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domingo, 11 de marzo de 2018

Diplomacia olímpica: ganadores y perdedores en Pyeongchang


Immanuel Wallerstein, La Jornada

La idea de celebrar los Juegos Olímpicos de Invierno en Corea del Sur parecía destinada al fracaso. Los intereses de tres actores clave –Estados Unidos, Corea del Sur y Corea del Norte– eran tan diferentes que parecía imposible hallar compromisos de trabajo entre ellos.

Y no obstante, hubo un éxito relativo. La diplomacia les ganó. Esto ocurrió en gran medida por las insospechadas y notables habilidades diplomáticas de una persona: el presidente Moon Jae-in, de Corea del Sur. Revisemos algunos puntos en torno a los que había profundos desacuerdos, y expresar las posturas de los tres gobiernos al inicio de este 2018.

El presidente estadounidense, Donald Trump, no quería que Corea del Norte siquiera asistiera a las olimpiadas. Tenía la intención de hallar formas de castigar a Corea del Norte por desafiar varias resoluciones de Naciones Unidas. Insistía en que Corea del Norte renunciara al uso de armas nucleares y destruyera aquellas que ya tenía. Buscaba implicarse en maniobras militares que impresionaran al régimen norcoreano, loco al resistirse a las demandas estadounidenses. Se opuso a cualquier discusión diplomática con el régimen norcoreano hasta que accediera en principio a estas demandas.

El líder norcoreano, Kim Jong-un, rechazó con firmeza cualquier idea de desnuclearización. Dijo que estaría dispuesto a reunirse con el presidente Trump, sólo si las reuniones estaban despojadas de precondiciones y si Estados Unidos cesaba sus acciones agresivas hacia Corea del Norte, como las maniobras militares. También dijo que estos asuntos podrían discutirse sólo en una reunión uno a uno entre Corea del Norte y Estados Unidos. Específicamente, rechazó cualquier grupo alternativo como miembro de la reunión, tal como el llamado Grupo de los Seis (los cinco miembros del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas más Alemania). También se rehusó a la presencia de Corea del Sur en la reunión.

En esta peligrosa situación de bloqueo total, el presidente Moon buscó espacio para una tercera vía. Quería tranquilizar a Estados Unidos en torno a que Corea de Sur aún valoraba, por sobre todo, su alianza con Estados Unidos. También quería persuadir a Corea del Norte de que redujera las tensiones en la península coreana.

El primer logro del presidente de Corea del Sur fue obtener el consentimiento de Corea del Norte de participar en las olimpiadas. También obtuvo el respaldo norcoreano para tener una presencia conjunta bajo una sola bandera. En un deporte se creó un equipo conjunto para participar.

El presidente Moon buscó garantizar a Estados Unidos que deseaba mantener el mismo alto nivel de alianza que había estado funcionando por mucho tiempo. Sin embargo, sugirió posponer las maniobras hasta después de las olimpiadas. Con renuencia, Estados Unidos accedió.

El presidente Moon buscó entonces hacer que Corea del Norte impusiera una tregua temporal en los lanzamientos de misiles hasta después de las olimpiadas. Corea del Norte aceptó tácitamente. Se supuso que esto abría la puerta para participantes de alto nivel de ambas partes. Cada país asistió a las sesiones inaugurales con un funcionario del más alto nivel, más una mujer cercana al líder.

En el caso de Corea del Norte, fue la cabeza de Estado nominal, Kim Yong-chol, como presidente de la delegación norcoreana, más Kim Yo-ong, hermana y confidente del líder norcoreano. Ella arribó con una invitación para que el presidente Moon visitara Corea del Norte. En el caso estadounidense, fueron el vicepresidente Pence e Ivanka Trump, hija y confidente del presidente Trump.

Pese a que Estados Unidos estaba contra las reuniones con Corea del Norte, se utilizó un canal privado para arreglar un encuentro entre el vicepresidente Pence y los norcoreanos. Sin embargo, con el fin de apaciguar a los simpatizantes estadounidenses del presidente Trump, el vicepresidente Pence expresó una denuncia pública del régimen norcoreano. La respuesta norcoreana a esta bofetada pública fue cancelar la reunión con Pence en el último minuto.

No obstante, tanto los norcoreanos como los representantes estadounidenses asistieron a la sesión de clausura. Estudiaron cómo evitar contacto unos con otros, pero evitaron también las denuncias recíprocas.

¿Cómo podemos entender lo ocurrido? El régimen norcoreano hizo algunas concesiones calladas, que en realidad fueron temporales. Pero las hicieron. Trump hizo concesiones mayores, que también son, en realidad, temporales. El presidente Moon obtuvo el crédito, tanto en Corea del Sur como en otras partes, creando esta tregua de paz. Aun algunos conservadores en Corea del Sur le concedieron valor a lo que se logró.

En la sesión de clausura, los norcoreanos expresaron que las relaciones entre Corea del Norte y Corea del Sur deberían mejorar conjuntamente. ¿Lo harán ahora? ¿Y habrá ahora otra reunión oficial entre Estados Unidos-Corea del Norte? Nada es menos seguro. Pero el viento de popa está con el presidente Moon, quien por tanto es quien salió vencedor incuestionable de las negociaciones olímpicas. Logró suavizar al régimen norcoreano y con su ingenio logró burlar al régimen estadounidense. Nada mal, por cualquier definición.

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