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lunes, 14 de noviembre de 2016

Triunfo de Trump: ¿G-2 con Rusia o G-3 que incluya a China?

Alfredo Jalife-Rahme, La Jornada

Lejos del condicionado simplismo primitivamente maniqueo y lineal existen hipercomplejas lecturas multidimensionales a niveles local/regional/global después del triunfo de Trump.

En el propio Estados Unidos –más allá de las manifestaciones instigadas por George Soros (https://goo.gl/B6GGCe), uno de los máximos perdedores globalistas, con los banqueros Rothschild y Goldman Sachs, con sus conocidos instrumentos aquí– los demócratas recibieron una paliza en las legislaturas estatales, el Estados Unidos profundo, al obtener 13 (26 por ciento), que acentuarán las desatadas fuerzas centrífugas.

Trump, outsider atípico, aniquiló a las dos dinastías decadentes y megacorruptas de los Bush y los Clinton, que contaban con el descarado apoyo del establishment bipartidista y sus controlados multimedia (otros supremos perdedores), con exagerados recursos financieros consustancialmente antidemocráticos de los donadores multimillonarios.

La sociedad de Estados Unidos está seriamente fracturada en todos sus segmentos socioeconómicos y teosicopolíticos, con profunda alienación de sus red necks y blue collars, que desataron la furia electoral del supremacismo racista/blanco/evangelista de los WASP: el segmento más pertrechado con ametralladoras del planeta, lo cual ignora el frívolo, aventurero e infantiloide Senado del México neoliberal itamita –encabezado por Gamboa/Gómez del Campo/Lozano/Robledo y sus grotescas camisetas pro Hillary –que ha puesto en alto riesgo persecutorio a cerca de 40 millones de nuestros hermanos mexicanos desamparados (https://goo.gl/OFe94o) cuando Estados Unidos vive una guerra civil larvada.

Más allá de las inducidas amenazas de magnicidio y frondas por los derrotados de Wall Street (https://goo.gl/b9QCXv) –con la notable excepción de JP Morgan, más nacional para las cuentas de Trump que los globalistas Soros/Rothschild/Goldman Sachs–, el trumpismo significó y magnificó la muerte de los gurús de pacotilla y las ridículas encuestas con sus mitos sobre mujeres –53 por ciento de blancas votaron por Trump, pese a sus repelentes desvaríos eróticos públicos/púbicos– que obtuvo 29 por ciento del voto latino que brilló en Florida. Hasta Hillary en su derrota confesó que “Estados Unidos está más profundamente dividido de lo que pensábamos ( sic)”. ¡No, bueno!

Tampoco Trump goza de carro completo en el Congreso, en el que los republicanos del establishment lo pueden torpedear. Ron Paul, ex legislador republicano de Texas, advierte que Trump puede ser fagocitado por el omnipotente Deep State (https://goo.gl/Svzk6G). Estados Unidos todavía goza de pesos y contrapesos que no podrá eludir Trump.

El triunfo tectónico de Trump reajusta los capitales globales, como se notó con el rebote espectacular de los mercados, en los que salen favorecidas farmaceúticas y petroleras (en detrimento de la energía alternativa) y reacomoda las alianzas a escala global.

El dislocado y alocado México neoliberal itamita es el máximo perdedor regional con el desplome del peso y su caduco modelo mercantilista neoliberal, al unísono de Canadá, lo cual coloca en la picota al TLCAN, artefacto anti-soberanista de las dinastías derrotadas de los Bush y los Clinton.

Las inversiones que prometió Trump la madrugada de su elección –para mí nada sorprendente, porque apeló a la mayoritaria revuelta demográfica y económica de los deplorables e irrecuperables (Hillary dixit)– para la manufactura y la infraestructura por un millón de millones de dólares constituyen un genuino neo-keynesianismo antineoliberal que acelera la desglobalización que propende a los regionalismos.

