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jueves, 27 de junio de 2019

¿Quién incendia petroleros en el ‎Golfo de Omán?‎


Manlio Dinucci, Voltaire

‎‎Mientras Estados Unidos prepara una nueva escalada de tensiones en el Medio Oriente, ‎acusando a Irán de atacar barcos cargados de crudo en el Golfo de Omán, el viceprimer ministro ‎italiano Matteo Salvini se reúne en Washington con el secretario de Estado Mike Pompeo, uno ‎de los artífices de esa estrategia, asegurándole que «Italia quiere convertirse nuevamente en el ‎primer socio europeo de la mayor democracia de Occidente». De esa manera, Salvini implica a ‎Italia en la operación que Washington ha iniciado. ‎

El «incidente del Golfo de Omán», casus belli contra Irán, es una copia al carbón del ‎‎«incidente del Golfo de Tonkín», utilizado como casus belli para bombardear Vietnam del ‎Norte, acusado de haber atacado un barco militar estadounidense el 4 de agosto de 1964, ‎acusación que finalmente resultó falsa. ‎

En esta ocasión, un video divulgado por Washington muestra una lancha –supuestamente iraní– ‎que se acerca en pleno día al costado de un petrolero para que su tripulación recupere una mina ‎que no había estallado. Washington afirma que los iraníes querían evitar que se descubriera la ‎procedencia de la mina defectuosa –supuestamente “Made in Iran”. ‎

Con tales «pruebas», que constituyen un verdadero insulto a la inteligencia, Washington trata de ‎enmascarar el verdadero objetivo de la operación, que en realidad es parte de su estrategia para ‎hacerse con el control de las reservas mundiales de petróleo y gas y de los corredores por donde ‎circulan los recursos energéticos [1].

No es casualidad que Estados Unidos ‎tenga en la mira a Irán e Irak –el total de las reservas de petróleo de esos dos países sobrepasa ‎las de Arabia Saudita y son 5 veces superiores a las de Estados Unidos. Las reservas iraníes de ‎gas natural son 2,5 veces superiores a las de Estados Unidos. En el marco de la misma estrategia ‎estadounidense, Washington tiene también en el colimador a Venezuela, país que dispone de las ‎mayores reservas comprobadas de petróleo a nivel mundial. ‎

El control de los corredores por donde circulan los recursos energéticos es también de primera ‎importancia. Cuando acusa a Irán de querer «interrumpir el paso del petróleo a través del ‎Estrecho de Ormuz», el secretario de Estado Mike Pompeo anuncia que «Estados Unidos ‎defenderá la libertad de navegación». Dicho de otra manera, anuncia que Estados Unidos quiere ‎controlar militarmente esa zona clave para el aprovisionamiento energético, lo cual incluye el ‎aprovisionamiento de Europa, y que pretende hacerlo impidiendo en primer lugar el tránsito del ‎petróleo iraní, al cual Italia y otros países europeos no pueden acceder libremente… debido a las ‎sanciones estadounidenses. ‎

Irán también podría garantizar a Europa gas natural a bajo precio mediante un gasoducto ‎a través de Irak y Siria, pero el proyecto de construcción de ese gasoducto –iniciado en 2011– ‎voló en pedazos como resultado de la operación de Estados Unidos y la OTAN tendiente a ‎destruir el Estado sirio. ‎

Rusia también podría enviar gas natural directamente hasta Italia, desde donde ese gas sería ‎distribuido a otros países de Europa –en una operación económicamente muy ventajosa– ‎mediante el gasoducto South Stream, a través del Mar Negro. Pero la construcción de ese ‎gasoducto, que ya estaba en fase avanzada, fue bloqueada en 2014 por la Unión Europea, bajo ‎presiones de Estados Unidos, lo cual perjudicó grandemente a Italia. ‎

Pero se mantuvieron los trabajos destinados a tender un segundo gasoducto en el trayecto que ya ‎recorre el Nord Stream, lo cual convierta a Alemania en centro de redistribución del gas ruso. ‎Por otro lado, conforme al acuerdo de «cooperación estratégica entre Estados Unidos y la ‎Unión Europea en el sector energético», que data de julio de 2018, Estados Unidos ha triplicado ‎sus exportaciones de gas natural licuado hacia la Unión Europea, con Polonia como centro de ‎redistribución desde donde llegará también a Ucrania el «gas de la libertad». ‎

El objetivo de Washington es de naturaleza estratégica: perjudicar a Rusia reemplazando las ‎ventas de gas ruso a Europa con el gas estadounidense. El problema es que no tenemos ‎ninguna garantía en cuanto a los precios ni sobre por cuánto tiempo se mantendrán los envíos de ‎gas estadounidense, obtenido mediante la técnica llamada fracking, que es por cierto ‎desastrosa para el medioambiente. ‎

‎¿Y qué dice de todo eso Matteo Salvini? En todo caso, a su llegada a la «mayor democracia del ‎mundo occidental», Salvini afirmó orgullosamente: «Formo parte de un gobierno que, en Europa, ‎ya no se conforma con migajas.»‎

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