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miércoles, 29 de junio de 2016

La ingobernabilidad del neoliberalismo

Emir Sader, Público.es
El neoliberalismo rescató y puso énfasis en el tema de la ingobernabilidad. Habría un desequilibrio entre los derechos afirmados por las leyes e incluso por constituciones y la capacidad del Estado y los gobiernos para garantizarlas. Una de las expresiones de esos desequilibrios sería la inflación, forma de apelar a un mecanismo incorrecto para cumplir con aquello para lo cual habrían recursos. De ahí también la obsesión neoliberal con la inflación, derivada de su preocupación con la existencia de “excesivos” derechos.

Pero no hay más grande ingobernabilidad que la impuesta por el neoliberalismo. Como gobierno de la extrema minoría —el 1%—, privilegia a los bancos, que representan al capital especulativo, que vive de explotar a los endeudados —gobiernos, empresas, personas—. Son, por lo tanto, gobiernos de la extrema minoría, gobernando en función de la reproducción de los endeudamientos con elevadas tasas de interés.

Cuando Europa impuso las políticas de austeridad y los bipartidismos adhirieron a esa modalidad de los ajustes neoliberales, se impuso la ingobernabilidad en todo el continente. Los gobiernos se han vuelto impopulares, cada elección es una derrota segura e instauran el pánico político cada vez que los ciudadanos son llamados a votar.

El neoliberalismo trata de convertir la ingobernabilidad en su forma de hacer política con un discurso que descalifica no sólo a la política, sino también al Estado, los partidos, los sindicatos, las elecciones y las empresas estatales. Cuando quien vuelve ingobernables las sociedades es el imperio del mercado, del dinero, de la especulación financiera, de los paraísos fiscales y sus empresas off shore.

Cuando el poder del dinero se impone sobre los derechos de las personas, la sociedad se vuelve ingobernable porque no cabe la conciencia y la organización de la gente. El neoliberalismo se choca directamente con la democracia y tratan de imponer regímenes autoritarios.

La democracia, en cambio, no es ingobernable. Los gobiernos progresistas de América Latina han probado que, cuando se respeta los derechos de todos, estos se vuelven más populares, más legítimos, más fuertes, más estables. Asimismo, comprueban que el desarrollo económico es perfectamente posible con la distribución de la renta, que no se trata de producir menos para menos gente, sino de producir siempre más, para más gente.

Se ha podido probar que una democracia no debe quitar nunca los derechos a la gente, menos todavía a los más frágiles. O se gobierna para todos o no es una democracia, sino un gobierno inestable, que solo pierde legitimidad, que se vuelve ingobernable.

Comparen los gobiernos de México o Perú, que han mantenido el modelo neoliberal con los que han avanzado hacia la superación del neoliberalismo en América Latina, para que se vea cuáles han conquistado la legitimidad y el apoyo popular y cuáles no. El tema de la ingobernabilidad, como lo ha planteado el neoliberalismo, es un instrumento para quitar derechos, no para extenderlos; para debilitar y no para fortalecer a la democracia.

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