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lunes, 15 de enero de 2018

Se prolonga huelga de trabajadores metalúrgicos en Alemania

Ed Ouri, Ensemble!

Desde el lunes 8 de enero, los obreros de la metalurgia y de la industria electrónica están en lucha en Alemania. La patronal hace oídos sordos a las reivindicaciones del sindicato IG Metall, que reclama una mejora real de las condiciones de trabajo y de vida para los 3,9 millones de trabajadores y trabajadoras del sector. Por esta razón, el sindicato ha decidido poner en marcha una estrategia gradual de intensificación de la lucha. Así, desde el lunes se han iniciado huelgas de advertencia en las primeras fábricas del automóvil, movimiento que se extenderá en los próximos días y se considera que desembocará en una huelga indefinida. A diferencia de muchas luchas de los últimos años, esta de ahora no es defensiva, sino ofensiva: los trabajadores no se oponen a la disminución de su parte del pastel, sino que quieren una más grande.

Del diálogo social a la lucha de clases

Mientras que la patronal suele ensalzar los beneficios del diálogo social, ahora resulta que ese diálogo solo vale cuando los trabajadores aceptan las exigencias de los empresarios. Porque tan pronto un sindicato plantea verdaderas exigencias de progreso social, la patronal se niega a negociar. Concretamente, en el marco de las negociaciones de los convenios colectivos, el sindicato IG Metall reclama este año un aumento salarial de 6 % y una reducción del tiempo de trabajo individual y facultativo de 35 horas a 28 horas semanales. Mientras que el contenido de la reivindicación en materia salarial está claro, el de la reducción de jornada merece una precisión.

El modelo propuesto por el sindicato implica la posibilidad para el conjunto del personal asalariado del sector de reducir su jornada de trabajo semanal de 35 a 28 horas durante dos años. Transcurrido este periodo, tiene derecho a recuperar su tiempo de trabajo normal de 35 horas. En este modelo, los salarios deberán reducirse en principio de forma proporcional a la reducción del tiempo de trabajo. Ahora bien, el sindicato contempla una serie de excepciones: quienes tengan a su cargo un hijo o hija de menos de 14 años de edad, quienes estén cuidando a personas mayores de su familia o el personal desplazado podrán beneficiarse de una compensación al menos parcial de su salario. Por su parte, la patronal rechaza el diálogo y no piensa mejorar su propuesta, que contempla el pago de una prima de 200 € y un pequeño aumento salarial del 2 % a partir del mes de abril.

La intensificación de la lucha

En este contexto de ausencia de negociación real, el sindicato IG Metall, cuyo número de afiliados ha aumentado recientemente, ha decidido por tanto llamar a la huelga. El mismo lunes de contabilizaron 15 000 huelguistas en unas 80 empresas y el sindicato tiene previsto incrementar gradualmente el número de fábricas en huelga.

Paralelamente, en Berlín ha tenido lugar una primera manifestación sindical. Según el dirigente de IG Metal Jörg Hofmann “la masiva participación en el comienzo de las huelgas de advertencia a escala federal es una demostración del aprecio del personal por la oferta empresarial: nulo”. Al mismo tiempo, ha anunciado la extensión sucesiva del movimiento en los próximos días. Se materializa la perspectiva de una huelga indefinida, como en 1984, cuando después de siete semanas de huelga los obreros obtuvieron la reducción de la jornada se 40 a 35 horas semanales.

Este aumento de la combatividad sindical viene de la mano de un incremento relativo del poder estructural de los obreros metalúrgicos y de la industria electrónica en Alemania. En efecto, estos sectores ocupan un lugar central en la economía alemana y en las exportaciones, que son un factor clave de la misma. A esto se añade que las carteras de pedidos de las empresas alemanas están bastante llenas y la globalización les impone una capacidad de respuesta cada vez mayor y unos plazos de entrega cada vez más cortos. También está el hecho de que el paro ha disminuido en estos sectores de la industria cualificada. Con el descenso del número de parados –el ejército industrial de reserva de que hablaba Marx–, la fuerza de los trabajadores aumenta.

Malestar patronal y riesgo sindical

La patronal parece sorprendida por la combatividad obrera. Cuando IG Metall dejó entrever la posibilidad de lanzar un movimiento huelguístico, su primera respuesta fue un intento de intimidación declarando que la huelga sería ilegal, pues apoyaría una medida contraria a la ley. En efecto, la patronal afirmó que la reducción del tiempo de trabajo discriminaría a las personas que ya trabajan a tiempo parcial, porque por el hecho de reclamar una compensación al menos parcial por parte del sindicato, dichas personas ganarían salarios más bajos que quienes decidieran reducir su tiempo de trabajo.

Frente a este intento de intimidación, IG Metall responde que entonces habrá que proponer un aumento salarial suplementario para los y las trabajadoras a tiempo parcial o concederles el derecho a trabajar a jornada completa. En cuanto a esta argumentación de la patronal, que parece invocar los derechos de los trabajadores, cabe señalar que, curiosamente, no emplea el mismo argumento cuando se trata de la discriminación salarial de las mujeres. En Alemania, la diferencia salarial de género también es de alrededor de un 20 %.

