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martes, 7 de marzo de 2017

La troika desembarca otra vez en Grecia con la tijera

Los nuevos recortes que debe aplicar Atenas ascienden a 3.600 millones de euros. No tendrán que ser en 2017, podrán introducirse a lo largo de los próximos años y, principalmente, a partir de 2019
Alexandre Mato, CTXT

Atenas y sus acreedores internacionales discuten de nuevo importantes reformas para el país, ajustes de hasta el 2% de su PIB para los próximos años, según lo acordado en el Eurogrupo del pasado 20 de febrero. Es la negociación de la segunda revisión del programa de rescate del país que ha comenzado este martes en Atenas para desbloquear una etapa atascada desde antes de Navidad.

Los acreedores de Grecia --la conocida anteriormente como troika y que ahora es una cuadriga porque también está el MEDE, Mecanismo Europeo de Estabilidad Financiera -- estaban enfrentados hasta hace unos días por la deuda helena, el superávit presupuestario del país y las medidas que debía aplicar el gobierno. Los nubarrones entre ellos han desaparecido.

En agosto de 2015, cuando se pactó el tercer rescate de Grecia, el FMI decidió quedarse al margen hasta cobrar los préstamos que todavía le adeudaba Atenas del segundo rescate, y con el objetivo de analizar una proyección realista de la deuda griega. Su conclusión es que es “insostenible” y por eso pide reestructurar una montaña que roza el 180% del PIB del país. Los otros acreedores de la troika, la Comisión Europea, el BCE y el MEDE, rechazan esta petición tajantemente. Alemania, principal economía europea, impone su no.

Tsipras cede para recibir dinero internacional

Los nuevos recortes que debe aplicar Grecia ascienden a 3.600 millones de euros. No tendrán que ser en 2017, podrán introducirse a lo largo de los próximos años y, principalmente, a partir de 2019, una vez finalizado el programa del rescate actual. Sobre el terreno se va a estudiar una reforma de las pensiones, cambios en el mercado laboral y los objetivos fiscales del presupuesto de este año y de los próximos.

La reforma de las pensiones es una novedad no prevista y rechazada por Atenas hasta hace unos días, pero Grecia no recibe dinero de sus acreedores internacionales desde el 25 de octubre, cuando el MEDE desembolsó 2.800 millones de euros para pagar intereses de la deuda y préstamos internacionales. Una parte de estos fondos vuelve a salir hacia el extranjero para pagar los dos rescates anteriores del país. Mero juego de monopoly como decía en 2015 el exministro de Finanzas heleno, Yanis Varoufakis, durante los meses de negociaciones con la UE y el FMI que terminaron con su salida del gobierno, la convocatoria de un referéndum, la aceptación del tercer rescate internacional por el primer ministro, Alexis Tsipras, y la convocatoria de elecciones anticipadas.

Ahora, a punto de comenzar la primavera de 2017, las premuras de Grecia son menores aunque aumentan conforme pasan las semanas. En julio tiene que devolver 7.000 millones de euros de varios préstamos internacionales y el objetivo es no agotar sus exhaustas reservas en medio de la difícil primavera electoral europea, con partidos de ultraderecha liderando las encuestas de las legislativas holandesas de marzo y las presidenciales francesas de abril. El miedo en Bruselas es que una victoria de estos populismos empantane totalmente el trabajo del Eurogrupo y, por tanto, las negociaciones entre Atenas y sus acreedores internacionales.

Recientemente, en una visita a Bruselas, el viceministro de Asuntos Exteriores de Grecia, George Katrougalos, aseguró en un encuentro privado con periodistas al que estuvo invitado CTXT que su país “no se estaba quedando sin dinero” y que podían “sobrevivir sin un acuerdo” sobre la segunda revisión hasta el verano. Un día después, el Ministro de Finanzas, Euclides Tsakalotos, viajaba de urgencia a Bruselas para negociar con la Comisión, el BCE y el FMI.

Katrougalos negaba tajantemente una reforma de las pensiones, “demandas irracionales” del FMI según el político, no incluidas en el calendario del rescate. Una semana después, en el Eurogrupo, su gobierno volvió a tragar y la incorporó para que regresase la troika. Todo se había cocido en la visita previa de Tsakalotos, “un viernes negro”, según un miembro del gobierno griego en Bruselas.

El ejecutivo de Tsipras, a cambio, recuperará la negociación colectiva, desmantelada en los rescates del país. Una concesión obtenida por Tsakalotos en su viaje exprés. Las sucesivas reformas laborales aplicadas en Grecia han provocado una caída del 22% del salario mínimo y la aparición de un millón de asalariados que cobran menos de 1.000 euros mensuales, según datos de su gobierno. Sólo en ocho sectores profesionales se mantienen los acuerdos colectivos, “una jungla laboral”, según Katrougalos.

