¡La resistencia palestina derrumbó el mito de la presunta inviolabilidad de la Cúpula de Hierro del sionismo!
Adrián Sotelo Valencia, Rebelión
Como economía de guerra y de armamentos, Estados Unidos tiene que utilizar sus peones en el tablero geopolítico para abrir mercados de guerra, de venta de armamentos para contrarrestar sus graves problemas de acumulación y valorización de capital que conlleva la caída de su tasa de ganancia y de rentabilidad.
Así, históricamente, desde el siglo XIX —al igual que otras grandes potencias imperialistas como Alemania, Holanda, Francia y Gran Bretaña— EEUU se ha abierto paso anexándose territorios, recursos naturales y materias primas para garantizar sus procesos de acumulación y las posteriores anexiones territoriales coloniales en distintas partes del mundo subdesarrollado y dependiente, tal y como demostró Lenin en su monumental obra, El imperialismo: fase contemporánea del capitalismo.
Es en este contexto donde se desarrolla la guerra de Ucrania y la masacre perpetrada por el subimperialismo sionista comandado por Washington contra el pueblo palestino, con un saldo de miles de muertos y heridos y la destrucción prácticamente de toda la infraestructura urbana, sanitaria, comercial, comunicacional y las viviendas familiares de la Franja de Gaza.
Este es el resultado de la profunda crisis estructural y civilizatoria del modo de producción capitalista planetario y de la pérdida de hegemonía-supremacía del imperialismo estadounidense a nivel global. Si bien el capitalismo, el imperialismo y el fascismo son armas destructoras de la humanidad, el sionismo, las exacerba y potencia como calamidad cuyo objetivo es la extinción de la propia humanidad. Según Sputnik al 18 de noviembre de 2023, 12.300 civiles, entre ellos más de 5.000 niños y 3.000 mujeres, han sido asesinados en la Franja de Gaza desde el pasado 7 de octubre de 2023 cuando comenzó el ataque sionista masivo contra Palestina. Además, esta fuente indica que los bombardeos israelíes destruyeron 43.000 edificios residenciales, mientras que 225.000 fueron parcialmente destruidos y hay miles de desaparecidos bajo los escombros provocados por las bombas sionistas.
Los medios de comunicación y las redes sociales del occidente colectivo ocultan esta pecaminosa realidad de barbarie y limpieza étnica contra la población palestina. Convertida en el mayor campo de concentración del mundo a cielo abierto, con una población cautiva de 2 millones 260 mil habitantes y con la mayor densidad poblacional del planeta, los cobardes soldados asesinos matan a mansalva, bombardean los hospitales y las escuelas donde perecen decenas de niños y enfermos, con el completo beneplácito de los gobernantes europeos y su jefe supremo, el presidente gringo, Joe Biden, representante de la gerontocracia norteamericana que se complace y alimenta con la matanza masiva al ritmo en que les envía a los sionistas todo tipo de armas de destrucción masiva (misiles y municiones), bloqueando, en el Consejo de Seguridad de la inservible ONU, todo tipo de propuestas presentadas por diversos gobiernos para frenar la feroz matanza de seres humanos perpetrada por el ejército de ocupación sionista.
Como apuntan diversos especialistas, el imperialismo es más peligroso en su fase decadente puesto que sus representantes, Obama, Trump o Biden, se hacen ilusiones de mantenerse como el hegemón y el verdugo del mundo remembrando la injerencista «doctrina Monroe» y el macartismo anticomunista que profesan todos los presidentes estadounidenses (al respecto véase: National Security Strategy 2022, en y Sotelo, en Rebelión).
Al estarse minando los instrumentos tradicionales en los que Estados Unidos forjó su dominación imperial después de la Gran Guerra Patria: el dólar y el pentágono, a los que agregamos el mediático, deteriorado y precarizado «american way of life» hollywoodense, la arrogancia de la clase dominante y de los personeros representantes del Estado se vuelve cada vez más aguerrida en un mundo en profunda transformación y en ascenso caracterizado por el multipolarismo y la creciente desdolarización de la economía capitalista mundial, frente al tradicional y carcomido unilateralismo imperialista norteamericano, al cual están subordinados la mayoría de los presidentes y gobiernos neoliberales del occidente colectivo encerrados en la jaula de hierro de la OTAN.
La rivalidad entre China y Estados Unidos por la hegemonía tecnológica en el marco de la cuarta revolución industrial y el conflicto en Taiwán, la crisis sanitaria del coronavirus, la guerra de Ucrania y el actual ataque y masacre del sionismo israelí contra el pueblo palestino, configuran el marco estructural de la geopolítica del desastre del imperialismo, que trata de contrarrestar desesperadamente por todos los medios.
Es en función de lo anterior que Estados Unidos apoya incondicionalmente a la entidad sionista ya que representa su bastión represor y de dominio en esa región del Medio Oriente. Si bien el ejército israelí, que desde la aviación bombardea indiscriminadamente a la población civil, se ensaña contra el desarmado pueblo palestino ante su frustración por no enfrentar directamente a las fuerzas de la resistencia, sin embargo, y frente al contubernio de los gobiernos neoliberales y de derecha del occidente colectivo, aquéllas cuentan con el apoyo de fuerzas externas como Hezbolá que ha respondido con fuego de artillería a los puestos de ocupación israelíes en el Líbano y a los del territorio de la entidad sionista, así como con el apoyo yemení que a pesar de ubicarse a una distancia de más de 2000 kilómetros de Tel Aviv, ha lanzado misiles para apoyar la resistencia e impedir que el Ejército sionista concentre todas sus fuerzas en la masacre tanto en la Franja de Gaza como en la Cisjordania ocupada. Irán, por su parte, apoya al pueblo palestino sin involucrarse directamente puesto que su intervención supondría regionalizar el conflicto y la guerra en el Medio Oriente.
De cualquier forma, independientemente del tiempo que se mantenga el ataque sionista contra el pueblo palestino, lo cierto es que la resistencia puso al descubierto el mito de la «infalibilidad» del sionismo y abrió la posibilidad histórica de la liberación de Palestina y la segura constitución de su Estado-nación soberano, independiente y con un altísimo sentido ético y geopolítico en el naciente mundo multipolar.
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Adrián Sotelo Valencia es sociólogo y profesor de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM
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