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lunes, 11 de diciembre de 2023

Ucrania, Hitler y la Operación Barbarroja 2.0 de Occidente

El gran error de la OTAN fue hacer que Rusia volviera a ver una amenaza existencial a su seguridad. Ante tales amenazas, como demuestra la historia, los rusos siempre han salido victoriosos
Valdir da Silva Bezerra, La Haine

En junio de 1941, Hitler lanzó su Operación Barbarroja de invasión de la Unión Soviética durante la II Guerra Mundial. Su misión era conquistar el territorio soviético, eliminando su población y aumentando el llamado “espacio vital” del pueblo alemán. A pesar del fracaso de Hitler, parece que Occidente sigue teniendo en alta estima este plan.

Cinco años antes de la invasión, Stalin había explicado a sus camaradas de partido la tesis de que cuando un Estado quiere atacar a otro con el que aún no comparte frontera, el futuro agresor comienza a absorber a otros países hasta convertirse en vecino del objetivo que quiere atacar.

Ahora bien, en los últimos meses de 1940 y durante la primera mitad de 1941, el Ejército de Hitler ya había absorbido varios países que separaban a la Alemania nazi de la Unión Soviética, lo que le permitió finalmente enviar a sus hombres y su infraestructura militar cerca de la frontera con la URSS. Fue entonces, en un momento oportuno, cuando la Alemania nazi lanzó su ataque masivo y largamente planeado contra la Unión Soviética, un ataque que se extendía desde el Mar Báltico en el norte hasta el Mar Negro en el sur y que estaba dividido en tres frentes.

El primer frente estaba formado por el llamado Grupo Norte, cuyo objetivo era avanzar a través de los países bálticos (Estonia, Letonia, Lituania) hasta la ciudad de Leningrado (actual San Petersburgo). El segundo frente estaba formado por el Grupo Central, cuyo objetivo era avanzar a través de Bielorrusia hacia la capital soviética, Moscú, y así hacer capitular a la URSS. Y, por último, el tercer frente estaba formado por el Grupo Sur, cuyo objetivo era capturar Ucrania y, desde allí, hacerse con el control estratégico de las ricas regiones agrícolas al sur de la Unión Soviética.

Rusia aún conserva el recuerdo de esta catástrofe y, sobre todo, de los millones de víctimas soviéticas que se sacrificaron en favor de la derrota definitiva del nazismo. No es casualidad, por tanto, que el avance de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) hacia el este en el período posterior de la Guerra Fría se haya convertido en motivo de gran preocupación para la seguridad de Rusia.

Después de todo, nuevamente Moscú vio cómo las tropas e infraestructuras militares occidentales se acercaban cada vez más a su territorio.

Con la entrada de los países bálticos (Estonia, Letonia y Lituania) en la OTAN en 2004, la Alianza Atlántica comparte ahora frontera directa con Rusia, lo que permite a sus cazas patrullar el espacio aéreo del país, a pocos minutos de San Petersburgo (antigua Leningrado).

Occidente había materializado entonces la formación de su Grupo Norte 2.0, con el que podría avanzar hacia territorio ruso desde el mar Báltico.El Grupo Central 2.0 se habría formado si Occidente hubiera llevado a cabo el golpe contra Lukashenko en 2020, cuando Bielorrusia experimentaba una importante agitación política y social. En aquel momento, la candidata opositora, Svetlana Tijanóvskaya, negó haber perdido las elecciones presidenciales y no tardó en recibir el apoyo inmediato de varios líderes occidentales, que vieron una oportunidad única para distanciar a Bielorrusia de Rusia de una vez por todas.

Si Tijanóvskaya hubiera llegado al poder, como hicieron las fuerzas nacionalistas de la oposición en Ucrania en 2014, ¿hay alguna duda de lo que habría ocurrido después? Sencillamente, la “nueva gobernante” de Bielorrusia solicitaría casi de inmediato a las potencias occidentales formar parte de la OTAN.

En cualquier caso, si bien el golpe fracasó en Bielorrusia, al menos tuvo éxito en Ucrania, y los planes para incorporar ese país a la Alianza Atlántica siempre han estado en la agenda de Occidente. Al fin y al cabo, el ingreso de Ucrania en la OTAN convertiría al país en una “plataforma ideal” para atacar a Rusia, ya que la frontera entre ambos Estados está formada básicamente por estepas.

Al admitir a Kiev en la OTAN, Occidente formaría entonces su Grupo Sur 2.0, haciéndose con el control definitivo de los recursos agrícolas e industriales de Ucrania. Además, Occidente también acercaría su infraestructura militar y sus tropas a las fronteras meridionales de Rusia, al encontrarse a poca distancia de (¡adivinen!) las principales zonas rusas de extracción y procesamiento de petróleo en el Cáucaso.

Solo hay que recordar que hacerse con el control de estas zonas petrolíferas fue precisamente una de las razones por las que Hitler trasladó gran parte de su Ejército para atacar la ciudad de Stalingrado (actual Volgogrado). Es realmente increíble cómo se repite la historia. Del mismo modo que Hitler organizó a los nazis para rodear y capturar ciudades y territorios estratégicamente importantes dentro de la Unión Soviética, Occidente coordinó a la OTAN para mover sus piezas militares cerca de regiones con grandes concentraciones de población, como San Petersburgo en el norte, y recursos naturales como el petróleo en el sur de Rusia.

En cualquier caso, hay que recordar que al igual que las fuerzas alemanas fueron derrotadas y repelidas por la Unión Soviética, también lo serán las fuerzas de Occidente que hoy luchan hasta el último ucraniano. Ni siquiera la ayuda de casi 30 países a Kiev ha sido ni será capaz de derrotar a Rusia en el campo de batalla como se esperaba.

El gran error de la actual estrategia occidental al impulsar la expansión de la OTAN hacia el este fue hacer que Rusia volviera a ver una amenaza existencial a su seguridad. Ante tales amenazas, como demuestra la historia, los rusos siempre han salido victoriosos.

Aunque hay algo que debe quedar muy claro. A Moscú nunca le interesó dominar Ucrania, sino evitar que se convirtiera en un trampolín para atacar a Rusia. De alguna manera, era necesario inculcar algo de conciencia en los dirigentes ucranianos para que sus élites sirvieran por fin a los intereses del pueblo y no a los de Occidente. Después de todo, no es ningún secreto que hoy en día tanto EEUU como Europa consideran a Rusia su principal adversario ideológico y geopolítico en el continente europeo.

Del mismo modo, Hitler consideraba a la Unión Soviética su principal adversario ideológico. La OTAN, y tras ella EEUU, se considera la mayor fuerza militar del mundo. Del mismo modo, Hitler consideraba invencible al Ejército alemán. Sin embargo, fue la batalla de Stalingrado la que definió la verdadera medida de las cosas, demostrando que el pueblo ruso no se doblega ante ninguna potencia hegemónica.

Fueron los soviéticos quienes ganaron la Segunda Guerra Mundial. Así que si Occidente quiere empezar la Tercera, es bueno saber lo que les espera. Porque pase lo que pase, la Operación Barbarroja 2.0 tendrá el mismo final que la primera.

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