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viernes, 30 de octubre de 2015

Las desconocidas causas de la Gran Recesión

Vicenç Navarro, Público.es

La función del pensamiento económico dominante

Uno de los mayores problemas que tienen las llamadas ciencias económicas y sociales es su excesiva disciplinariedad. Las ciencias económicas, por ejemplo, tienden a centrarse en el fenómeno económico, siendo insensibles al (y muchas veces desconocedoras del) contexto político que lo configura (e incluso, en muchas ocasiones, lo determina). Este contexto político es, a la vez, definido por la existencia de relaciones de poder que se generan y se reproducen en la estructura social. La existencia de clases sociales, por ejemplo, y de cómo se generan y reproducen en las sociedades contemporáneas, es de una enorme importancia para entender el contexto político que configura el fenómeno económico. En realidad, la mayor o menor prominencia, protagonismo y exposición mediática de las teorías económicas viene condicionado por la función que tales teorías tienen en la promoción de los intereses de los grupos económicos y financieros dominantes en cualquier país. Por ejemplo, el enorme dominio que el pensamiento económico neoliberal ha tenido en el mundo académico occidental y en el desarrollo de las intervenciones públicas de los Estados (así como en las instituciones internacionales como el FMI, el Banco Mundial, el BCE, y otras), se debe a que las políticas derivadas de dicho pensamiento están orientadas a optimizar los intereses de las élites propietarias y gestoras de las grandes empresas financieras y económicas que dominan la vida económica de un país, y que en EEUU se llama la Corporate Class, término que correspondería a lo que solía conocerse como clase capitalista, y que ahora se le llama, un tanto simplistamente, como el 1%. El neoliberalismo es ni más ni menos que la visión del mundo y de la realidad que nos rodea promovida por tal Corporate Class. Su expansión a partir de los años ochenta fue resultado de la victoria de sus máximos exponentes, que fueron el Sr. Ronald Reagan, Presidente de EEUU, y la Sra. Margaret Thatcher, Primera Ministra del gobierno conservador británico.

¿Qué es el neoliberalismo?

A partir de entonces, el neoliberalismo sustituyó al keynesianismo, el cual había sido resultado del Pacto Social (entre el mundo del capital y el mundo del trabajo) que se estableció inmediatamente después de la II Guerra Mundial. En este pacto, la clase trabajadora aceptaba el derecho a la propiedad de las élites empresariales de las grandes corporaciones, y las actividades que éstas llevaban a cabo para optimizar sus intereses, mientras que tales élites aceptaban la subida del nivel salarial, según subiera la productividad, y el aumento de la protección social (con el establecimiento del Estado del Bienestar), que benefició a la calidad de vida de las clases populares.

Conforme a este Pacto Social, la clase trabajadora fue adquiriendo más y más poder, como consecuencia de la acumulación de conquistas laborales, sociales y políticas. Esta acumulación incrementaba el nivel de exigencias, demandas y esperanzas de la clase trabajadora. La lógica de esta evolución era sencilla de entender. Cuando un trabajador no tiene trabajo, quiere tenerlo. Una vez lo tiene, quiere tener un buen trabajo, y cuando lo consigue, quiere controlar las condiciones laborales en el lugar del trabajo. Y una vez conseguido esto, quiere también tener el control de los medios en donde se ejerce tal trabajo.

En contra de la percepción promovida por algunos autores (que se autodefinen como anticapitalistas) que creen que estas reformas solo “humanizan el capitalismo” y acaban coaptando a la clase trabajadora en el orden capitalista, la realidad muestra que aquellos países más próximos a realizar una transformación profunda de las coordenadas de poder a favor del mundo del trabajo a costa de los beneficios del capital (teniendo menos desigualdades) han sido precisamente los países nórdicos de Europa, donde el movimiento obrero ha sido más poderoso, habiendo conseguido el mayor número de conquistas laborales y sociales, siendo en el sur de Europa donde las fuerzas conservadoras han tenido mayor poder y donde existen mayores desigualdades, donde las posibilidades de cambio son menores y la situación de la clase trabajadora es peor. Es obvio que las teorías de que “a peor la situación, mejor las posibilidades de transformación”, carecen de credibilidad, pues se olvida que la acumulación de reformas lleva a un cambio en las relaciones de poder dentro de las sociedades actuales que favorece el cambio hacia el socialismo.

