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viernes, 26 de julio de 2019

Cómo puede ser el brexit de Boris Johnson

El nuevo primer ministro Británico representa el ala dura de los conservadores y tendrá como cometido llevar a cabo un brexit “duro” antes del 31 de octubre


Laura Cruz, El Salto

En 1984 los diez países que entonces formaban la Comunidad Económica Europea (CEE) se reunían en el castillo de Fontainebleau (Francia) para decidir el futuro del mercado común. Margaret Thatcher, en aquel tiempo primera ministra de Reino Unido, destacó por un discurso muy duro: “Nosotros solo queremos que nos devuelvan el dinero que pagamos de más”. Desde entonces la idea del euroescepticismo se instalará en el imaginario británico durante décadas. La gestión Thatcher forma parte de la historia del neoliberalismo europeo y es la base de lo que hoy son estas cuatro naciones.

El año 2016 será un año que se recordará para siempre en Reino Unido. Tras cinco meses de campaña, Reino Unido vota si quiere salir de la Unión Europea, el llamado Brexit . Entonces Boris Johnson, polifacético político británico que ha dejado gloriosos momentos a las hemerotecas británicas y que hasta hace pocos días ha sido ministro de exteriores, recopiló argumentos a favor y en contra del Brexit. Finalmente se decantó por hacer campaña a favor de la salida de la UE, aunque la mayoría de su partido quería remain (postura a favor de la Unión Europea). Para ello se sirvió de una impactante y digerible 'fake new': Reino Unido aporta 350 millones de libras semanales a la Unión Europea, que podrían emplearse en otras urgencias mayores y en el Sistema Nacional de Salud (NHS). Pintó un autobús y recorrió pueblos y ciudades proclamando esta cifra. Solo había un problema: era falsa.

Con el descuento a la aportación común que antiguamente consiguió Thatcher (el llamado cheque británico), Reino Unido aportaría 250 millones de libras semanales a la UE, a lo que habría que restar lo que recibe de Política Agraria Común (PAC), bastante menos en comparación con sus socios porque su sector agrario es mucho más pequeño. En total la cifra positiva es de unos 130 millones de libras semanales, según el documental El backstage del brexit. Son dos veces menos de lo que afirmaba Boris Johnson. Desde el principio, Reino Unido ha impuesto sus propias condiciones para pertenecer al selecto grupo de los 28.

La elección ahora de Boris Johnson como primer ministro, pone en la mesa la posibilidad de que los flecos finales del brexit se produzcan en negociaciones con una postura especialmente conservadora en algunos aspectos, como el económico y social. Johnson representa al ala Tory partidaria del conocido como “brexit duro”. Su cometido principal será que la cámara de los comunes ratifique un acuerdo que ya ha sido rechazado tres veces, aunque lo más probable será salir de la Unión Europea sin acuerdo entre Bruselas y Londres. El plazo para que Reino Unido salga de la Unión Europea expira el 31 de octubre, debido a la prórroga que la UE otorgó a Theresa May, aunque puede salir antes si se levanta el veto de su parlamento. También podría alargar su salida, gracias al ofrecimiento que la semana pasada hizo la nueva presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen.

Críticos a Johnson creen que su estrategia de apoyo al brexit cuando todavía era alcalde de Londres tenía una finalidad clara: liderar el partido Tory y llegar a ser primer ministro. Si así fuese, Boris Johnson habría conseguido su objetivo plenamente, con una jugada maestra perfectamente orquestada. Su posición en cuanto al Brexit tiene incluso puntos en común en lo económico con el ultraderechista Nigel Farage (UKIP), principal amenaza parlamentaria de los conservadores y defensor a ultranza de la salida de la Unión Europea, aunque desde una postura xenófoba. Ambos políticos poseen fortunas millonarias que se verían beneficiadas por una salida de la Unión Europea que premiase a las clases más adineradas. Según una encuesta que el banco suizo UBS realizó en 2017, ocho de cada diez británicos con más de un millón de libras creían que el Brexit les iba a reportar más ganancias económicas.

El legado de Boris Johnson en Downing Street comienza con polémica. Según el medio británico The mail on Sunday, Johnson habría encargado que se amueblase su casa a cargo del erario público. El irreverente estilo de Johnson hace que su carrera política vaya acompañada de escándalos personales y ruptura de las formas. Por su parte, el líder laborista, Jeremy Corbyn, ha convocado una manifestación para el jueves para exigir nuevas elecciones. Según Corbyn, “menos de 100.000 personas de su partido eligieron a Boris Johnson y ahora será primer ministro. Él representa la austeridad, desigualdad y tenemos que darle a la gente joven seguridad y esperanza”.

Una de las principales fisuras para la aprobación del brexit es la factura que Londres deberá pagar a los otros 27 de la Unión Europea por su salida. Las últimas estimaciones hablaban de 49.000 millones de euros, pero Alemania presiona para ajustar esta cifra.

El gran escollo es la salida de Reino Unido del Mercado Común Europeo. Mientras que en la campaña anterior al referéndum el ministro de economía George Osborne hacía referencia a los elevados costes que supondría el brexit para Reino Unido y las ventajas comerciales de quedarse para conseguir un 'remain' que no pidió con mucho énfasis, Boris Johnson esgrimía la posibilidad de acuerdos comerciales de libre comercio con países como China o Estados Unidos, como los que ya se negocian con la Unión Europea. Otra de sus aspiraciones era que la Commonwealth o Mancomunidad de Naciones, organismo al que pertenecen 53 países, en su mayoría antiguas colonias británicas, volviese a funcionar a pleno rendimiento. Los partidarios del Brexit creen que, en este sentido, la Unión Europea es un veto para acuerdos comerciales con estos países, ya que los acuerdos comerciales se hacen en bloque con la UE y no país a país.

Sin embargo, algunas de las medidas económicas que hoy propone Bruselas ya se aplicaron en época de Thacher en Reino Unido, como la privatización del sistema ferroviario. La antigua British Rail fue destripada en 28 trozos, que se repartieron 28 empresas privadas, a las que se les ofreció una infraestructura ferroviaria muy costosa y que había sido financiada con fondos públicos. El coste del tren en Reino Unido se incrementó en un 117 % desde 1995 a 2015, lo que lo convierte en el más caro de Europa. La nueva Unión Europea surgida de las elecciones del 26 de mayo no camina por otra vía. Los cargos que se han elegido hasta ahora son representantes de las políticas continuistas de la anterior etapa, que vino cargada de austeridad, rescates y estrangulación de la economía.

Frances O'Grandy, la secretaria general de la Confederación de los Sindicatos Británicos (TUC), expresó ayer que si Boris Johnson quiere realmente unir a Gran Bretaña —en alusión a su premisa principal de campaña para liderar su partido— “deberá prohibir los contratos de cero horas y todas las formas de trabajo inseguro, proteger nuestro sistema nacional de salud, escuelas y servicios públicos y acometer acciones para subir el salario de todos los trabajadores”.

El nuevo primer ministro comienza un camino difícil ante una salida de la Unión Europea que, aunque asumida por todos los actores implicados, va a estar llena de muchas aristas que Boris Johnson deberá definir.

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