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lunes, 7 de diciembre de 2015

¿Por qué Europa será más fuerte sin Angela Merkel? Sus tres grandes errores

Matthew Lynn, El Economista

Según una portada reciente de The Economist, es la "europea indispensable". Durante una década ha presidido una crisis tras otra, con calma imperturbable. Ha mantenido fuerte la economía alemana, rescatado el euro y conducido a la Unión Europea hacia unas aguas más mansas.

Si leemos los muchos elogios de su genialidad política y estratégica, podríamos pensar que Angela Merkel ha presidido su país excepcionalmente y que la perspectiva de que pierda por fin su control del poder supondría un grave retroceso para el continente. Pero son tonterías. A Merkel se le ha dado muy bien acceder y conservar el poder. Como manipuladora de la política nacional e internacional, actualmente en el mundo no tiene igual, pero medida según su historia real, ha sido una catástrofe.

La economía alemana se ha convertido en un peligro para el resto del mundo y ha exportado deflación a sus vecinos. Ha vacilado en torno al euro, hasta el punto de infligirle daños irreparables. Su enfoque confuso sobre la UE también la ha dejado al borde del colapso y los británicos se dirigen a la puerta de salida. Cuando por fin se marche, Alemania obtendrá lo que de verdad necesita: un líder con visión para abordar de verdad algunos de los problemas a los que se enfrenta.

Merkel ha sido la fuerza dominante de la política europea desde que pasó a ser la canciller alemana en 2005. Ahora cuesta evitar la sensación de que el sol, aunque aun no se haya disipado del todo por el horizonte, empieza a ponerse en su reinado. Las próximas elecciones están previstas para otoño de 2017. Todavía queda mucho y no corre ningún peligro en el poder hasta entonces, si es que opta por quedarse tanto. No está muy claro que quiera.

Merkel aun no ha dicho si quiere permanecer otra legislatura y las encuestas empiezan a volvérsele en contra. Una encuesta esta semana en el popular diario Bild concluía que el 48% de los votantes alemanes no quieren que se presente a los próximos comicios. Su partido sigue siendo líder de las encuestas pero su popularidad personal se empieza a desvanecer. Una mayoría rotunda (el 48% del electorado) se opone a su política de dejar que entren grandes números de refugiados en el país.

Está por ver si Alemania podrá absorber los 800.000 refugiados que han inundado el país, junto con los muchos más que podrían llegar en invierno. Aunque pueda, no será fácil. ¿Es el mejor contexto para aspirar a cinco años más en el poder, sobre todo cuando para entonces ya llevará doce años? En la era moderna, casi ningún líder político ha gobernado tanto tiempo. Margaret Thatcher en Gran Bretaña solo consiguió estar once años y aunque François Mitterrand en Francia consiguió durar catorce años, hacia el final de su mandato se limitó a adoptar un papel meramente ceremonial. La apuesta inteligente es que en algún momento del año que viene se marchará y dará tiempo a su sucesor para que se establezca antes de las elecciones. Que nadie lamente su marcha. Olvídense de todos los elogios porque la realidad es que Merkel ha conseguido muy poco. Se han cometido tres grandes errores.

Los tres grandes errores

Primero, la economía. Es verdad que sobre la superficie parece fuerte. El crecimiento ha sido respetable y se han creado muchos puestos de trabajo. Recientemente hemos sabido que el desempleo ha caído nada menos que hasta el 6,3%, una cifra histórica para el periodo post-unificación. Pero si miramos debajo de la alfombra, la historia no es tan bonita. Alemania ha contenido los salarios en el euro y amasado un gigantesco excedente comercial que parece descontrolarse. Este año se acercará al 9% del PIB. Y eso no enriquece al alemán de a pie y desinfla la demanda en el resto del mundo. Alemania siempre ha sido una gran exportadora (fabrica cosas estupendas) pero solía importar en igual cantidad. En los últimos quince años eso ha cambiado. Y Merkel sigue sin reconocer que hay un problema ni mucho menos actuar.

Segundo, ha vacilado mientras la moneda única tropezaba con una crisis tras otra. Cuando Grecia, Portugal e Irlanda se hundían en 2010 y 2011, debería haber sido obvio para cualquiera que había un fallo importante en la construcción de la moneda única. No pasa nada por eludir temas para ganar tiempo hasta dar con una solución permanente pero si eso es todo lo que se puede ofrecer, no basta. Cinco años después, la economía griega sigue encogiéndose y Portugal se dirige hacia otra crisis. Hubiera sido mucho mejor ayudar a los países periféricos a salir del euro en vez de tropezar con una crisis tras otra. Los centrales podrían haber sobrevivido. Ahora es improbable que la moneda sobreviva hasta la próxima década.

Por último, su liderazgo de la UE ha sido abismal. El declive de Francia significa que Alemania es la potencia dominante en la Unión, pero ¿dónde están las reformas o la inyección de competitividad que el continente precisa? Ni siquiera es capaz de firmar un acuerdo de libre comercio con Estados Unidos, que claramente impulsaría el crecimiento. En los dos próximos años, el Reino Unido podría marcharse mediante un referendo sobre la membresía, pero Merkel no ha ofrecido concesiones importantes para conservar a los británicos. Si California abandonase Estados Unidos, supondría, por decirlo suavemente, un golpe para su prestigio. Lo mismo ocurrirá si Gran Bretaña (que va camino de ser la economía más grande de Europa en las dos próximas décadas) se marcha de la UE.

Los mercados se mostrarán nerviosos sin duda, a medida que el agarre del poder de Merkel se debilite progresivamente en los próximos doce meses, pero no deberían estarlo. Sin la obsesión de Merkel por soluciones a corto plazo, el continente podrá trabajar en la solución de algunos de sus problemas. Ya está tardando.

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