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martes, 11 de abril de 2017

El bombardeo estadounidense contra Siria y la campaña militar del imperialismo occidental


Joseph Kishore, WSWS

A raíz del lanzamiento de misiles crucero contra el gobierno sirio la semana pasada, la implacable lógica de la guerra ha tomado control de las decisiones de Washington. La élite política y la prensa en Estados Unidos están exigiendo que dicha acción sea seguida por la implementación de una “estrategia integral” para derrocar al presidente sirio, Bashar al Asad, y escalar las confrontaciones con Rusia.

La embajadora estadounidense ante las Naciones Unidas, Nikki Haley, declaró el domingo que “un cambio de régimen [en Siria] es algo que consideramos que va a suceder”. En cuanto a Rusia e Irán, dijo, “Estamos denunciándolos. Pero, no creo que hayamos descartado nada por el momento... Van a seguir viendo a Estados Unidos actuar cuando tiene que hacerlo”.

El domingo, el senador republicano Lindsey Graham, pidió el envío de “cinco a seis mil” tropas a Siria, además de más sanciones económicas contra Rusia. Dijo que Asad está cometiendo “un gravísimo error porque, si uno es un adversario de EEUU y no está preocupado por lo que pueda hacer Trump en un día dado, debe estar loco”.

Tanto los demócratas como los republicanos fueron parte del coro de llamados a la acción contra el gobierno ruso. “Son cómplices”, dijo el senador republicano, Marco Rubio, y agregó, “Vladimir Putin es un criminal de guerra que está ayudando a otro criminal de guerra”. Su colega demócrata, Ben Cardin, declaró que el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas debería establecer un tribunal de crímenes de guerra para enjuiciar a Asad y al presidente ruso, Vladimir Putin.

Este es el lenguaje de la guerra. Llamar a un mandatario de otro país un criminal de guerra es el preludio tradicional de una acción militar.

Estados Unidos no está solo en sus provocaciones incendiarias. Todas las potencias imperialistas en Europa se alinearon en apoyo del ataque contra Siria. El secretario de Defensa británico, Michael Fallon, escribió el domingo que Rusia es “indirectamente responsable por cada baja civil la semana pasada”, algo que por supuesto no fue dicho en relación con la masacre estadounidense la ciudad iraquí de Mosul el mes pasado.

El secretario de Estado estadounidense, Rex Tillerson, está participando en una reunión de cancilleres del G7, la cual comenzó este lunes en Italia, donde EEUU y sus aliados europeos están discutiendo un ultimátum para que Moscú retire sus tropas de Siria y deje de apoyar al gobierno de Asad. Tillerson reiterará esta demanda cara a cara con el canciller ruso en Moscú, presuntamente amenazando con utilizar ciertas acusaciones de “crímenes de guerra” contra Rusia.

En uno de los pocos comentarios que señala cuáles serían las consecuencias de tales acciones, el profesor de la Universidad de Georgetown, Colin Kahl, escribió el domingo en el diario Washington Post que si EEUU continúa este escalamiento de reclamos de un cambio de régimen y zonas de exclusión aérea, “las posibilidades de un enfrentamiento militar con Moscú son reales”. Sin embargo, este es precisamente el camino que está tomando el gobierno de Trump, respaldado por la élite política en su conjunto y las potencias imperialistas de Europa.

¿Cómo responderán EEUU y sus aliados si Rusia rechaza dicho ultimátum de retirarse de Siria? En medio de la histeria antirrusa que ha llegado a dominar a la prensa y a la burguesía en EEUU, nadie está planteando la cuestión de cuántos cientos de millones de personas morirían en una guerra con Rusia, o siquiera si quedará un mundo habitable después de una conflagración nuclear.

Al mismo tiempo, Estados Unidos está aumentando sus amenazas militares en Asia. Durante el fin de semana, el gobierno de Trump desplegó buques de guerra a la península de Corea, mientras que varios reportes señalan que Washington está considerando ataques de “decapitación” y otras acciones militares contra el gobierno norcoreano, las cuales podrían ocurrir tan pronto como esta semana.

El grado de imprudencia de la política exterior imperialista tiene una base objetiva. La impulsan dos factores en particular y relacionados entre sí.

En primer lugar, las secciones dominantes del ejército, las cuales están dictando gran parte de las políticas de Trump, están decidiendo revertir a toda costa la decisión de la administración de Obama de echarse atrás en el 2013 y no intervenir directamente en Siria. En vez, se había llegado a un acuerdo con Rusia para supervisar la destrucción de armas químicas de Siria. Las cúpulas militares consideran que este cambio es un paso crítico para mantener el dominio estadounidense, no sólo en Oriente Medio y Europa del Este, pero en todo el mundo.

Escribiendo para el diario New York Times el domingo, el senador republicano, Tom Cotton, declaró que los ataques en Siria “han logrado un gran avance en restablecer nuestra severamente dañada credibilidad ante el mundo”. Cotton indicó: “En una sola noche, el presidente Trump cambió las tornas. Le demostró al mundo que cuando EEUU lanza una advertencia, hará valer sus palabras con acciones... Ya que nuestra credibilidad ha sido restaurada, EEUU puede volver a su ofensiva alrededor del mundo”.