Acto seguido, la patronal alega los costes suplementarios de la reducción de la jornada laboral. Para ello aduce un estudio consecuente que realizó precisamente el sindicato IG Metall entre la mano de obra del sector. Dicho estudio muestra la proporción de trabajadores que tiene potencialmente el derecho a una compensación salarial en caso de reducción de la jornada de trabajo: un 33 % son desplazados, un 26,5 % tienen hijos de menos de 14 años y un 18,5 % se ocupan de familiares en edad avanzada. Claro que una misma persona puede acumular dos o incluso tres de estos elementos. Sin embargo, según cálculos de la patronal, la reducción de la jornada laboral generará la necesidad de crear 200 000 puestos de trabajo suplementarios, y por tanto, desde su punto de vista, una disminución equivalente de los beneficios. Cosa que sorprenderá a quienes en Francia sostienen que la reducción del tiempo de trabajo no genera empleo.

La patronal alemana dice claramente que esta reducción genera empleo porque considera que todas las personas que podrían reducir su jornada con compensación lo harían. La contrapropuesta patronal a la reducción de jornada consiste, por lo demás, en aumentar la duración de esta a 38 horas. Como por arte de birlibirloque, después de afirmar que los trabajadores desean trabajar menos horas, la patronal supone que en realidad quisieran trabajar más. Claro que en este caso no tiene a mano un estudio para demostrarlo.

Además, la patronal propone asimismo a los asalariados que trabajen hasta 40 horas y superen por tanto voluntariamente la duración de la jornada establecida en el convenio colectivo. Como si el personal renunciara voluntariamente a su suplemento de horas extraordinarias. Y aparte de la cuestión del suplemento, esta propuesta revela concretamente hasta qué punto los intereses de la patronal están muy alejados de los de la clase obrera. En efecto, el mismo estudio de IG Metal invocado torpemente por la patronal refleja que el 82 % de los obreros y obreras aspiran a una reducción de su tiempo de trabajo.

De todos modos, a diferencia de la lucha por las 35 horas en 1984, esta vez IG Metall no propone una reducción generalizada del tiempo de trabajo, sino una flexibilización de la jornada laboral. Una parte del movimiento sindical denuncia esta diferencia como un factor de riesgo, porque más allá de las diferentes condiciones de trabajo según los ramos, en que el tiempo de trabajo varía entre 35 y 40 horas, esta flexibilización es susceptible de fragmentar a la mano de obra del mismo ramo en función de su jornada laboral. En efecto, esta fragmentación puede dificultar la formación de una conciencia de clase común, que será indispensable cuando la patronal trate de nuevo de poner en entredicho las conquistas de la clase trabajadora.

A este respecto es revelador que de cara a las últimas elecciones legislativas de otoño de 2017, el Partido Socialdemócrata (SPD) y los Verdes, así como los conservadores de la Unión Cristianodemócrata (CDU), defendieran la flexibilización del tiempo de trabajo. Además, la reducción de jornada temporal e individual que propone IG Metall comporta el riesgo de una sobrecarga de trabajo en caso de que la empresa decida no contratar suficientes trabajadores adicionales.

Una parte del movimiento sindical plantea asimismo la cuestión de la compensación suficiente del trabajo reproductivo (menores, personas ancianas) y considera que una compensación parcial no es suficiente. A estos riesgos asociados a la manera en que IG Metall pretende aplicar la reducción de jornada se añade otra crítica relativa a la reivindicación de un aumento salarial del 6 %. Sucede que la evolución de la relación entre salarios y productividad muestra que la reivindicación salarial podría ser bastante más elevada. Según un estudio reciente del Instituto Nacional de Investigación Económica (Deutsches Institut für Wirtschaftsforschung), entre 2003 y 2013 ha aumentado la productividad más que los salarios en la industria alemana (a diferencia de los servicios, donde la precarización general es evidente). Por consiguiente, nada más que para compensar el aumento de la productividad de los últimos años, los salarios deberían aumentar un 12 %.

A pesar de estas críticas, no hay que pasar por alto lo esencial de este movimiento huelguístico. La lección central de esta lucha creciente consiste en la mayor combatividad de la clase obrera, y ello no para defender unas conquistas, sino para obtener nuevas. Así, salta a la vista que el aumento salarial mejorará el poder adquisitivo y redistribuirá la riqueza a favor de los trabajadores. Asimismo, la oposición frontal de la patronal a la reducción del tiempo de trabajo muestra que esta propuesta sindical supone una mejora real de las condiciones de trabajo y de vida de la clase trabajadora. En una situación política en Alemania en que las políticas de seguridad y antisociales dominan el debate público desde hace ya demasiado tiempo, el retorno de la lucha de clases, impuesto por los trabajadores y trabajadoras, es sin duda una señal estimulante.
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Tomado de Viento Sur

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