La distribución como condición del crecimiento sostenible, orientado al bienestar

La experiencia en Europa muestra que donde se llegó a cuestionar más el sacrosanto principio de la necesidad de acumular el capital como condición del desarrollo fue precisamente en los países donde las desigualdades fueron menores y ello como consecuencia de las reformas que supuestamente coaptaban a la clase trabajadora, y que en realidad ayudaron enormemente a empoderar a la población. La versión de este principio (de la importancia de la acumulación de capital como condición para la mejor distribución de los recursos), quedó gráficamente expresada por el Sr. Alberto Rivera, de Ciudadanos (en su debate con Pablo Iglesias), por una parte, y por el Sr. Pedro Sánchez, del PSOE, por la otra, que han insistido que para distribuir hay que antes crecer, ignorando que la evidencia muestra precisamente lo contrario: que la distribución de la corrección de las elevadas desigualdades es una condición para el desarrollo humano, social y económico del país. Son los países nórdicos –y no los países del Sur de Europa- los que tienen mejores indicadores económicos y del bienestar. (Es paradójico, por cierto, que tanto el equipo económico de Ciudadanos como el del PSOE hablen de Dinamarca como su punto de referencia, cuando las bases de aquel Estado las construyó la socialdemocracia cuando era auténticamente socialdemócrata, fruto de la fuerza del movimiento obrero).

Son estos países nórdicos los que alcanzaron el mayor número de conquistas laborales y sociales. De ahí que ha sido en estos países donde la clase trabajadora adquirió más poder, y donde la propia evolución en la conquista de tales derechos llevó a la proposición de las bien conocidas reformas Rudolf Meidner, propuestas por los sindicatos y que, de haberse aprobado, hubieran cambiado las relaciones de propiedad en Suecia y en aquellos otros países. Y todo ello siguiendo la vía democrática. Tales reformas sugerían que un porcentaje de los salarios en una empresa fuera a un fondo común, con el cual se irían comprando las acciones de la empresa, hasta controlarla. El mundo empresarial se opuso a ello con toda intensidad.

Y aunque donde se fue más lejos en estas reformas que cambiaban las relaciones de poder fue en el norte de Europa (en los países de tradición socialdemócrata), también ocurrió en la mayoría de los países del mundo occidental, lo que explica la rebelión de las élites empresariales, que a partir de los años ochenta iniciaron las contrarreformas neoliberales con el Presidente Reagan y la Sra. Thatcher, y más tarde con la aparición de la Tercera Vía en la socialdemocracia británica. Las políticas neoliberales eran, ni más ni menos, que una lucha frontal del mundo del capital contra la clase trabajadora para recuperar el poder perdido en el periodo 1945-1980. Y lo que hemos visto desde entonces ha sido la gran victoria del mundo empresarial sobre el mundo del trabajo. Los datos hablan por sí solos: las rentas del trabajo, como porcentaje del PIB, descendieron de una manera muy notable a costa del aumento de las rentas del capital durante el periodo 1980-2008. En realidad, este fenómeno, con el consiguiente aumento de las desigualdades, fue la causa de la Gran Recesión, como muestro en mi último libro Ataque a la democracia y al bienestar. Crítica al pensamiento económico dominante, Anagrama, 2015. El descenso de las rentas del trabajo causó el enorme problema de la escasa demanda doméstica, responsable del bajo crecimiento económico, mientras que el gran aumento de las rentas del capital generó (en el contexto de escasa rentabilidad en la economía productiva debido al descenso del crecimiento económico causado por la disminución de la demanda) las inversiones especulativas, causa mayor de las crisis financieras.