Las afirmaciones de Cotton dejan claro que el ataque químico fue tan solo otro pretexto fabricado para llevar a cabo una intervención armada. Una y otra vez, se ha demostrado que las potencias imperialistas han inventado acusaciones de crímenes de guerra para justificar su agenda neocolonial y depredadora.

El gobierno de Asad, cuyas fuerzas han estado a la ofensiva, no tenían nada que ganar de un ataque químico contra enemigos que se están replegando. Estados Unidos, al contrario, tenía motivos políticos obvios. La CIA y el Pentágono querían una justificación para atacar al gobierno sirio con fines geoestratégicos.

Ahora que lo han hecho, Cotton se jactó: “Le hemos recordado a amigos y enemigos que Estados Unidos no sólo posee un poder sinigual, sino que lo usará nuevamente para proteger nuestros intereses, aspiraciones y aliados”.

La segunda razón detrás de la escalada militar concierne las preocupaciones por la profundización de la crisis y la inestabilidad en toda Europa y EEUU. La Unión Europea (UE) y la OTAN se están resquebrajando en medio de un auge de movimientos nacionalistas alrededor de la salida de Reino Unido de la UE o Brexit.

La confrontación con Rusia será un factor “unificador”. Chris Coons, el senador demócrata de Delaware, detalló este punto la semana pasada en la Institución Brookings como parte de su charla titulada “¿Estamos en guerra con Rusia?”. Coons indicó que “el orden internacional encabezado por EEUU” está siendo amenazado por Rusia, que “se beneficia directamente de la elección de mandatarios europeos que apoyen un nacionalismo intolerante y que comparten su oposición a una UE cohesionada y a una OTAN fuerte”.

Según Coons, “El régimen de Vladimir Putin está logrando hoy día lo que la Unión Soviética pretendió alcanzar en 1950... Está destruyendo la unidad de Occidente, aislando a EEUU y alejando a la gente de Occidente de nuestros gobiernos”. Además, “está socavando la confianza entre estadounidenses, en nuestras instituciones y en la propia credibilidad de nuestra democracia”.

Este intento de Coons de atribuirle al gobierno de Putin la ruptura de la UE y el descontento social en Europa y EEUU es completamente absurdo. Las decenas de millones de trabajadores cuyos niveles de vida se están desplomando no necesitan que Putin les haga saber que el sistema político y económico les ha fallado.

Dentro de EEUU, el Partido Demócrata, aliado con las cabecillas militares y de inteligencia, está protagonizando el proceso de agitar histeria antirrusa con las intenciones de mantener a Europa bajo control y redirigir las tensiones sociales dentro de EEUU hacia un conflicto militar en el exterior. A raíz de los bombardeos contra Siria, los demócratas dejaron de lado sus críticas ocasionales de las políticas domésticas de Trump y se han enfocado en elogiar a la Casa Blanca y exigir una política más consistente contra Asad y Rusia.

De forma ominosa, Coons expresó estar preocupado por encuestas recientes que muestran que, “sólo la mitad de todos los estadounidenses cree que Rusia realmente interfirió en las elecciones presidenciales”, incluso después de que “toda la comunidad de inteligencia estadounidense dejara claro que Rusia intervino en el proceso electoral”. El Congreso estadounidense, aseveró, tiene que “entender cuál es la naturaleza de nuestro conflicto con Rusia y asegurarse que el pueblo estadounidense comparta ese entendimiento”.

¿Y si la gente no “comparte ese entendimiento”? Entonces, culpan a la “propaganda enemiga” e ilegítima.

La clase gobernante estadounidense tiene razón en estar preocupada sobre la conciencia de las masas. Las mismas contradicciones que desencadenan guerras imperialistas en el sistema capitalista mundial crean las bases objetivas para la revolución socialista, las cuales toman la forma una intensificación de las luchas de clase en todo el mundo. En EEUU, las consecuencias de una campaña militar contra Rusia conllevarán a un sentimiento generalizado de ira y ultraje. Amplios sectores de la clase obrera y la juventud cargan un gran escepticismo y un odio imperecedero hacia la élite política y la prensa.

Sin embargo, el principal peligro en la actualidad es que dicha oposición no está organizada políticamente. Las decisiones están siendo tomadas tras bastidores, mientras que el grueso de la población no tiene idea de lo catastróficas que son las consecuencias de dichas políticas. Ningún medio corporativo ha ofrecido una evaluación crítica de la propaganda estatal. Y asimismo, todo el espectro político oficial apoya la campaña de guerra del imperialismo norteamericano.

Sea cual fuere el resultado inmediato de los bombardeos en Siria, los eventos mundiales están moviéndose rápidamente en dirección de otra guerra mundial. Esta realidad tiene que animar internacionalmente una intervención políticamente consciente de la clase obrera para acabar de una vez y por todas con el imperialismo y con la división del mundo en Estados nación para poder reorganizar la sociedad sobre cimientos socialistas.

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