El FMI también cede ante los europeos

El cuarto acreedor en discordia, el FMI, no quería recuperar la negociación colectiva: “sería erróneo volver a un marco laboral previo, menos flexible”, dice en sus análisis. Pero, según un funcionario griego presente en Bruselas y conocedor de lo discutido las últimas semanas, la inclusión de la reforma de las pensiones supone cierto tipo de intercambio para retomar la negociación colectiva.

Una reflexión que coincide con el mandato emanado del Eurogrupo sobre el impacto neutro en términos presupuestarios de cualquier reforma. Es decir, que no suponga más gasto o que sea compensada por otra en sentido contrario. El FMI ha cedido en la cuestión laboral a cambio de meter mano en las pensiones, un sistema con un agujero del 10% del PIB, cuatro veces más alto que la media de la eurozona.

Para cerrar estos detalles, un día después del Eurogrupo, la directora gerente del Fondo, Christine Lagarde, se reunió con la canciller Ángela Merkel. Los europeos prefirieron callar sobre el encuentro; hasta Berlín también se desplazó el presidente de la Comisión, Jean Claude Juncker, pero su portavoz jefe, Margaritis Schinas, antiguo eurodiputado del partido conservador griego Nueva Democracia, aseguró que no entraría en cuestiones específicas porque “era una reunión en confianza y se llama precisamente así porque permite discutir un amplio abanico de temas” de manera discreta.

Desde Washington, el portavoz del FMI, Gerry Rice, sí explicó que en el encuentro se abordó su “enfoque de dos patas” para Grecia con “reformas y alivio de la deuda”. “No hay un cambio de nuestra posición”, según Rice, la deuda helena es insostenible a largo plazo en los términos que fija el tercer rescate del país. Para que el FMI entre en el programa actual, se “necesita un compromiso creíble por adelantado sobre medidas específicas para aliviar la deuda” griega.

Sin embargo, alivio no es lo mismo que reestructuración. El primero supone aplicar medidas para reducir la carga de los pagos, como un vencimiento más largo de los préstamos o menores intereses a desembolsar. Reestructurar una deuda suele asociarse a una quita, condonar parte del importe total a pagar, el anatema para Alemania.

“La impresión”, asegura la fuente del gobierno griego, “es que el FMI ha rebajado sus demandas sobre la reestructuración de la deuda. Es cierto que se está jugando con las palabras pero sí, ahora sólo hablan de quita”. Liderados por las posturas del gobierno alemán, los europeos han impuesto su visión contraria a la reestructuración. Parece que la “entrada del FMI en el programa tras la segunda revisión sí es más plausible”, cree este funcionario.

Alemania se enroca con Grecia

Para la canciller Ángela Merkel, la entrada del FMI con estas premisas supondría asegurar la viabilidad del tercer rescate, eliminar los crecientes temores de que Grecia necesite un cuarto y garantizarse ante sus electores la imagen de que Berlín no ha cedido con una Atenas que aplica reformas mientras el bolsillo del contribuyente alemán no sufre.

Dentro del Eurogrupo, incluso hay aliados tradicionales de Alemania, como Luis de Guindos, que plantean dudas con respecto a las exigencias de Berlín. Tras el último Eurogrupo el ministro de Economía español afirmó que “mantener durante diez años un superávit primario --el que no incluye el coste de los intereses de la deuda del Estado-- del 3,5% del PIB es algo que no ha ocurrido nunca en la historia económica reciente”, explicó el ministro, para quien en este momento “hay que compatibilizar elementos que no son compatibles”.

Una crítica compartida por el Fondo. Cuando se diseñó en 2015, europeos y griegos pactaron ese objetivo del 3,5% a partir del 2019. El FMI nunca rechazó la cifra pero no le salían las cuentas. La institución dirigida por Lagarde prevé un 1,5% a medio y largo plazo sin que Grecia necesite “incurrir en un superávit más elevado”. Si los europeos quieren uno mayor y Atenas lo acepta, “en ese caso son necesarias reformas estructurales adicionales”, que podrían frenar el crecimiento e imposibilitar la reducción de la deuda. De ahí su posición, hasta ahora, a favor de una quita.

Merkel y su ministro de finanzas, Wolfgang Schauble, no quieren ni en pintura esa reestructuración y mantienen que Grecia puede conseguir durante años el superávit primario del 3,5%. Incluso un economista ortodoxo como Guindos duda de la viabilidad de esta proyección y apuesta por “premisas razonables y realistas”. Pese a la incompatibilidad para cuadrar estos elementos, el español y sus otros colegas en el Eurogrupo no cuestionan, sin embargo, la sostenibilidad de la deuda helena y, por tanto, también excluyen una quita.

El FMI parece haber cedido, la troika está de nuevo en Atenas y el gobierno de Alexis Tsipras aplicará los ajustes y reformas exigidas. Aunque el primer ministro griego calificó el acuerdo como un “éxito excepcional que permitirá dejar atrás la senda de la austeridad”, las que siguen intactas son las cuentas de Merkel y Schauble.

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