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jueves, 12 de enero de 2017

Los cuatro escenarios de guerra y/o paz de Kissinger


Alfredo Jalife-Rahme, La Jornada

En el primer Foro Oslo del Premio Nobel de la Paz participaron los dos máximos geoestrategas vivientes de Estados Unidos (EEUU): el israelí-alemán-estadounidense Henry Kissinger (93 años) y el polaco-canadiense-estadounidense Zbigniew Brzezinski (88 años), con el tema EEUU y la paz mundial después de la elección presidencial (https://goo.gl/LtgX3n).

Ya revisé la postura involutiva de Brzezinski, quien ha pasado de la unipolaridad de EEUU a un G-2, que China rechazó, y ahora no tiene más remedio, pese a su sicopatológica rusofobia, que aceptar el reacomodo global de un G-3: EEUU/Rusia/China (https://goo.gl/JFxEQl).

Donald Trump –quien se inclina por un etéreo G-2 de EEUU y Rusia, mientras adopta una postura hostil contra China– recibió con bombo y platillo a Kissinger, polémico ex asesor de Seguridad Nacional de Nixon y Ford.

Kissinger insinúa un sutil G-2 de EEUU con Rusia, sin incorporar a China a un G-3 (https://goo.gl/mxIu9i). Intenta operar la misma ruptura de 1971, pero esta vez a la inversa, cuando atrajo a China a una alianza subrepticia con EEUU frente a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, lo cual, como reconoce en sus voluminosos libros, otorgó profundidad estratégica a China y a EEUU, para que éste se apoderase de Medio Oriente.

Hoy Kissinger, ¡46 años más tarde!, parece apoyar una alianza de EEUU y Rusia, esta vez, contra China. En su reciente ponencia en Oslo, diagnostica la lamentable (sic) condición del sistema internacional (https://goo.gl/5SG60z) simbolizada por la competencia latente entre cuatro cosmogonías del orden mundial: 1. El orden europeo de Westfalia de 1648 (¡de hace 365 años!); 2. El islámico; 3. El chino, y 4. El estadounidense.

El trípode de su orden global se basa en las leyes internacionales, el balance de poder y la soberanía.

Se desprende que Rusia forma parte del orden europeo de Westfalia que exalta la soberanía nacional: resultado de la guerra de 30 años entre católicos y protestantes.

Emite la perogrullada de que ninguna de las cuatro cosmogonías de su orden mundial, título de su más reciente libro (https://goo.gl/ZNKYx8), goza de legitimidad universal cuando cada modelo es tentado a maniobrar para sus ventajas regionales o globales. Arguye que una batalla entre regiones puede ser aún más destructiva de lo que ha sido la batalla entre naciones, a partir de lo cual deduce cuatro escenarios, como posibles catalizadores para una conflagración a gran escala o sujetos para la búsqueda de la paz.

Su secuencia llama la atención.

Primer escenario: deterioro de las relaciones de EEUU y China, que sucumben en la Trampa de Tucídides y que la historia determina entre el poder en turno (EEUU) y el poder ascendente que lo desafía (China).

En el epílogo de su libro Sobre China (https://goo.gl/P1dUjl), Kissinger concluye en el Memorándum Crowe la inevitabilidad de una guerra entre Washington y Pekín, como sucedió –y sigue sucediendo mediante el Brexit que rechaza la superpotencia geoeconómica de Alemania en la Unión Europea– entre Londres y Berlín en la Primera Guerra Mundial.

Ya había abordado la metáfora geopolítica de la Trampa de Tucídides (https://goo.gl/4GIhm7).

Segundo escenario: ruptura de las relaciones entre Rusia y Occidente (sic) que resulta de la paradoja de la incomprensión mutua entre culturas paralelas (¡supersic!).

