Una mirada no convencional al modelo económico de la globalización, la geopolítica, y las fallas del mercado
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lunes, 16 de diciembre de 2019
Por qué la clase trabajadora votó al partido del brexit
Vicenç Navarro, Público
La noticia más llamativa de las elecciones británicas de este pasado jueves 12 de diciembre es que la mayoría absoluta en el Parlamento Británico conseguida por el Partido Conservador no se habría producido sin el voto masivo de amplios sectores de la clase trabajadora británica a este partido, una situación semejante a la que ocurrió en EEUU en las elecciones presidenciales de noviembre de 2015, que dieron como resultado la victoria de Trump. La predecible respuesta del establishment mediático liberal español ha sido atribuir la victoria del Partido Conservador a un rechazo del programa del Partido Laborista, percibido como excesivamente izquierdoso (el editorial de El País del 14.12.19 lo definió como paleoizquierdista), alentando a las fuerzas progresistas a que aprendan de lo ocurrido y vuelvan al centro (que quiere decir al socioliberalismo).
Los datos, sin embargo, no confirman esta lectura de lo ocurrido. En realidad, las encuestas fiables afirmaban que la gran mayoría de las propuestas del Partido Laborista eran valoradas positivamente por la mayoría de la población. Según la encuesta de YouGOV (compañía altamente reputada en círculos de análisis de opinión), el 64% de la población estaba de acuerdo, por ejemplo, en subir los impuestos sobre la renta a las personas que ganan anualmente más de 80.000 libras (equivalentes a más de 95.000 euros). A su vez, el 56% estaba a favor de la nacionalización de los ferrocarriles y de las compañías de agua de energía y de gas (medida definida como antigualla por el articulista neoliberal de El País Xavier Vidal-Folch); el 54% estaba a favor de que los trabajadores y empleados de una empresa ocuparan un tercio del órgano ejecutivo de una empresa; el 81% apoyaba un aumento del gasto público sanitario de un 4,3%; un 73% apoyaba un crecimiento del salario mínimo a 10 libras esterlinas por hora (unos 12 euros); un 59% estaba a favor de un New Green Deal, y así un largo etcétera. No es creíble, por lo tanto, que el programa del Partido Laborista asustara a la población. Asustó a las clases pudientes, pero no a las clases populares.
¿Cuál, pues, fue la causa? Fue el Brexit, esto es, salir o no de la Unión Europea. Este fue el tema central de la campaña y la población lo sabía. Y el candidato conservador se centró casi exclusivamente en resaltar que llevaría a cabo la salida del Reino Unido de la Unión Europea (UE), tal y como la población había votado en el referéndum del 23 de junio de 2016. Aquel día la sorpresa fue que la mayoría de la clase trabajadora votó a favor de salir de la UE. En realidad, el resultado entonces fue bastante equilibrado, con la mitad de la población de renta superior a favor de la permanencia, y con la mitad de la población de renta inferior en contra (el resultado global fue de un 51,9% de la población en contra de continuar en la UE, y de un 48,1% a favor de continuar en ella). Pero fue interesante ver que, dentro de la clase trabajadora, los que más favorecieron el Brexit fueron los parados y los que no tenían trabajo. En aquel referéndum se vio, así pues, una relación directa entre nivel de renta y apoyo a la permanencia en la UE. A más renta, mayor apoyo a dicha permanencia.
¿Por qué la clase trabajadora votó a favor del Brexit en el referéndum de 2016 y ahora ha apoyado al partido del Brexit?
La explicación más frecuente de este comportamiento en el referéndum (explicación que se ha sido dada también por algunos teóricos de izquierdas) es que las clases menos educadas votaron en contra de la permanencia y las más educadas votaron a favor. Tal visión –derivada de los trabajos sobre capital humano de Bourdieu en Europa y Lipset en EEUU– está muy generalizada en los círculos del establishment político-mediático del país y refleja un cierto desprecio hacia aquellos sectores de la población que no comulgan con la sabiduría convencional de dicho establishment (que estaba a favor de la permanencia en la UE), que son definidos como ignorantes o poco educados y carentes de cultura (el famoso capital humano).
