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miércoles, 19 de julio de 2017

Regreso al carrusel de las recesiones

Alejandro Nadal, La Jornada

Muchos analistas económicos se preguntan cuándo vendrá la próxima recesión en la economía mundial. Otros exclaman sorprendidos: ¿Cómo es posible? ¿Todavía se habla de una recuperación anémica y ya están pronosticando la próxima recesión?

Lo que sucede es que las economías capitalistas viven en ciclos de expansión y recesión. La fase de crecimiento en cada ciclo puede durar más o menos años, pero inexorablemente esa fase es interrumpida y remplazada por una etapa descendente. De este modo, la interrogante no es si va a desencadenarse otra recesión o no. La pregunta es cuándo va a sobrevenir dicho acontecimiento.

Nuevamente, la economía de Estados Unidos representa el mejor experimento histórico para hablar de recesiones y de la inestabilidad de las economías capitalistas. Las recesiones son eventos macroeconómicos y en los últimos 150 años la economía estadunidense ha experimentado 33 recesiones, o sea una cada cinco años en promedio.

Para el periodo que arranca en 1948 la economía de Estados Unidos ha padecido 11 recesiones: una cada seis años en promedio. Así que si observamos que la recuperación de la crisis de 2008 ya tiene nueve años de duración, la próxima recesión ya no debería tardar mucho.

Algunos indicadores muestran que las recesiones en Estados Unidos se han hecho más largas y profundas, aunque no necesariamente más frecuentes. Pero cuando llega la recuperación, el punto alto del nuevo ciclo invariablemente es inferior al correspondiente del ciclo anterior. Es decir, la economía muestra una tendencia a mantener tasas de crecimiento cada vez menos vigorosas.

No falta quien señale que la fase de expansión del ciclo anterior (antes de la crisis de 2008) tuvo una duración mayor a la del promedio. Eso es cierto, pero eso se explica porque la expansión del crédito a través del mercado de derivados y de los bancos sombra permitió mantener el crecimiento de manera artificial. O sea que la fase ascendente se prolongó no porque la economía gozara de buena salud, sino porque se mantuvo en una sobredosis de endeudamiento que ahora hace más difícil la recuperación plena.

En la historia de Estados Unidos (desde 1850) ninguna fase de expansión económica ha durado más de 10 años. (Los lectores pueden verificarlo). Hoy la economía estadunidense mantiene una tasa positiva de crecimiento desde 2009, lo que significa que ya es la tercera ola expansiva más larga en la historia de ese país. Cada día que transcurre aumenta la probabilidad de ver la llegada de una nueva recesión.

Frente a estos pronósticos pesimistas se yergue un conjunto de indicadores favorables. El índice bursátil S&P 500 mantiene niveles récord, el desempleo está por debajo de su nivel histórico (para fines prácticos la economía estadunidense ha alcanzado el pleno empleo) y la inflación sigue estando por debajo de 2 por ciento. Las promesas de la actual administración sobre reducciones de impuestos para las corporaciones podrían constituir otro factor positivo que aleja el espectro de una recesión.

Pero hasta los más optimistas reconocen los nubarrones oscuros en el paisaje económico. El desempeño en el mercado bursátil está asociado a la flexibilización monetaria que fomentó más la especulación que la inversión productiva. Las cifras del mercado laboral no ocultan la creciente precarización del empleo. Además, mucha gente ha desistido en la búsqueda de empleo y por lo tanto no cuenta como desempleados. Finalmente, los salarios se mantienen estancados (aunque hay algunos indicios de tímidos aumentos en algunos nichos del mercado).

Por otra parte, la baja inflación no es necesariamente un indicio de buena salud. La deflación ha estado asociada al sobrendeudamiento que permitió la expansión en el ciclo anterior (el endeudamiento del sector privado se acercó a 300 por ciento del PIB en 2007). Hoy la Reserva Federal admite que la tasa de inflación sigue por debajo de la meta de 2 por ciento, lo que hace cada vez más difícil justificar un incremento en la tasa de interés.

Finalmente, el consumo comienza a repuntar, pero al igual que en la fase de crecimiento 2001-2007, este consumo no está apuntalado por salarios al alza, sino por crédito y el efecto riqueza provocado por la inflación en el precio de algunos activos. Por eso el último informe del Banco de Pagos Internacionales (www.bis.org) considera que la próxima recesión podría tener un origen similar a la de 2008, con el exceso de endeudamiento afectando negativamente tanto el consumo como la inversión.

La próxima recesión no es inminente, pero como se dice en Wall Street, las recuperaciones no mueren de edad avanzada. Y cuando llegue el momento de afrontar esa contracción, la Reserva Federal no tendrá margen de maniobra. Como la tasa de interés seguirá siendo baja, la Fed no podrá recurrir a reducciones en dicha variable con el fin de reactivar la economía. La próxima recesión podría no ser tan violenta como la crisis de 2008, pero será más difícil de contrarrestar.

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