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jueves, 19 de marzo de 2020

Estados Unidos en el ojo del huracán


Rafael Poch de Feliu

El viernes la OMS declaró que el epicentro de la pandemia ya no era China, sino Europa, pero bien pronto la situación más crítica podríamos tenerla en Estados Unidos. Que Estados Unidos se sitúe en el ojo del huracán parece pulverizar la tesis, lanzada ya en febrero por el centro antiimperialista Global Research, de que el origen de la pandemia estuvo en Estados Unidos y que su gobierno la utilizaba “para poner a la economía china de rodillas”.

El ayatolla Jamenei, líder supremo de Irán, ha seguido esa estela y ha dicho que la pandemia podría ser un “ataque biológico” contra China e Irán, pero a la vista de los perjuicios que se esperan en Estados Unidos de lo que se trataría, más bien, sería de una gran chapuza y una enorme estupidez.

No es que la pandemia haya puesto a “la economía china de rodillas”, sino a la “economía” en general. Y no solo porque lo primero implique lo segundo (dado el tamaño y el papel global de la economía china), sino por la simple razón de que el único medio para controlar la epidemia es, precisamente, matar la economía.

Eso es algo que ya dicen los habituales analistas y estrategas de mercado. Lo más probable es que la pandemia no sea contenida hasta junio, si todo va bien. Europa, dicen, estará en recesión el primer y segundo trimestre. Italia, seguramente todo el año 2020, igual que Alemania, cuyo fuerte vector exportador se revela ahora como talón de Aquiles. Francia, en cambio, por mal que vayan las cosas, podría salir algo menos malparada a causa de la mayor diversificación de su economía. Respecto a Estados Unidos, seguramente conocerá recesión en el segundo trimestre y su tasa de “crecimiento” se reducirá a un 1%… Todo esto son detalles al lado de las posibles repercusiones sobre los mercados financieros.

Como advertía Thomas Piketty bien antes de la pandemia, la situación de las finanzas es más crítica ahora que en 2007, en vísperas del hundimiento. Las burbujas se han inflado, la estructura financiera global está aún más degradada y es más inestable que entonces. Como explica Nomi Prins, después de la crisis de 2008, la política de dinero barato e incluso con interés negativo de los bancos centrales convirtió a estos en una especie de cajeros automáticos para el sistema bancario mundial y los mercados financieros, lo que hizo crecer las burbujas. Gran parte de ese dinero barato de los bancos centrales y sus beneficios fueron a parar a manos del 1% más rico. “Como el Doctor Frankestein, el experimento se convirtió en el monstruo e incrementó aun más las desigualdades”.

Los montos de dinero adoptados en la Unión Europea para prevenir nuevas quiebras son manifiestamente insuficientes. Y lo que es peor: el recurso a una nueva expropiación de las clases medias y bajas en favor de los superricos, a base de recortes y de conversión de deuda privada en deuda pública, será toda una invitación a la revuelta social, pues un segundo atraco difícilmente será comprendido. Claro, todo depende de cuanto duren las parálisis de la pandemia, esa “muerte de la economía”, pero todo indica que se abrirán condiciones extraordinarias para un replanteamiento general de esa “economía”, de nuestra manera de vivir. Si por una vez lo humano -la salud pública- se pone por delante del beneficio, ¿por qué no proseguir por esa senda y de paso solucionar, por ejemplo, la crisis climática?

“Las emergencias sanitarias hacen que los países cancelen normas sagradas para el capitalismo y tomen medidas muy potentes sin esperar a consensos internacionales. Ahora mismo los gobiernos están aprobando medidas unilaterales sin esperar al resto. Si se les da a elegir entre el comercio o proteger a la población, eligen lo segundo, y eso es algo que no está ocurriendo con la crisis climática”, constata Javier Andaluz en un clarificador artículo de Alejandro Tena publicado por Público: La crisis climática: otra gran pandemia pero sin medidas urgentes.

Volviendo a Estados Unidos, Bernie Sanders dijo el lunes que el impacto de la pandemia en su país, en muertes, “será en la escala de una gran guerra”. “Nadie sabe cuantas muertes tendremos pero podrían igualar o superar las víctimas americanas que vimos en la Segunda Guerra Mundial”. Es un pronóstico respaldado por científicos como el director del National Institute of Allergy and Infectious Diseases, Anthony Fauci. Si Trump, que ya ha declarado materia reservada todos los debates de la Casa Blanca sobre la pandemia, es incapaz de entender eso, habría que poner la crisis en manos de, “una autoridad de expertos capaz de guiarse por las recomendaciones científicas y en los hechos”, dice Sanders. ¿Peligra la reelección de Trump? ¿Podría abrirse un momento Roosevelt-New Deal en la sociedad de Estados Unidos?

Desde hoy, Sanders va a hacer bandera principal del sistema de sanidad universal en el país. La pandemia convierte su ausencia no solo en un asunto de justicia, sino también de seguridad nacional. En un país en el que, según se reveló en 2017, tres personas (Bill Gates, Jeff Bezos y Warren Buffett) son más ricas que la suma de la mitad de la población menos favorecida del país (160 millones), los 38 millones de ciudadanos que viven por debajo del umbral de pobreza, los 15 millones de hogares que sufren precariedad alimentaria y los más de medio millón de sin techo, van a sumar ahora las penalidades de la pandemia, cuyos efectos serán diferentes para ricos y pobres. La consideración vale globalmente para todos los pobres del mundo, por lo que, en medio de sus dramas, la pandemia contiene también una invitación a replantear la solidaridad y paliar la desigualdad entre sectores sociales y territorios.

Calentamiento, desigualdad y proliferación militarista de recursos de destrucción masiva, son los tres retos de siglo que la humanidad tiene por delante. El mensaje está ahí, como oportunidad dentro de la pandemia, por si queremos atenderlo. En los próximos meses si Estados Unidos entra en el ojo del huracán, podría convertirse en el mejor terreno de prueba.


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