El comportamiento electoral de la clase trabajadora es lógico y predecible
Pero no estamos ante una cuestión de capital humano. Veamos el porqué del rechazo a la UE. Y para ello hay que tener en cuenta que el proyecto de establecer la Unión Europea no ha sido popular entre las clases trabajadoras de la Europa Occidental. Solo hay que recordar que en prácticamente todos los países europeos donde se sometió a referéndum la fallida Constitución Europea (Francia, Países Bajos y Luxemburgo), la clase trabajadora votó en contra de forma muy mayoritaria. En Francia, el 79% de trabajadores manuales, el 67% de los trabajadores de servicios y el 98% de los trabajadores sindicalistas votaron en contra; en los Países Bajos lo hizo el 68% de los trabajadores; y en Luxemburgo el 69% de los trabajadores. Y lo que es también interesante es que en países donde no hubo referéndums pero se preguntó a la población qué hubiera votado en caso de haberlo se registraron cifras similares: en Alemania, el 68% de los trabajadores manuales y el 57% de los trabajadores de servicios estaban en contra de aquella constitución; en Dinamarca lo estaban el 72% de trabajadores manuales; y en Suecia lo estaban el 74% de trabajadores manuales y el 54% de los trabajadores de servicios. Y toda la evidencia existente muestra que esta animosidad hacia la UE no ha descendido. Al contrario, ha aumentado. Y lo que es también interesante es que las asociaciones patronales, el gran capital y las clases medias de renta alta y media alta (profesionales con educación superior) estaban entonces, y continúan estando ahora, a favor de la UE.
Repito, ello tiene muy poco que ver con el nivel de capital humano y con los que sostienen la tesis de que la clase trabajadora no está dotada de tal capital y, por lo tanto, es más vulnerable a ser engatusada por demagogos o figuras semejantes. Y si analizamos los datos en la distribución de las rentas vemos dos cosas. Una es que en cada uno de estos países –incluyendo el Reino Unido– ha habido un claro descenso desde que se fundó la UE del porcentaje de las rentas derivadas del trabajo sobre el total de rentas (siendo este hecho incluso más acentuado en los países de la Eurozona), hecho que se debe a la imposición de las políticas neoliberales (y digo imposición pues no estaban en sus programas electorales) por parte de los partidos gobernantes. El descenso de esta masa salarial fue el reflejo de un descenso de la estabilidad y de la calidad de los puestos de trabajo para la mayoría de los trabajadores, un descenso en el que la desregulación de la movilidad del capital y de la fuerza del trabajo que ha caracterizado el establecimiento de la UE jugó un papel clave.
Pero este descenso no fue uniforme, pues junto al aumento de las rentas derivadas del capital hubo un crecimiento de los salarios del sector profesional asalariado de alto nivel educativo, acentuándose todavía más la polarización social, siendo la clase media alta cosmopolita uno de los sectores beneficiados de tal movilidad y globalización (europeización), un fenómeno que afectó muy negativamente la calidad de vida y el bienestar de las clases populares, puesto que al deterioro de su salario y condiciones de trabajo, se añadía la destrucción y pérdida de la protección social como consecuencia de los recortes de sus derechos sociales (con los recortes del gasto público social) resultado del neoliberalismo imperante en las instituciones europeas. Es totalmente lógico (y nada tiene que ver con su supuesta falta de cultura o educación) que tales clases trabajadoras estén en contra de la globalización económica y contra la Unión Europea, y que tengan miedo de que los inmigrantes les quiten su puesto de trabajo (o que les abaraten el sueldo, pues es conocido que el empresario se aprovecha de tener trabajadores inmigrantes para bajar los salarios de su empresa).
