Una mirada no convencional al modelo económico de la globalización, la geopolítica, y las fallas del mercado
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jueves, 11 de febrero de 2016
Tiempos de estancamiento
Orlando Delgado Selley, La Jornada
El desempeño de la economía global está generado un debate sobre sus características de mediano plazo. Desde diversas perspectivas se analiza lo que ha ocurrido en los años recientes y, de manera cada vez más generalizada, se acepta que los próximos años veremos ritmos de crecimiento francamente menores de los que los millones de desempleados requerirían para recuperar sus puestos de trabajo. En este contexto, la ONU acaba de publicar un importante estudio sobre la situación actual y las perspectivas de la economía global, que sostiene que siete años después del inicio de la crisis financiera el mundo enfrenta dificultades fuertes para estimular la inversión y revitalizar el crecimiento. Se informa que el producto mundial bruto en 2015 terminó reduciendo su crecimiento esperado de 2.8 por ciento a un modesto 2.4, ya que sufrió un debilitamiento de la demanda global, reducciones de precios de los bienes exportables y una creciente volatilidad financiera en las economías más grandes. Lo que se espera en los años siguientes es que las economías emergentes pierdan fuerza y que las avanzadas ganen importancia, lo que dadas las anémicas tasas de crecimiento de estas últimas no es una buena noticia.
El debate se alimenta de lo que ha pasado en la economía global, así como en las economías emergentes y en transición y en las desarrolladas. En esta revisión de 2007 a la fecha, importa destacar que la economía global en 2010 logró recuperar el ritmo de crecimiento que tenía en 2007, pero desde entonces fue reduciéndolo a niveles menores a 2.5 por ciento. Este desempeño es explicado esencialmente porque en las economías avanzadas ha declinado más de 54 por ciento su tasa de crecimiento promedio, respecto a la que tenían antes de la crisis. A esto Christine Lagarde recientemente le llamó una nueva mediocridad de estas economías y Lawrence Summers la ha identificado como una posible era de estancamiento secular.
El dinamismo de la economía global durante estos años se explica fundamentalmente por el desempeño de las economías en desarrollo, que han significado en promedio el 70 por ciento de ese crecimiento. China ha sido la que mayormente ha impulsado a la economía global, por ser el país con un comercio mayor en el mundo que ha mantenido una enorme demanda de commodities y ha impulsado las exportaciones del resto del mundo. Un papel destacado han tenido, además, India, Brasil, Rusia y otras economías emergentes. Sin embargo el crecimiento observado en 2015 en estas economías es el menor desde el inicio de la crisis en 2007, lo que se explica por la caída de los precios de sus exportaciones, las salidas de capitales que han experimentado y la creciente volatilidad financiera.
En este desempeño mucho han tenido que ver los diseños de política para enfrentar la crisis y asegurar la recuperación del crecimiento y del empleo. Parece claro que las dos políticas dominantes en los países desarrollados, una ortodoxa y otra heterodoxa: la restricción fiscal y el relajamiento cuantitativo, no han servido para estimular el consumo privado, la inversión y, en consecuencia, el crecimiento. La primera era sabido que no era posible que resultara una herramienta capaz de estimular el dinamismo económico, pese a que se presentaron investigaciones que supuestamente probaban que la austeridad fiscal era capaz de provocar una expansión económica. La segunda, que inundó de liquidez a las empresas financieras no impulsó la economía porque esos recursos regresaron a los bancos centrales en la forma de exceso de reservas.
Para México es evidente que se presenta un panorama que da cuenta de que la economía global, es decir, tanto las economías avanzadas como las en desarrollo, difícilmente impulsarán nuestra economía. La posibilidad de que lográsemos revertir este entorno externo desfavorable supone una política que estimulara decididamente el mercado interno, para que se constituyera en el dínamo que requiere la economía, lo que no resulta siquiera planteable para el gobierno federal. Así que, como dice Roubini (Project syndicate, 9/2/2016), bienvenidos a la nueva anormalidad del crecimiento que estará con nosotros un buen tiempo.
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