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viernes, 19 de enero de 2018

“Fracturas, temor y fracasos”: las élites globales miran firmemente al abismo

Bill Van Auken, wsws

La próxima semana, 2.500 banqueros, administradores de fondos de inversión, CEOs corporativos, funcionarios estatales y celebridades se reunirán nuevamente en el complejo alpino suizo de Davos para el Foro Económico Mundial (WEF, siglas en inglés)

Pagando US$55.000 de admisión por persona, uno podría asumir que los representantes de la oligarquía financiera y corporativa y los otros representantes tienen mucho qué celebrar.

El índice de Bloomberg Billionaires (multi-millonarios) publicado el mes pasado indicó que las fortunas de los 500 individuos más ricos del mundo —muchos de los cuales estarán presentes— aumentaron 23 por ciento en conjunto el año pasado, haciéndolos $1 billón de dólares más ricos que a fines del 2016. Desde entonces, les han seguido lloviendo sumas así de obscenas de dinero, con el índice bursátil cerrando en 26.000 puntos el miércoles, después de su aumento de 1.000 puntos más rápido en la historia.

Sin embargo, el principal reporte en el que se basarán los cuatro días de reuniones y discusiones a puerta cerrada ofrece el retrato de una élite gobernante mundial viviendo con un miedo mortal de que el recrudecimiento de las crisis económicas y sociales, ante todo la amenaza de otra guerra mundial y revolución social, vaya no solo a despojarlos de sus riquezas, sino de sus cabezas.

Bajo el título “Fracturas, temores y fracasos”, el informe del WEF sobre riesgos globales (Global Risks Report) incluye subtítulos como “La parca en cosecha”, “La muerte del comercio”, “Las hebillas de la democracia”, “La extinción de la precisión”, “Al abismo”, “Los temores de un Armagedón ecológico” y “Guerra sin reglas”.

El reporte fue compuesto con base en una encuesta de cerca de 1.000 banqueros y ejecutivos empresariales, funcionarios estatales y académicos, que encontró que el 93 por ciento de ellos teme que se empeoren los confrontamientos entre las principales potencias durante el 2018. El 79 por ciento prevé una mayor amenaza de un conflicto militar “de un Estado contra otro”. El informe cita tanto el enfrentamiento entre Estados Unidos y Corea del Norte, el cual presenta el mayor riesgo de una guerra nuclear desde el ápice de la Guerra Fría, así como la trama cada vez más compleja de conflictos interestatales producidos por la intervención militar de Washington en Irak y Siria.

Los temores de una guerra mundial son bien fundados. El mes pasado, el presidente estadounidense, Donald Trump, presentó su estrategia de seguridad nacional, donde ataca a Rusia y China como “potencias revisionistas” que obstaculizan la aserción de EUA de su hegemonía global. Además, plantea una política de un primer ataque agresivo nuclear, incluso contra adversarios que estén empleando armas convencionales o cibernéticas.

Esta política ha sido elaborada más profundamente por la postura estratégica nuclear que será presentada este mes por Trump, donde solicitará el desarrollo de armas nucleares más pequeñas y “utilizables” para desplegarlas a destacamentos en el este de Europa y Asia, lo que vuelve todavía más posible una conflagración global de escala total.

La reunión de este año en Davos, sellada y rodeada por miles de efectivos policiales y militares, se verá eclipsada por la presencia de Donald Trump, el primer presidente estadounidense que llega desde Bill Clinton, hace 18 años. Sus asistentes anunciaron que Trump planea dar su típico discurso de “América ante todo” durante la sesión final.

Pese a que el discurso de Trump pueda presentar un desafío directo al eslogan del foro de este año —“Creando un futuro compartido en un mundo fracturado”—, será tan solo otro de los más nocivos síntomas del hendimiento del marco existente de la economía y política internacional, aconteciendo bajo el peso de las cada vez más profundas contradicciones y la inhabilidad de los distintos rivales del Estado capitalista a crear un nuevo “futuro compartido” o reparar las fracturas que dividen al mundo.

Los contenidos del reporte de riesgos del WEF apuntan a un capitalismo global sumido en una crisis profunda e irresoluble.

El documento menciona que, mientras que se muestran positivos los “principales indicadores económicos”, es decir, la fuerte alza en los precios de las acciones bursátiles que han engordado los portafolios de los inversionistas que estarán en Davos, esto solo “encubre la continuación de las preocupaciones subyacentes”.

“Esta ha sido la más débil recuperación registrada tras una recesión”, indica el reporte, y añade “El crecimiento de la productividad permanece extrañamente débil”.

