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jueves, 14 de enero de 2016

En China, lo que hay tras la crisis bursátil es un sistema que se agrieta

Charles-André Udry y Vittorio De Filippis, Al'Encontre

Según las autoridades chinas, el 13º plan quinquenal -discutido “públicamente” en octubre de 2015 con ocasión de la 5ª sesión del 18º Comité Central del Partido Comunista Chino (PCC)- debía asegurar un crecimiento de al menos el 6,5% para el período 2016-2020. Oficialmente -si las cifras publicadas no han sido elaboradas a ojo de buen cubero-, el crecimiento se sitúa por debajo del 7% (6,9% según el People´s Bank of China) en 2015, la tasa más baja desde hace más de 25 años. Los expertos no chinos estiman que el 4% es un máximo para 2015. Así pues, el mal llamado PCC registraba y certificaba el retroceso del crecimiento en su 13º Plan quinquenal.

Las estadísticas “autorizadas” por la dirección del PCC indican un crecimiento de los servicios en el PIB. Pero sobre este tema hay una interrogante: el sector de los servicios es arrastrado, entre otros, por el sector inmobiliario. Ahora bien, en este sector se manifiesta una gigantesca crisis de sobreproducción, que lógicamente va acompañada de un endeudamiento local, provincial y central íntimamente conectado a la “industria” de la corrupción. Los datos sobre la importancia creciente de los servicios son también el producto de una actividad bursátil y financiera desenfrenada que ha recibido un primer frenazo en el tercer trimestre de 2015 al estallar la burbuja bursátil.

¿Se van a mantener las inversiones en los transportes, la educación, la salud el llamado reequilibrio entre industria y “servicios” -en la medida en que esta categoría tenga un sentido-? Ya veremos, pues se trata de inversión en una gran parte en capital fijo.

En la industria, las sobrecapacidades de producción son también masivas y van de par con la bajada de los precios de la producción manufacturera, a pesar de la presión salarial al alza (relativa) en ciertas regiones. Sin embargo, son los sectores industriales en los que el Estado está muy presente (acero, cemento, máquinas, etc.) los más afectados por la recesión. Un número creciente de estas unidades están, de hecho, en quiebra -un déficit reconocido desde hace años- y son mantenidas a pulso por el sistema bancario administrado. Sobre empresas como las del reciclaje (sic) o del automóvil, el efecto de ralentización de la economía mundial, registrado el 6 de enero por el FMI, va a tener un efecto recesivo. La sobreproducción estructural en la rama del automóvil no deja de manifestarse a escala internacional y el asunto está clasificado, desde este punto de vista, en términos de pendiente en descenso. La ralentización de las exportaciones chinas, diferente según los sectores, aparece tanto en los datos de la CNUCED como de la OMC, tanto en valor como en volumen, incluso en desfase, el primer semestre de 2015, en relación a la dinámica del comercio mundial. Lo mismo ocurre con las importaciones. Han bajado más del 15%, lo que los países exportadores de materias primas, como Brasil o Argentina, experimentan como un choque.

En lo inmediato juega ciertamente la falta de datos fiables para los inversores centrados en las finanzas comerciales. A esto se añade el final -previsto para esta semana, pero que puede ser revisado- de las normas de intervención en el mercado bursátil. De ahí la precipitación por deshacerse de activos o de jugar a la baja para los especialistas de la “anticipación de quienes disponen de información privilegiada”.

Pero en el plano político -pues se trata de economía política- está apareciendo una potencial crisis de dirección. Xi Jinping -como figura de la dirección centralizada del PCC, lo que no quiere decir que controla todo el gigantesco aparato, incluso con la ayuda decisiva de la cúspide del ejército- debe a la vez operar “ajustes” que van a provocar heridas sociales intensas en una base social que no se pasea por los Campos Elíseos o en Ginebra pero que es susceptible de numerosas revueltas. Y para ella, el nacionalismo conquistador y chillón no alimenta sus necesidades sociales cotidianas. Y los pequeños inversores (ahorradores por precaución) de la bolsa no son tan numerosos y se han transformado en pequeños grandes perdedores.

Para evitar estos enfrentamientos sociales, el mantenimiento del “control administrativo” -dicho de otra forma, camuflar la crisis de sobreproducción de múltiples facetas con inyecciones de créditos con el objetivo de mantener más empleos sectoriales y regionales - debe perdurar. Pero la presión para imponer un ajuste estructural a fin de modificar más fundamentalmente las relaciones entre la acumulación “liberada” del capital y el poder se hace sentir en los eslabones de transmisión entre el capital privado o que puede llegar a serlo -desde los escalones ocupados por la burocracia celeste- y el aparato dirigente del partido.

Una respuesta autoritaria es algo que no hay que excluir. Se ha realizado en Hong Kong, donde la empresa “privada” Alibaba ha puesto la mano sobre la South China Morning Post y donde “desaparecen”, sin dejar huella, los editores de libros críticos contra el régimen de Pekín. En conclusión, no se trata por tanto de una cuestión bursátil, sino de un proceso mucho más fundamental, en el que se juega también la plaza del renminbi (yuan) en las posiciones en competencia (conflictos interimperialistas) en un sistema monetario internacional en el que la economía de los Estados Unidos se vuelve hacia el Asia-Pacífico, donde se encuentra con el capitalismo chino. La devaluación del yuan (renminbi) el 5% en una semana forma parte de esta gigantesca batalla.

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