Añádase a ello que otro elemento clave de su inseguridad es el miedo a perder su identidad. El nacionalismo es la respuesta identitaria previsible frente al internacionalismo de la globalización liberal. Hoy, el liberalismo, la ideología dominante, y la democracia liberal están deslegitimados en los sectores más victimizados por la aplicación de las políticas públicas neoliberales. Por lo tanto, era lógico y predecible que ganara el Brexit en el Reino Unido, algo que podría ocurrir en otros países también. De ahí que, como ya se ha indicado, sea comprensible el surgimiento de un nacionalismo identitario que representa el deseo de que no se diluya la identidad de uno, y todavía más si se ve a los inmigrantes como una variable que daña su seguridad. Así pues, el racismo y el clasismo no son la causa, sino la consecuencia de dicha inseguridad. Para revertir lo primero hay que resolver lo segundo. De lo que incluso amplios sectores de las izquierdas no parecen ser conscientes es que el auge de la ultraderecha no es consecuencia de un aumento del racismo, del nacionalismo y del machismo. Este aumento es la consecuencia y el síntoma de la principal causa: la inestabilidad e inseguridad de los sectores más vulnerables de la población. Sin ir más lejos, en Suecia surgió un partido de ultraderecha a partir de la aplicación que las derechas liberales y conservadoras hicieron de legislación neoliberal, la cual causó un gran deterioro del mercado laboral, origen del gran crecimiento de la ultraderecha.
Y esto explica en gran parte el Brexit. El establishment británico (desde la City al gran mundo empresarial, pasando por las clases medias profesionales) estaba a favor de la UE, mientras que gran parte de la clase trabajadora estaba en contra. El Partido Conservador ganó en partes del Reino Unido donde nunca antes lo habían hecho, ciudades y regiones con mayoría de clase trabajadora industrial (incluidas las cuencas mineras) del norte y oeste de Inglaterra (que habían votado a favor del Brexit). Ha sido, pues, una protesta de las víctimas del neoliberalismo, que las ha dañado. Parece paradójico que hayan votado al partido que ha llevado a cabo tales políticas, pero la gran astucia de Boris Johnson ha sido, precisamente, presentarse como el antiestablishment, incluso contra su partido, el Partido Conservador. Trump también se presentó (y ganó) como la voz del antiestablishment, tanto del Partido Republicano como del Partido Demócrata, y esa es la razón por la que lo votaron grandes sectores de la clase trabajadora.
Podría ocurrir el Brexit en otros países de la UE
La ideología neoliberal ha sido la dominante en las instituciones de gobernanza de la UE, desde el Consejo Europeo hasta el Banco Central Europeo, pasando por la Comisión Europea y el Parlamento Europeo. Y como era predecible, su aplicación a lo largo de esta comunidad ha tenido un impacto muy negativo en la calidad de vida y el bienestar de sus clases populares. La evidencia es clara. En un reciente estudio del profesor Javier Arregui, del UPF-JHU Public Policy Center, documenta y analiza quién ha ganado y quién ha perdido con el establecimiento de la UE (“Ganadores y perdedores en el proceso de integración: repensando la Unión desde una perspectiva de ciudadanía europea”), corroborando los resultados de estudios anteriores: las desigualdades sociales han crecido en prácticamente todos los Estados de la UE, con un aumento en el crecimiento de las rentas de las clases más pudientes a costa de un descenso en las rentas de las clases populares. Este es el fruto del neoliberalismo, que ha sido promovido por los mayores medios de información españoles durante todos estos años, los mismos que ahora acusan al Partido Laborista de tener un programa económico y social extremista -supuesta causa de su derrota-, silenciando que la principal causa fue la ambivalencia que este partido mostró hacia el Brexit. Mientras tales medios continúan aconsejando la aplicación de las políticas públicas neoliberales, que están causando el gran rechazo hacia la Unión Europea que ellos mismos han promovido. La única solución hubiera sido un cambio de 180º de las políticas realizadas por el establishment de la UE, lo cual es improbable que ocurra en un futuro próximo. En realidad, dicho establishment se está moviendo más y más hacia la derecha. La pérdida de legitimidad es inevitable, abriéndose un futuro muy incierto. Así de claro.
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