La cultura rusa es europea –basta visitar el Museo del Hermitage en San Petersburgo, asistir al Ballet Kirov y abrevar de su prodigiosa literatura (Pushkin, Dostoievski, Tolstói, etcétera)–, y muy superior a la estadounidense: excrecencia de la matriz europea cuando los zelotes neoconservadores straussianos, ya no se diga los Bush/Clinton/Obama, han exorcizado todo lo que tenga que ver con Rusia, lo cual epitomiza un suicidio cultural de Occidente (whatever that means).

La esquizofrenia de la falaz taxonomía cultural y su nociva propaganda con técnica Hasbara en EEUU –intoxicado por el entretenimiento hollywoodense y sus multimedia que controlan Soros/Haim Saban– coloca a Japón, con su respetable cultura singular, en ese Occidente, mientras anatemiza a Rusia. Entretenimiento no es cultura.

Tercer escenario: continuo debilitamiento de la relevancia (sic) estratégica de Europa debido a la pérdida de un sentido de misión global.

Nadie más que Gran Bretaña (GB) y su relación especial con EEUU –antes del Brexit y el trumpismo– contribuyeron al debilitamiento deliberado de Europa, que incluye nolens volens a Rusia: summum civilizatorio de la prodigiosa cultura occidental desde el Renacimiento humanista.

El problema de la otrora relación especial de GB y EU fue haber perpetrado su suicidio con la cataclísmica globalización financierista del thatcherismo/reaganomics que abandonó su quintaescencia humanista.

Cuarto escenario: escalada del conflicto en Medio Oriente en una búsqueda competitiva por la hegemonía entre los países árabes sunitas y la revolucionaria (sic) Irán.

Vale la pena rememorar que las dos potencias nucleares anglosajonas, EU/GB, se han consagrado a amarrar navajas en Medio Oriente: como en la guerra de Irán e Irak cuando vendían armas a ambas partes para que se degollaran, no se diga ahora con los esquemas de balcanización de Israel (https://goo.gl/jIhLhS).

Ya que Kissinger cita a Emmanuel Kant en su famoso libro de La paz perpetua, se recuerda que uno de los máximos filósofos modernos de Occidente en su libro seminal Crítica de la razón pura del siglo XVIII, consideraba al islam de su época, ya en su decadencia (según el padre de la sociología, Ibn Khaldun, del siglo XIV) como una religión de paz, lo cual suena hoy inverosímil, debido a la propaganda israelí-anglosajona de demonización.

Hoy la fuerza del islam es demográfica –mil 600 millones de feligreses esparcidos en 57 países– pero carece lamentablemente de rumbo geoestratégico.

Kissinger admite la prevalencia contemporánea del interés nacional, curiosamente, un concepto que ignora el “México neoliberal itamita”.

Sustenta que en el mundo interconectado de hoy, el interés nacional debe conectarse con y estar limitado por una visión de orden mundial. En el “México neoliberal itamita”: ni una ni otra…

A nivel nuclear, acepta implícitamente la tripolaridad de EU/China/Rusia y su especial obligación para prevenir que las armas nucleares se vuelvan convencionales.

Concluye, igual que su más reciente libro, que el mundo debe adaptarse al sistema de Westfalia o a su renovación y cuya alternativa sería el caos, por lo que aconseja sus recetas unilaterales a las cuatro grandes superpotencias globales: 1. A EU: que reconozca que el mundo enfrenta un cambio tectónico (¡supersic!) en la estructura global; 2. A China: que la eminencia es hasta cierto grado tanto relativa como condicional –en su hermenéutica, significaría no provocar a EU a una guerra nuclear–; 3. A Rusia: el respeto que busca debe permitir estructuras verdaderamente soberanas a lo largo de sus fronteras –lo cual, EU no permite a México–, y 4. A Europa: la diversidad es circunstancial, pero la política necesita de una visión –cuando EU nunca dejó prosperar en forma autónoma sus estructuras civilizatorias.

Falta ver ahora que piensan en Rusia y China.

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