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jueves, 24 de enero de 2019

Brexit y el futuro del capitalismo

Alejandro Nadal, La Jornada

En junio de 2016 el pueblo en Inglaterra escogió abandonar la Unión Europea (UE). El Brexit tomó por sorpresa a las élites del capitalismo inglés. Las fuerzas que promovieron la salida de la UE recurrieron a las banderas de miedo a la migración y el rencor contra la euroburocracia en Bruselas.

Durante 2013 y hasta febrero de 2016 el gobierno de James Cameron trató de renegociar un acuerdo integral con la UE para aplacar a los euroescépticos en Inglaterra. Además de lograr que el acuerdo de Schengen sobre circulación de personas no se aplicara en Inglaterra en los mismos términos que en los demás países de la UE, Cameron obtuvo concesiones para restringir los beneficios para migrantes. Su gobierno presentó eso como el logro más significativo del nuevo acuerdo con la UE. Además, el nuevo trato daba garantías para que la libra esterlina no se convirtiera en una moneda de segunda categoría en la esfera de la eurozona, lo cual tenía grandes implicaciones para el sector de servicios financieros en la City. Finalmente, el acuerdo reconocía que Inglaterra no tendría que comprometerse con una integración política más profunda en Europa. Muy confiado en el resultado, Cameron cometió el error más vistoso en la historia política de Inglaterra al convocar al referendo de 2016 sobre la permanencia en la Unión Europea.

El Brexit tiene muchas facetas, pero la más significativa es que tanto los que promovieron la salida como los que deseaban la permanencia recurrieron al miedo como su principal argumento. Paradójicamente, la campaña de miedo a los migrantes triunfó con márgenes decisivos en las regiones donde no hay migrantes: zonas rurales y áreas como el País de Gales. En favor votó la mayoría de la población cercana a los polos urbanos, como Londres y Manchester, así como la del sur de Inglaterra, que mantiene niveles de ingreso superiores a la media. Pero ese voto estuvo animado por el miedo a un supuesto colapso económico y desempleo masivo, pronosticado por el gobierno y sus aliados. El resultado no fue suficiente para hacer contrapeso. Es normal, en las ciudades la precariedad del empleo ya representa suficiente caos para millones de personas. El balance de la jornada del referendo fue una votación dividida en las conclusiones, pero unida bajo la bandera del miedo.

Durante los pasados dos años el gobierno inglés trató de definir los términos de la separación con la Unión Europea. La semana pasada el parlamento rechazó la propuesta de la primera ministra, Teresa May, arrojando por la ventana su plan de divorcio. El balance final es un descalabro para el proyecto neoliberal sobre el que se funda la Unión Europea desde los tratados de Maastricht y Lisboa. También lo es para el capitalismo neoliberal que se aplica en Inglaterra desde los años de Margaret Thatcher. Sin duda el Brexit y sus secuelas son una marca infamante para el neoliberalismo, pero surge la pregunta de si también son señal sobre el futuro del capitalismo. Quizá la respuesta está en las implicaciones del Brexit para el sector financiero.

Avizorando los peligros que rodeaban la desindustrialización y aprovechando hábilmente la coyuntura del colapso de Bretton Woods, el capitalismo inglés construyó un señorío financiero sobre las ruinas del antiguo imperio británico. Desde las islas Cayman hasta Chipre, la City consolidó un nuevo espacio transfronterizo, en el que la libra esterlina pudiera reinar sin ser perturbada. Esa plataforma del poder financiero ha servido para el asombroso desarrollo de la especulación y los mercados financieros de divisas, títulos y derivados. Hoy, la prioridad de ese nuevo imperio financiero es conservar su integridad frente al desafío del Brexit.

El mercado mundial de divisas tiene varios espacios que fungen como cámaras de compensación y la City es de los más importantes. Una de las principales divisas que circulan en esa cámara de compensación es el euro, lo que ha otorgado a la City un lugar preponderante en el corazón de una unión monetaria a la que Inglaterra no pertenece.

El desarrollo de la City se hizo al amparo de importantes economías de escala en el sector bancario que permitieron la aglomeración de bancos y casas de cambio en una sola localidad. Pero esas economías de escala pueden perderse si se ven perturbados los acuerdos sobre convertibilidad que les dan vida. Y es aquí donde el caos del Brexit acarrea serias consecuencias para ese imperio financiero por el posible desplazamiento de actividades bancarias que amenazaría las economías de escala sobre las que se construyó el imperio financiero.

En el drama del Brexit las clases desfavorecidas no son las únicas que tienen miedo. La cima del capitalismo financiero también tiene dudas existenciales. La incertidumbre no respeta fronteras ni clases sociales. Pero una cosa es cierta: ningún sistema social puede sobrevivir cuando está fincado en el miedo. Y hoy la evolución del capitalismo no está marcada por la promesa de un porvenir luminoso, sino por el temor y el desasosiego.

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