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domingo, 5 de abril de 2020

1918: la dama española


Gustavo Gordillo, La Jornada

Beis. En el último día de agosto, Babe Ruth pitcheó un juego de tres hits y conectó un largo doble para coronar a los Medias Rojas contra los Atléticos de Filadelfia, en la Liga Americana. En el punto culminante de la Serie Mundial, poco antes del quinto juego, ambos equipos –Medias Rojas y Cachorros de Chicago– se negaron a jugar, a menos que les pagaran un sobresueldo. Los aficionados comenzaron a gritarles bolcheviques. En septiembre 11 de 1918, los Medias Rojas se coronaron campeones de las Ligas Mayores.

La dama. ¿Por qué los beisbolistas reclamaron mayor sueldo? Ese mismo día el gobierno en Washington reconoció que la entonces llamada influenza española había llegado al continente. De hecho, había llegado antes. El nombre equivocaba el origen de la pandemia. Estando Europa en guerra, España se mantuvo neutral y, en consecuencia, las informaciones sobre la pandemia circulaban sin censura. Además, el contagio del rey Alfonso XIII y su primer ministro hicieron más verosímil el apelativo de fiebre española, aunque de manera más poética se le denominó la dama española.

La pandemia pasó desapercibida, porque la entrada de Estados Unidos a la guerra oscurecía todo. Así que mientras se registraban casos de infectados y muertes por una extraña epidemia, el pueblo estadunidense, imbuido de fervor patrio, realizaba por todo el país reuniones multitudinarias –llamadas Bonos para la Libertad– para comprar los bonos de guerra emitidos por el gobierno para financiar la guerra. Y se impulsó aún más el contagio.

La influenza de los cuarteles. En sentido estricto la pandemia se expandió desde las entrañas de la guerra misma, en los cuarteles y en las barricadas de todos los contendientes. Yo me baso en los recuentos hechos del lado norteamericano (Crosby,1989; Kolata, 1999), pero existe literatura sobre lo ocurrido en otros países. Los datos probablemente están subestimados –por debilidades técnicas y también por decisiones políticas–, pero se acepta en principio que en Estados Unidos murieron 675 mil personas de una población de alrededor de 130 millones, mientras que en el mundo hasta una cuarta parte de la humanidad se infectó y murieron más de 50 millones de personas. Todo esto debe tomarse con precaución porque las poblaciones en China, India y Rusia sufrieron grandes pérdidas, pero difíciles quizás de cuantificar (Correia, Luck y Verner, 2020).

¿Sabían las autoridades de la existencia de esta enfermedad? Contundentemente, sí. Los comandantes de un buen número de cuarteles en ciudades del noreste de Estados Unidos reportaron desde finales de 1917 y durante todo 1918 las enfermedades y muertes masivas de marinos y soldados. Al término de septiembre el jefe del gabinete de Washington telegrafió al general Pershing, encargado de las operaciones en Europa, para informarle que la conscripción y el entrenamiento se había parado totalmente, debido a la enfermedad. A principios de noviembre de 1918 se firmó la rendición de Alemania y sus aliados. Los muertos estadunidenses en la primera y segunda guerras mundiales, en la de Corea y en la de Vietnam fueron menos que los fallecidos por la pandemia de 1917-1919.

La población, en riesgo. En la marina y el ejército estaban en riesgo soldados conscriptos jóvenes –de menos de 30 años–, muchos de ellos de procedencia rural o bien migrantes, sobre todo europeos, que no tenían sus papeles en regla y que les habían ofrecido la ciudadanía estadunidense si se registraban en las fuerzas armadas. Así, por ejemplo, en la cúspide del contagio, en el campo Devens un juez federal fue a juramentar a 2 mil 300 soldados que no eran ciudadanos americanos hasta ese momento.

Sigo con dos temas: la lucha, hasta nuestros días, por encontrar respuestas técnicas sobre la pandemia de 1918 (Worobey et al, PNAS,2020) y las decisiones de política que esa búsqueda ha generado.

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