Grandes vencedores: Putin –en Rusia explotó el júbilo masivo– y el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, con su gran aliado Sheldon Adelson, de la mafia de los casinos. El acercamiento de Trump y Putin aleja la ominosa perspectiva de una tercera guerra mundial, que sería inevitablemente nuclear. Reuters informa que, para el Kremlin, el “abordaje de la política exterior de Trump es casi (sic) el mismo que Putin” (https://goo.gl/Fq4DH7).

Con Hillary pierden by the time being los superhalcones de Estados Unidos, que hubieran llevado al mundo al precipicio nuclear (https://goo.gl/q2XnQf).

Las nueve primeras llamadas de Trump marcan el tropismo del trumpismo: Egipto (sic), Irlanda, México (sic), Israel, Turquía (sic), India, Japón, Australia y Corea del Sur (en ese orden). En décimo lugar vino la primera ministra conservadora del Brexit, Theresa May (https://goo.gl/f2JuJ0). Destaca que no haya hablado con el primer ministro canadiense, Justin Trudeau.

Se colapsan los tratados mercantilistas antidemocráticos de Obama: el ATP, el TTIP y TISA (https://goo.gl/I0qO9w), lo cual beneficia a China. Obama se retira humillado con una sola apoteosis: la captura del petróleo mexicano en las aguas profundas del Golfo de México, cuya coautora fue la ex secretaria de Estado Hillary Clinton.

Grandes perdedores: el México neoliberal itamita, la huérfana Unión Europea (UE), de por sí desahuciada por el Brexit (hermano gemelo del trumpismo) y –en el ámbito mercantilista bilateral con Estados Unidos– China que, no obstante, goza del paraguas nuclear de Rusia.

¡Increíble!: el caos global que lega Obama, quien lidió con la decadencia de Estados Unidos, como Gorbachov en la ex URSS, después de ocho aciagos años, puede ser regenerado con un nuevo orden mundial que sería bipolar (G-2) con Rusia, o tripolar (G-3), si el zar Vlady Putin consigue sentar en el nuevo reparto del Olimpo a China, su gran aliada de hoy.

Una semana antes de la elección, Debka, portal del Mossad, adelantó el nuevo orden tripolar de Trump, quien “irá por una cumbre Estados Unidos/Rusia, con Putin para diseñar un nuevo orden mundial del poder (sic), con el fin de distribuir esferas de influencia en diferentes partes de las regiones (sic) del mundo, incluyendo el Medio Oriente. Puede hacer la cumbre trilateral (¡supersic!), invitando a Xi Jinping, de China” (https://goo.gl/Z2GUOg). ¡ Voilá!: ¿G-3 con regionalismos y desglobalización neokeynesiana?

La asesoría del retirado teniente coronel Michael Flynn, ex director de la poderosa DIA, será clave en la erradicación real de los yihadistas, que pasaría a cargo de Rusia e Irán.

¿Se repartirán Estados Unidos y Rusia los escombros de la UE, que vira al nacionalismo antiglobalista: hermano simbiótico del Brexit y el trumpismo? ¿Qué advendrá del acuerdo nuclear de Obama con Irán, su máximo legado, cuando es probable que Trump adopte la postura iranófoba de su aliado Netanyahu? ¿Empujará Trump a Irán a los brazos protectores de Rusia y China?

¿Concluye la alianza petrolera de 71 años entre Estados Unidos y Arabia Saudita, como sentencia Debka? ¿Compartirán Rusia y China el lastre económico de Estados Unidos, como alude Debka? No es mala idea: la paz mundial tiene también su precio cuando China y Rusia, en forma inverosímil, deberían ayudar a Estados Unidos a salir de su marasmo civilizatorio y económico, ya que su debacle sería también catastrófica para el planeta: idea que aporté antes de la unción de Trump en mis recientes conferencias magistrales en Barranquilla (Colombia), Quito (Ecuador) (https://goo.gl/ssLmmp) y en el vanguardista Instituto de Investigaciones Económicas de nuestra UNAM (https://goo.gl/a5qMHN): bastión académico del nacionalismo mexicano, en contrapunto del antimexicano ITAM, otro derrotado.

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