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lunes, 15 de febrero de 2016
La crisis de la deuda soberana ha vuelto
Matthew Lynn, El Economista
¿Cuál será la próxima gran crisis financiera? ¿El estallido de la burbuja de las acciones tecnológicas que se ha ido hinchando en los dos últimos años? ¿El desplome generalizado del mercado bursátil, más allá de la liquidación que ha marcado el inicio de 2016? Podría ser, aunque cada vez más parece que serán las bancarrotas nacionales causadas por el declive de los precios del petróleo y las materias primas.
El FMI está negociando el rescate de Azerbaiyán, un país muy golpeado por la caída de los precios del petróleo. Venezuela está a punto de quebrar (otra vez) por la misma razón. Y Ecuador le sigue los pasos. Detrás podrían ir países más importantes (sobre todo Rusia y Arabia Saudí). Ninguno será solvente por mucho tiempo con los precios de las materias primas a unos niveles tan bajos.
Pronto podríamos volver a una crisis de deuda soberana hecha y derecha, aunque esta vez serán los exportadores de materias primas los que se verán inmersos en la vorágine, en vez de los países periféricos de la eurozona. Eso sí, como ocurrió con la crisis de la eurozona, las pérdidas pronto se extenderán hacia el sistema bancario y antes de que nos demos cuenta podría ser necesaria una serie de rescates de urgencia. La clave es si eso servirá para impulsar reformas porque no tiene mucho sentido limitarse a rescatar países que ya no pueden seguir dependiendo de las exportaciones energéticas.
El derrumbe del precio del petróleo y otras materias primas ya ha dominado los mercados en lo que va de año. En casi todo el mundo y en la mayoría de los mercados emergentes, el petróleo más barato impulsará el crecimiento económico. Para los exportadores de petróleo, sin embargo, es una catástrofe.
Ya se empiezan a ver las primeras grietas en Azerbaiyán, uno de los mayores exportadores de petróleo salidos de la antigua Unión Soviética. Ya ha empezado a hablar con el Fondo Monetario Internacional sobre un ayuda de urgencia mientras fulmina las reservas acumuladas durante los años en que el petróleo se vendía a 100 dólares/barril o más. Ya ha dado cuenta de más del 60% de sus reservas y está negociando una línea de crédito de más de 4.000 millones de dólares.
Pero Azerbaiyán no es el único país que va a tener problemas. Venezuela, un caso perdido para la economía durante años a pesar de su riqueza en recursos naturales, está peor de lo normal. Su presidente ya ha declarado el estado de emergencia económica, aunque a sus sufridos ciudadanos no les sonará distinto de la vida normal. Ecuador no está mucho mejor.
Y también Nigeria. Ya ha pedido 3.500 millones de dólares en préstamos al Banco Mundial y el Banco Africano para el Desarrollo, para superar la falta de efectivo causada por el declive del precio de sus exportaciones de petróleo. ¿Y qué hay de las dos grandes economías del petróleo, Arabia Saudí y Rusia? Las finanzas saudíes nunca han sido famosas por su transparencia y el país tiene unos de los costes de producción más baratos del mundo pero también enormes gastos y prácticamente ninguna otra fuente de ingresos.
Aun con los datos oficiales en mano, el país ha presentado un déficit presupuestario de 100.000 millones de dólares el año pasado y mientras siga cayendo el precio del petróleo y pese a los recortes, este año no parece que vaya a ser mejor. Supone el 15% del PIB y hace parecer a Grecia decididamente austera. Los saudíes tienen muchos activos en los que apoyarse pero cuando se gasta un 15% más de lo que se ingresa al año, se puede acabar con mucho dinero muy rápido.
El déficit presupuestario ruso no es tan alto. Las previsiones del ministerio de economía lo sitúan en 20.000 millones de dólares este año, cerca del 3% del PIB. Claro que eso se basa en el petróleo a 40 dólares/barril, que parece un lejano recuerdo. La economía se ha hundido en una recesión (las últimas cifras indican una contracción anual del 3,7%), el rublo cae en picado y el país agota sus reservas.
Con tanta injerencia militar, Vladimir Putin ha fracasado estrepitosamente en diversificar o modernizar la economía, y ha dejado el país a la merced de los mercados de energía (curiosamente, ya no se oye hablar de que Putin vaya a tomar de rehén a Europa occidental con el control del suministro de gas y petróleo). De ahí no puede salir nada bueno.
Aún está por ver qué países se arruinan y cuánto tiempo tardan en hacerlo, pero lo que hemos aprendido del derrumbe de 2008 y de la crisis del euro de 2011 es que las crisis de deuda soberana enseguida se metamorfosean en crisis bancarias. Cuando Grecia, Portugal e Irlanda se hundieron, las pérdidas se esparcieron por el sistema bancario. Volverá a ocurrir si los exportadores de petróleo se arruinan.
Los préstamos a petroleras nacionales y proyectos de construcción con respaldo del estado podrían agriarse muy pronto. Un motivo por el que los bancos se han llevado un mazazo en los últimos días, con la caída del 30% del índice principal de los bancos europeos, es la concienciación gradual de que el sector bancario podría acabar enfrentándose a grandes pérdidas por el declive de los precios del petróleo.
Solo esta semana Deutsche Bank ha tenido que difundir una declaración para tranquilizar a los inversores de que es "sólido como una roca". Curiosamente, los comunicados de ese tipo no tranquilizan sino todo lo contrario.
Los recursos mundiales y en especial los del FMI y el Banco Mundial ya se han estirado durante la última crisis de deuda soberana. Irlanda podría dejar de medicarse pero Grecia y Portugal siguen en cuidados intensivos. Grecia no parece que pueda sostenerse de pie por mucho tiempo. Otra ronda de rescates añadirá una suma importante a la cuenta.
Pero de algún sitio tendrá que salir el dinero. La clave será que a cambio se exijan reformas. Ningún país en 2016 debería depender de las exportaciones de petróleo exclusivamente; el que lo haga y se hunda por ello deberá buscar nuevas fuentes de crecimiento. Si no puede, al contrario que la eurozona periférica, ¿no será mejor dejar que se hunda?
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