La economía capitalista global se ve acechada por “los insostenibles precios de los activos, tras ocho años de una racha financiera alcista en el mundo; niveles altos de endeudamiento… y fuertes presiones en el sistema financiero global”.

En una sección intitulada, “Al abismo”, el informe hace la siguiente advertencia: “Contra el trasfondo de conflictos políticos internos e internacionales —y con los formuladores de las políticas económicas navegando aguas inexploradas— el estallido de otra crisis financiera global podría abrumar la respuesta política y las políticas consiguientes. Un colapso sistémico del tipo que fue evitado en el 2007-2008 podría empujar a países, regiones, o incluso al mundo entero sobre el precipicio y a un periodo de caos”.

“El recrudecimiento de las tensiones militares”, “las acumulaciones militares”, “los conflictos indirectos” y los múltiples “focos de conflicto” son mencionados como amenazas de guerras, pero el documento luego remata con advertencias sobre el peligro de la intensificación de las tensiones sociales en todos los países capitalistas.

“En muchos países, la tela social y política se ha visto severamente desgastada por los años de ingresos reales estancados”, dice, aludiendo a cifras sobre la desaceleración de los salarios y el veloz aumento de la desigualdad social.

“Los niveles de deuda personal, acoplados con ahorros y pensiones inadecuadas, son una de las razones por las que se puede esperar que las frustraciones se profundicen en los próximos años,” establece el reporte.

Además, menciona que el informe del 2014 advertía que uno de los mayores riesgos a nivel global era el alto nivel de desempleo juvenil, siendo tan alto que atentaba con crear una “generación perdida”. El reporte nota sin atavíos que los millones de jóvenes sin trabajo podrían provocar “enfrentamientos intergeneracionales por las políticas relacionadas a impuestos y al mercado laboral”.

Las inquietudes por las divisiones sociales explosivas van de la mano con una sección del documento dedicada a las preocupaciones que conciernen el Internet. Bajo el título “Fuegos digitales salvajes”, denuncia “el uso intencional de las redes sociales para extender la desinformación”, i.e. la develación de las verdaderas condiciones que enfrentan los trabajadores en cada país, calificándolo como un desafío a la “gobernabilidad global”. El reporte aplaude las medidas de Google, Facebook y varios Gobiernos para reprimir por medio de una censura directa la “desestabilizadora desinformación en línea”.

Las conclusiones políticas del reporte son particularmente impactantes:

“La democracia ya está mostrando signos de desgaste en cara a las problemáticas económicas, culturales y tecnológicas. Es posible un daño mucho más profundo: pueden colapsar los órdenes sociales y políticos. Si un país dividido uniformemente ve posiciones polarizadas cada vez más rígidas en una contienda en la que el vencedor se lo lleva todo, el riesgo aumenta de que los debates políticos den paso a formas de secesión y confrontaciones físicas. Bajo estas circunstancias, se podría llegar a un punto de inflexión. Un espiral de violencia podría desencadenarse, particularmente si las autoridades públicas pierden el control y luego intervienen a favor de un lado con una fuerza desproporcional. En algunos países —con un acceso fácil a armas o una historia de violencia política— se podría detonar un conflicto civil armado. En otros, el Estado podría imponer su voluntad a la fuerza, con posibles consecuencias que reverberarán por un largo tiempo: un estado de emergencia, la suspensión de libertades civiles, incluso la cancelación de elecciones para proteger el orden público”.

En otras palabras, la oligarquía financiera global se reunirá en el exclusivo y pintoresco resort alpino en Davos para discutir francamente las posibilidades de una nueva guerra mundial, la erupción de guerras civiles a raíz del recrudecimiento de las contradicciones sociales y la imposición de dictaduras policiales-estatales.

Lo que describe el reporte del WEF son condiciones ya visibles en Estados Unidos y en todas las principales naciones capitalistas.

En 1938, en vísperas de la Segunda Guerra Mundial, León Trotsky escribió que la clase capitalista “se desliza con ojos cerrados hacia una catástrofe económica y militar”. Mientras que el reporte de riesgos del WEF sugiere que al menos algunos elementos de la élite gobernante de hoy perciben tal catástrofe en el horizonte, tienen tan poca discreción como sus antepasados hace ochenta años para prevenirla.

Esta situación suscita con gran urgencia que la clase obrera formule su propia respuesta estratégica e independiente a la crisis capitalista mundial, con base en la perspectiva de aunar a los trabajadores de todos los países en una lucha en común para reorganizar a la sociedad sobre cimientos socialistas.

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