La importancia del contexto político para entender los orígenes de la Gran Recesión

En aquellos países (como EEUU, Reino Unido y el sur de la Eurozona) donde las élites empresariales han sido más poderosas y las clases trabajadoras más débiles, las políticas neoliberales se han impuesto con mayor intensidad. En el análisis del contexto político donde se da el conflicto Capital-Trabajo, las tesis keynesianas son de limitado valor. John Maynard Keynes, al centrarse solo en el tema económico, no podría explicar por qué y cuándo tuvo lugar esta situación. En realidad, John Maynard Keynes no habló en ninguna parte del contexto político, lo cual ha limitado su utilidad. Se centró en el fenómeno económico, sin analizar el contexto político. La dicotomía demanda versus oferta en su modelo económico era útil pero de limitada relevancia, pues había que entender, por ejemplo, por qué ha habido un descenso de la demanda desde los años ochenta. Y es ahí donde los trabajos de otro autor, Michal Kalecki, poco conocido en España, es esencial. Este último enraíza el descenso de la demanda en los ciclos económicos en el descenso de las rentas del trabajo, dentro del conflicto Capital-Trabajo. Su trabajo se basa en las teorías de Karl Marx, cuyo marco intelectual utiliza Michal Kalecki. Y le sirve para explicar la evolución del capitalismo. La aplicación de este marco es lo que sirve también para explicar la Gran Recesión y el gran estancamiento económico, imposible de explicar sin enmarcar el fenómeno de falta de demanda en la derrota del mundo del trabajo (tal como ya lo indicó Karl Marx).

Marx llevaba bastante razón

Como señaló Joan Robinson, profesora de la Universidad de Cambridge (Reino Unido), Keynes conocía los trabajos de Kalecki (de los cuales, según Robinson, copió bastante), desarrollándose entre ambos una relación no siempre carente de tensiones. Pero sus diferencias explican que la capacidad predictiva de Keynes fuera muy limitada, mientras que en el caso de Kalecki fuera bastante acertada. La ausencia del análisis político por parte de Keynes le llevó a predecir que, a principios del siglo XXI, la semana laboral tendría solo 15 horas, mientras que Kalecki indicó que dependería de la fuerza que tuviera la clase trabajadora en su enfrentamiento con la clase capitalista. Kalecki llevaba razón, como se puede ver en lo que ha estado ocurriendo. El enorme debilitamiento del mundo del trabajo, conseguido mediante la imposición de las políticas neoliberales, muestra que la semana laboral dista mucho de ser de 15 horas. Kalecki siempre subrayó que el contexto político, y muy en particular la relación Capital-Trabajo, era esencial para entender el fenómeno económico. De vivir hoy, habría señalado que no se pueden entender las políticas de austeridad y de reducción de la Europa Social sin entender la lucha de clases que está ocurriendo a nivel continental en Europa, tal como he intentado mostrar en el libro que he citado anteriormente. El ataque del mundo del capital al mundo del trabajo se ha llevado a cabo durante estos años con el desmantelamiento e las conquistas laborales, sociales y democráticas que había conseguido el mundo del trabajo durante la época del Pacto Social. Una vez más el conflicto Capital-Trabajo es determinante para explicar cómo y por qué el Presidente del Banco Central Europeo dice que la Europa Social es insostenible, por qué el gobierno Rajoy ha hecho las reformas del mercado laboral más dañinas a la calidad del trabajo y sus salarios, y por qué el gobierno liberal de Catalunya presidido por el Sr. Artur Mas ha llevado a cabo los mayores recortes de gasto público y social que se conocen en la Unión Europea. Y los datos están ahí (véase mi libro) para aquellos que quieran verlo.

Por cierto, Kalecki nació en Polonia el año 1899. Estudió economía por cuenta propia, tanto en Polonia como en Suecia (donde fue becado con una beca Rockefeller). Al ser judío, no pudo volver a Polonia, y viajó por muchos países y ciudades (Cambridge, Oxford, Montreal, Nueva York, Israel y México). Fue amigo de Maurice Dobb, de Jean Robinson, y de mi amigo Paul Sweezy. Trabajó en Naciones Unidas hasta que, con la aparición de la Guerra Fría y del macartismo, lo dejó, volviendo a Polonia en 1955. Un año antes había escrito Theory of Economic Dynamics, que era un resumen de su extenso trabajo. En 1970 fue propuesto para el Premio Nobel de Economía, sin conseguirlo. Murió aquel mismo año. Dentro del marxismo, fue crítico con el leninismo (lo que le acarreó un ostracismo en Polonia), sintiéndose más próximo a Rosa Luxemburg.

Una última nota. Uno de los economistas keynesianos de mayor reconocimiento, el Sr. Paul Krugman, premio Nobel de Economía,ha indicado que el autor que ha entendido y explicado mejor la evolución del capitalismo en el siglo XX ha sido Kalecki, y no Keynes.

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