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lunes, 5 de agosto de 2019
Más allá de la persuasión moral en la lucha por la justicia para los migrantes y refugiados
William I. Robinson, Alai
Estados Unidos es actualmente el epicentro en la guerra contra los migrantes y los refugiados librada por el estado policiaco global, al igual que es la zona cero para la resistencia a dicha guerra. El anuncio emitido por la administración Trump a mediados de julio de que la agencia de Inmigración y Control de Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés) llevaría a cabo redadas y deportaciones a lo largo del país se topó con las protestas masivas y las manifestaciones de solidaridad en centenares de ciudadanos y aldeas alrededor del país.
La marea de oposición a las brutales políticas hacia los migrantes y refugiados en Estados Unidos y otros estados capitalistas alrededor del mundo ha sido impulsada en su mayor parte por la apelación moral a la justicia social. Esta indignación moral es crucial, ya que moviliza a la gente hacia la acción, reafirma nuestra humanidad, y pone a los agentes criminales del estado policiaco a la defensiva. La inquebrantable defensa de los derechos de los migrantes y los refugiados debe estar en el centro de cualquier agenda progresista o proyecto libertador en estos momentos de crisis del capitalismo global. Sin embargo, en la perspectiva estratégica mas amplia, el movimiento en defensa de estos derechos debe ir mas allá de la persuasión moral en si. Es necesario plantear un análisis de las fuerzas políticas y estructurales que impulsan la guerra contra los migrantes y refugiados. Al respecto, he aquí cinco consideraciones entrelazadas:
Primero, mientras el capitalismo global se hunde cada vez mas en una crisis de legitimidad, ha habido una fuerte polarización política alrededor del mundo entre una izquierda renaciente y el resurgimiento de una ultra-derecha que en estos momentos promueve una movilización fascista. Esta movilización fascista se basa en el esfuerzo por organizar una base social entre aquellos sectores mas privilegiados de las clases obreras globales que, frente a la globalización capitalista, experimentan una cada vez mayor precariedad, desestabilización, y movilidad hacia abajo. Los grupos dominantes deben canalizar la ansiedad social de masa entre estos sectores hacia las comunidades mas vulnerables que pueden servir de chivos expiatorios para la crisis. La incesante represión de los migrantes y refugiados, la retórica fanática de Trump de “construir el muro”, el discurso racista de la criminalización, sirven para estos fines. La defensa de los migrantes y refugiados es crucial en la lucha contra el fascismo del siglo XXI.
Segundo, la cada vez mas rígida división de la clase obrera global entre ciudadano e inmigrante resulta por doquier en la fragmentación y la desorganización de las clases trabajadoras y populares. Esta división es un nuevo eje de desigualdad mundial que facilita la súper-explotación por parte del capital transnacional de los trabajadores migrantes, quienes se ven sometidos a los mecanismos de súper-control del estado capitalista. Para estos fines, las fronteras deben ser convertidas en zonas militarizadas de guerra, los migrantes y refugiados deben ser racializados, y los estados deben intensificar el control represivo sobre estos grupos. El refrán popular “los derechos inmigrantes son derechos laborales” no es mera retórica. La defensa de los migrantes y refugiados – la vasta mayoría de los cuales son trabajadores pobres – es fundamental para la lucha de la clase obrera en su totalidad.
Tercero, la guerra contra los migrantes y refugiados y sus conexas dimensiones discursivas e ideológicas desvía la atención de los fracasos alrededor del mundo del capitalismo global. El telón de fondo de la actual crisis de refugiados en Estados Unidos, por ejemplo, es la segunda implosión de Centroamérica, reflejando la crisis en espiral del mismo capitalismo global. Esta implosión es el resultado de una nueva ronda del desarrollo capitalista desatada en la región centroamericana a raíz de los levantamientos de los 1980 al ritmo de la globalización. En 2015, había 232 millones de migrantes internacionales y 740 millones de migrantes internos, de acuerdo con la Organización Internacional de Migración. A lo largo del mundo, la globalización capitalista ha desplazado a millones, convirtiéndolos en refugiados huyendo del colapso económico, conflagración social, conflicto militar, y cambio climático, lo que sugiere que la marea de migrantes y refugiados probablemente se vuele maremoto en los años venideros. Los migrantes y refugiados del siglo XXI constituyen un símbolo potente de la catástrofe que representa el capitalismo global. Exponiendo y revelando esta catástrofe contribuye a resistir el subterfugio de la retórica anti-migrantes en tanto identifique las causas verdaderas de la crisis de migrantes y refugiados.
Cuarto, las desigualdades globales nunca han sido tan agudas. El uno por ciento mas rico de la humanidad ahora controla mas de la mitad de la riqueza del planeta, mientras el 80 por ciento inferior de la humanidad tiene apenas el 4.5 por ciento de esa riqueza. La globalización capitalista ha ampliado las filas de la humanidad superflua. De acuerdo con la Organización Internacional de Trabajo (OIT), ya para finales del siglo XX, una tercera parte de la humanidad se encontraba excluida de la economía global. Hasta la CIA se sintió obligada a advertir en 2002 que, para virajes del siglo, un asombroso mil millones de trabajadores, representando una tercera parte de la fuerza laboral mundial, la mayoría de ellos en el Sur Global, se encontraban o en el desempleo o el sub-empleo. Los grupos dominantes enfrentan el desafío de cómo contener la real y la potencial rebelión de la humanidad superflua y desviar las tensiones que genera la aguda desigualdad global. Para este fin, los agentes corporativos y políticos del capitalismo global vienen desarrollando y desplegando vastos nuevos sistemas transnacionales de control social y represión. La batería de vigilancia y represión empuñada contra los migrantes y refugiados es apenas la punta mas expuesta de un arsenal de guerra mas grande empuñado contra los desposeídos y los marginados en todo el mundo y en la última instancia contra todos aquellas que no se conforman con, o que enfrentan el desafío de sobrevivir en, el orden capitalista mundial. Defender los migrantes y refugiados es defender los intereses de la vasta mayoría de la humanidad.
Quinto, estos nuevos sistemas de control y represión son enormemente rentables en momentos en que la economía global enfrenta una profunda crisis de lo que los economistas políticos califican como la sobre-acumulación, es decir, una masiva cantidad de excedente de capital acumulado que no encuentra salidas para la reinversión rentable. La acumulación militarizada y acumulación por represión abarca los sistemas de encarcelamiento de masa, los centros de detención de los migrantes y los regímenes de deportación y control de refugiados, la vigilancia de masa, la policía urbana, el despliegue de los ejércitos de paramilitares, mercenarios, y fuerzas de seguridad, etcétera. Todos estos se han convertido en importantes fuentes de hacer ganancias que han ayudado a contrarrestar las presiones de la sobre-acumulación. Vivimos en la actualidad en una economía global de guerra que depende de que los estados organizan las guerras, el control social y la represión. Cada fase de la guerra contra los migrantes y refugiados se ha convertido en fuente de ganancias, desde los centros privatizados de detención y la provisión de servicios en estos centros, hasta la contratación de empresas privadas por parte del estado para transportar a sus países de origen a los deportados, y el equipamiento bélico de ejércitos de agentes fronterizos. La defensa de los migrantes y refugiados está en la vanguardia de la resistencia a una economía política global que arroja a la humanidad en un estado permanente de guerra mientras nos priva de una economía que podrían satisfacer las necesidades de la humanidad.
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