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viernes, 21 de septiembre de 2018

La inestabilidad neoliberal en Latinoamérica

Alfredo Serrano Mancilla, Público

Estabilidad, confianza, certidumbre y eficiencia son las cuatro promesas más repetidas por cualquier proyecto neoliberal. ¿Se cumplen? ¿Es un gobierno neoliberal capaz de dar estabilidad a un país? ¿Saben cómo generar confianza y certidumbre? ¿Logran tener economías eficientes? Veamos qué sucede en Latinoamérica. Empecemos por Argentina.

Crear un buen eslogan es siempre más fácil que estabilizar la economía de un país en un ambiente de fuerte restricción externa. El macrismo se desgasta a mucha más velocidad de lo previsible porque demuestra que no sabe gobernar ni gestionar. En algo menos de tres años consiguió que el país esté patas arriba. La economía no va, se mire por donde se mire. La inflación apunta este año 2018 a estar por encima del 40% según las últimas estimaciones oficiales, a pesar de que la tenían calculada en el 15% a fines del año pasado. La economía se contraerá por encima del 2%, aunque habían pronosticado que crecería por encima del 3%. La liberalización cambiaria provocó una devaluación que no tiene fin: en este tiempo lo llevaron de 10 pesos hasta casi 40, y veremos cómo acaba. La inversión extranjera jamás llegó. Se prometieron dólares que era imposible de producirlos en casa, y sólo han podido ser obtenidos parcialmente, con una deuda eterna con el mundo. El Fondo Monetario Internacional pide más ajuste: más recortes sociales, menos salarios, provocando así que la demanda interna pierda toda su fuerza como motor económico. La tasa de interés va por el 60%: espaldarazo ideal para que la economía financiarizada acabe con la economía real. La industria se desmorona. La balanza comercial es cada día más deficitaria tras la liberalización de las importaciones.

El cuadro macroeconómico del neoliberalismo en Argentina no resiste a ningún test de equilibrio ni eficiencia. Mauricio Macri y Cambiemos trajeron consigo justamente lo contrario de aquello que siempre promete: incertidumbre y desconfianza. La inestabilidad no sólo es económica, también lo es política y social. Las protestas crecen y se extienden a casi todos los sectores gremiales. La marcha de las mujeres demostró también la incapacidad del Gobierno para entender que está surgiendo otra nueva mayoría que refleja un sentido común cada vez más protagónico en la sociedad argentina. Tampoco les funciona el oído; se alejaron de todo lo que pasa en la calle. El timbreo como apuesta publicitaria está bien, pero no les sirve para que la ciudadanía resuelva sus problemas. Están atrapados en sus propios anuncios mientras que la inestabilidad afecta a la gente.

Pero no es únicamente en Argentina donde neoliberalismo e inestabilidad se dan la mano. Brasil es otro buen ejemplo de ello. Con elecciones a la vista y un presidente no electo desde hace años, este país presenta un largo etcétera de sucesos que conforman un panorama ciertamente inestable. Su economía no crece. El real se devalúa. El país se ha militarizado para frenar protestas. Y Naciones Unidas desautoriza que se impida a Lula ser candidato a presidente.

Otro caso es el de Perú, que aunque su macroeconomía es estable, el sistema político y judicial hace aguas por todas partes. Posee un presidente no electo tras el caso de corrupción que sacó a Kuczynski de su condición. Tiene a otros tantos ex presidentes también en la cárcel o prófugos por haberse enriquecido ilegalmente. El sistema judicial está completamente podrido. El actual fiscal general está con múltiples casos en su contra. La mayoría de la ciudadanía no cree en sus instituciones.

Es fácil seguir dando ejemplos de países que bajo la gestión neoliberal no saben generar ni confianza ni certidumbre. Colombia es otro país con una economía real raquítica, desindustrializada progresivamente, con productividad muy baja, sin demanda interna que logre generar crecimiento sostenido, y con indicadores sociales más propios de países en guerra. Y con un conflicto cada vez más difícil de resolver por la llegada de Iván Duque a la presidencia. Y, mientras tanto, las muertes de lideres sociales continúan. Chile es otro destino no tan ideal como lo presentan. Con una economía que no despega, y en medio de continuos paros nacionales por parte de una gran diversidad de sectores, el país tampoco muestra un marco de estabilidad. Y no olvidar a México, cuyo neoliberalismo ha hecho que la economía siga estancada, con alta inflación, fuertemente endeudado, con un sector petrolero venido a menos luego de las últimas reformas, y con pobreza y desigualdad de carácter estructural que, además de ser injustas, suponen un freno a cualquier intento de reactivación económica.

Se mire por donde se mire, el neoliberalismo no sabe gobernar, ni siquiera bajo sus propias premisas. Dime de qué presumes y te diré de qué careces. Si las agencias de calificación de riesgo hicieran bien su trabajo, desde criterios estrictamente ortodoxos, les daría a todos ellos una nota muy negativa.

La verdadera experticia del neoliberalismo es comunicar lo que no sabe hacer. Ni estabiliza; ni da certeza ni confianza; y tampoco logra consolidar economías eficientes.

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