Marcos Roitman Rosenmann, La Jornada
Las ciencias sociales latinoamericanas no pueden ser pensadas, ni menos aún comprenderse su desarrollo, sin recurrir a Theotonio dos Santos. Fue militante político, intelectual, académico, cuyo compromiso con las luchas democráticas lo llevó al exilio, teniendo que abandonar Brasil tras el primer golpe de Estado articulado bajo los principios de la doctrina de la seguridad nacional en 1964. Así, recala en Chile, país que vivía la efervescencia política, en medio del gastado gobierno de Eduardo Frei Montalva, la emergencia de la Unidad Popular y Salvador Allende como su candidato presidencial.
América Latina bullía. Sus ciencias sociales estaban en plenitud, el pensamiento crítico se consolidaba, logrando su mayoría de edad. Primero Ilpes, luego Flacso y Clacso, junto con las universidades públicas, entre ellas la UNAM, de México, forjaron una gran generación de sociólogos, politólogos, antropólogos, economistas e historiadores. En esa generación se inscribe la obra de Theotonio dos Santos.
La diáspora brasileña fue significativa. Junto con Theotonio llegan a Chile Octavio Ianni, Ruy Mauro Marini y Vania Bambirra, entre otros. En 1966 se incorporó de lleno a la docencia, formó parte del Centro de Estudios Socioeconómicos de la Universidad de Chile, dirigió la revista Sociedad y Desarrollo y participó en la fundación del semanario Chile Hoy, junto con Marta Harnecker. Su nombre está ligado a los estudios que dieron lugar a la Teoría de la dependencia. Theotonio dos Santos logró establecer una de las críticas más lúcidas a la dinámica del imperialismo estadounidense, centrando sus esfuerzos en demostrar los límites de las concepciones desarrollistas. Su texto La crisis norteamericana y América Latina es de lectura obligatoria. Igualmente, fue capaz de ver con claridad los problemas a los cuales se enfrentaba el gobierno de Salvador Allende, en medio de una profunda guerra sucia; el bloqueo internacional y el auge de una derecha golpista articulada bajo el imperialismo estadounidense. No dejó de señalar los peligros de una salida dictatorial como respuesta a las reformas del gobierno popular de Salvador Allende. Su tesis fue premonitoria. Las contradicciones de la dependencia desembocan en una solución contradictoria o se supera mediante el socialismo o se condensa bajo una nueva forma de fascismo. Socialismo o fascismo, con ese título publica en abril de 1972 su ensayo. Editado por Ediciones Periferia, una de las editoriales que marcó época en la divulgación del pensamiento crítico, hoy desaparecida, este estudio llevaba un subtítulo: El nuevo carácter de la dependencia y el dilema latinoamericano. La frase con la cual abría la reflexión era de hondo calado: La imagen que de América Latina se han formado la mayoría de los científicos sociales se arraiga en una situación histórica superada.
La región, dijo, no se caracteriza por las estructuras agrarias tradicionales. Los cambios las convierten en sociedades urbanas, cuyo proceso de modernización e industrialización alteran la estructura de clases. El proletariado se expande y la burguesía industrial dependiente asume un nuevo protagonismo. La imagen grosera de un imperialismo decimonónico, concluye, impide ver la alianza entre el capital extranjero y la burguesía nacional desarrollista en su afán por frenar las reformas democráticas.
No dejó de polemizar con científicos sociales integrados por esos años a la Cepal. Respetuoso, pero incisivo, cuestionó el pensamiento hegemónico articulado bajo el sello de la sociología científica, la sociología de la modernización y el desarrollismo. Debatió e impulsó una lectura transformadora de Marx y el pensamiento socialista, lo cual le valió el reconocimiento unánime de la academia. Definió con precisión las formas históricas que adoptó la dependencia en América Latina. Su tipología, unida a la de Vania Bambirra, es un referente. Vale la pena recordarla. En 1969 subrayó en La estructura de la dependencia la nueva configuración del desarrollo latinoamericano a partir de las leyes de la economía mundial, el tipo de relaciones dominantes en los centros capitalistas y su realidad en las relaciones económicas de la periferia. En esta descripción hace uso de las nociones cepalinas de Raúl Prebisch: centro-periferia. A reglón seguido presenta su esquema: I) Dependencia colonial, exportadora-comercial. II) Dependencia industrial financiera consolidada a finales del siglo XIX. III) Dependencia industrial-tecnológica, afincada desde la posguerra bajo el predominio de las empresas multinacionales.
En uno de nuestros encuentros en México, a finales del siglo XX, gracias a los seminarios organizados por Pablo González Casanova, Theotonio presentaba una ponencia articulando y actualizando su concepción de la dependencia en medio de las transformaciones neoliberales. La importancia de su tipología me llevó al atrevimiento de sugerir una nueva forma que combina la segunda con la tercera, una dependencia tecnológica-financiera, expresión del nuevo orden mundial trasnacional. Allí nació una amistad.
Nunca dejó de cuestionarse. Tampoco le gustaba ser encasillado como teórico de la dependencia y, de hecho, no lo era. Tras su regreso a Brasil participó en las luchas políticas, impulsó la sociología brasileña, nunca dejó la docencia y siguió investigando, buscando respuestas a nuestros problemas y proponiendo salidas. En 2004 vio la luz uno de los trabajos más profundos e incisivos sobre el neoliberalismo latinoamericano y sus orígenes. Del terror a la esperanza. Auge y decadencia del neoliberalismo. La única edición al castellano se hizo en la renovada editorial venezolana Monte Ávila, en 2006. Su muerte nos deja un gran vacío, pero su obra es su legado. Theotonio dos Santos pasa a la categoría de pensamiento inmortal.
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