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lunes, 16 de mayo de 2016

TTIP: el "libre comercio" tiene que negociarse en secreto


Trevor Timm, Sin Permiso

Es asombroso cómo, sólo con obligar a un poco de transparencia en los acuerdos de libre comercio que la administración Obama ha estado negociando en secreto, la opinión pública se vuelve en su contra.

Después de que hace unos días se filtrara y se publicase, gracias a Greenpeace, el contenido propuesto para el TTIP (Transatlantic Trade and Investment Partnership - Acuerdo Transatlántico de Comercio e Inversiones - ATCI) entre los EEUU y la Unión Europea, las negociaciones – ya turbulentas – arrojan mayores dudas ahora que la opinión pública ha podido ver lo que se ofrece por ambas partes.

Como suele ser habitual en el caso de los acuerdos de comercio negociados con los EEUU, el contenido se mantuvo completamente en secreto, tanto para los europeos como para los norteamericanos del común, pero resultaba fácil acceder a ello si se trata de una empresa gigantesca. De manera que, de forma natural, las condiciones se inclinan gravosamente hacia las grandes empresas a expensas de la normativa sobre medio ambiente, salud y seguridad.

The Guardian informó el 1º de mayo acerca de un montón de controvertidas disposiciones, pero The Independent lo resumió bien:
“Los documentos muestran que a las grandes empresas norteamericanas se les otorgarán poderes sin precedentes respecto a cualquier nueva regulación de salud o seguridad públicas que se introduzcan en el futuro. Si algún gobierno europeo se atreve a presentar leyes que incrementen la normativa social o medioambiental, el TTIP otorgará a los inversores norteamericanos el derecho a entablar un pleito por el lucro cesante”
. Pese al empujón conjunto de la administración de Obama para concluir tanto el TTIP como su equivalente, el TPP (Trans Pacific Partnership – Acuerdo Transpacífico), antes de las elecciones presidenciales de noviembre, el apoyo a los acuerdos comerciales está cayendo en picado en los EEUU. Un sondeo reciente mostraba que sólo el 18% de la opinión pública apoya el TTIP, comparado con el 53% en 2014.

Sólo se puede suponer que la carrera presidencial ha alterado drásticamente el número de gente con una opinión negativa de los acuerdos de libre comercio. Los dos candidatos potenciales de ambos partidos están haciendo activamente campaña contra ellos, al fin y al cabo. El candidato republicano Donald Trump se ha mostrado vociferante en su oposición al TPP desde el inicio de su candidatura, y el aspirante demócrata Bernie Sanders atacó tan duramente a la favorita, Hillary Clinton, por su apoyo a pasados acuerdos que le han costado a los EEUU puestos de trabajo industriales y la merma de su normativa ambiental, que Clinton se manifestó a su vez en contra del TPP, pese a haberlo apoyado cuando se encontraba al frente del Departamento de Estado.

Pero lo que ha tenido más importancia es sencillamente la posibilidad de que la opinión pública viera lo que hay en estos acuerdos. Si bien había muchos grupos de la sociedad civil protestando desde un principio por los acuerdos, hasta que WikiLeaks publicó las versiones de los borradores del TPP no se volvió en su contra el sentimiento de la opinión pública. El representante comercial de los EEUU llegó a reconocer en ese momento que la administración sabía que si la opinión pública descubría lo que contienen estos acuerdos comerciales, la oposición pública sería significativa.

Lo que entonces declaró Elizabeth Warren, senadora y líder progresista, es hoy todavía más cierto: “Si la transparencia llevara a una amplia oposición pública, entonces ese acuerdo de comercio no debería ser política de los EEUU”.

Pero esa no parece ser la postura de la “administración más transparente que ha existido”. Mientras a los cabilderos se les dejan las manos libres para redactar los acuerdos, hasta los miembros de los órganos legislativos tienen que saltar absurdos obstáculos sólo para ponerle la vista encima al documento. Se han aplicado restricciones draconianas a los miembros del Congreso norteamericano si querían echarle un vistazo al TPP mientras se estaba negociando, tantas que se les llegó a amenazar con acciones legales si hablaban acerca de ello. Y la revista Time acaba de informar acerca de lo que hubo de hacer Katja Kipping, miembro del Parlamento alemán, para ver la última versión del TTIP. Tuvo incluso que avenirse a un tiempo de lectura restringido a sólo dos horas, sintiendo todo ese tiempo el aliento de un guardia en la nuca y sin poder compartir los contenidos del acuerdo con nadie.

Si la administración Obama quiere impulsar públicamente los acuerdos el libre comercio, pese a la creciente oposición pública a los mismos, eso es prerrogativa suya. Pero el Congreso debería tener acceso pleno a su contenido mientras se está negociando y la administración de Obama debería dejar de tratar las decisiones que afectan a los empleos de millones de norteamericanos como si fueran una especie de secreto de seguridad nacional. Sólo que, puesto que se han negado a ser transparentes, esos acuerdos deberían rechazarse en su totalidad.

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