, desesperanzada. ¿Pueden obrar la razón y la inteligencia en un mundo dominado por la necesidad? ¿Cómo salir del círculo vicioso entre necesidad y sinrazón?
Más allá de la mofa y la sátira –inevitables ante semejante personaje vomitado por la historia– la desmesura de Milei no debería llamar a confusión: él no deja de cabalgar una tendencia real del capital. En este aspecto es un auténtico “adelantado” y expresa una potencia activa. Así como las revolucionarias y los revolucionarios anticolonialistas, antiimperialistas y anticapitalistas plantearon, alguna vez, la figura del “hombre nuevo”, él viene a proponer la “bestia nueva”. Quiere realizar aquí y ahora el futuro más aterrador: la barbarie que hace décadas se viene anunciando de modos muy diversos (aunque, conviene recordar, algunos y algunas lo vislumbraron hace más de un siglo, Karl Marx y Rosa Luxemburgo, entre otros y otras).
Por el lado de la militancia bárbara que ha tomado la ofensiva se confirma la validez de la disyuntiva de nuestro tiempo: socialismo o barbarie. Argentina se ha convertido en el escenario menos pensado del anticipo más nítido de un futuro distópico.
Los multimillonarios del Foro de Davos quedaron estupefactos frente a tanta conciencia obnubilada. Se horrorizaron por un discurso repleto de lugares comunes ultramontanos, oscurantistas y extemporáneos; un discurso saturado de saberes nulos y de nociones vagas, incoherentes, alucinadas y falsas. Más allá de las coincidencias de fondo, muy probablemente les habrá parecido políticamente incorrecta su misoginia y su misantropía, su abierta reivindicación de la ley natural como la ley del más fuerte; igualmente su proyecto tendiente a acelerar la destrucción de la naturaleza y de toda comunidad humana (que incluiría a los mismísimos formatos republicanos).
Pero, en realidad, Milei en Davos no hizo más que mostrarles la criatura que ellos mismos han creado y que se resisten a dejar suelta. Por eso, el bizarro presidente argentino les pidió encarecidamente a los grandes capitalistas del mundo que liberen totalmente a la bestia y que ya dejen de apostar a las regulaciones, a las formas de convivencia y a las instituciones que no hacen más retrasar la llegada de la “bestia nueva”. Milei es un creyente, un verdadero cruzado, un fanático de la propiedad privada. Su fe en el mercado y en el capital es infinita. Los multimillonarios se manejan en un plano menos fundado en la fe y poseen algún sentido pragmático. La propuesta de Milei, por ahora, les parece demasiado ambiciosa. Una herejía al interior de religión del capital. Tal vez teman ser arrastrados por sus efectos devastadores. Posiblemente algunos consideren que una dosis tan alta de impiedad puede ser contraproducente para garantizar la dominación social. También es evidente que desconfían de su amateurismo político.
Frente a este escenario, la resistencia popular adquiere dimensiones impensadas. No luchamos solo contra un gobierno neoliberal. Frente a nosotras, nosotros y nosotres está la vanguardia de un futuro oscuro y aterrador; un puesto de avanzada de la barbarie dirigido por un delirante, como no podía ser de otra manera. Para ser optimistas, podríamos decir: luchamos contra el capitalismo tardío que, en su fase decadente, tiende a manifestarse apelando a expresiones aberrantes y desquiciadas. Esto recién comienza. Aunque este patético episodio se termine pronto. Aunque el futuro próximo (post-colapso) nos depare algunos remansos.
Luchamos contra la sinrazón, que es un signo de la incapacidad para gozar de la vida y para vencer el temor a la muerte. Defendemos, al unísono, la justicia distributiva y la igualdad radical como condición de cualquier convivencia humana. No hay justicia en el individuo sin justicia en la comunidad. Defendemos la comunidad humana. La comunidad autoorganizada. A la barbarie del capital le oponemos el socialismo y el poder popular.
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