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martes, 29 de septiembre de 2015

La crisis que viene

José Blanco, La Jornada

Una encuesta realizada en Suiza confirmó que los suizos, en su inmensa mayoría, no saben cómo se crea el dinero. Eso ocurre en uno de los centros financieros más poderosos del globo. Suiza abre las puertas de sus bancos para que ahí guarden sus billones los superricos del mundo, entre los que se encuentran en número crecido de los políticos del planeta, que ahí esconden sus dineros mal habidos. Hay muchos otros paraísos fiscales, la arrogante Inglaterra maneja varios sitios, entre ellos las Islas Caimán, pero Suiza tiene su abolengo en esa aborrecible colaboración delictuosa.

El estudio muestra que la gente cree que los estados o los bancos centrales crean el dinero (creencia extensible al resto del planeta). El hecho es que 95 por ciento o más del dinero es creado por la banca privada a través del crédito. Miles de bancos pugnan por crear la mayor masa posible, mediante el estruendo crediticio, en desconocimiento de lo que van decidiendo cada uno: el capitalismo en su etapa más anárquica de la historia.

Esto no siempre fue así. El 15 de agosto de 1971, el sistema monetario internacional oro-dólar sucumbió con la decisión de Nixon de desvincular el dólar del oro, al tiempo que fueron borrados todos los mecanismos de regulación bancaria. Así comenzó el meteórico proceso de expansión de las operaciones bancarias –inventos de latrocinios mil–, con lo cual la masa de dinero se ha estado multiplicando, en una carrera desenfrenada, lo que ha sido un factor decisivo en el estado de crisis catáclismica en que se encuentra la economía de la globalización neoliberal.

La inhumación del sistema produjo el big bang monetario de las décadas de los setenta del siglo pasado hasta la fecha, por ahora sin freno posible. Como ocurría hasta antes de Bretton Woods (1944-45), el mundo carece hoy de un sistema monetario, pues lo que se configuró fue lo que tenemos: una selva planetaria enloquecida dominada por el ya famoso uno por ciento. Este grupo de King Kongs mandan sobre los gobiernos del mundo, que se encargan de mantener el estado de cosas dramáticamente críticas que día a día ocurren a la humanidad, y que sigue inflando sus bolsillos sin estación de llegada.

Si algo valioso tuvimos antes de 1980, que buscaba prefigurar un mundo que prometía humanizarse un poco más cada día, fue el proyecto de la Unión Europea (UE). Los pilares fundamentales de ese proyecto fueron: la profundización de la democracia, y la ampliación de los derechos sociales y humanos.

Los derechos sociales son aquellos que facultan a los ciudadanos de un país a desarrollarse en autonomía, igualdad y libertad, así como aquellos derechos que les permiten unas condiciones económicas y de acceso a bienes necesarios para una vida digna. Con los derechos humanos, se dibujó, en la Declaración Universal de los mismos, un mundo soñado aún antes de 1789: libertad, igualdad y fraternidad. La declaración los desarrolla en 30 artículos de los que reproduzco los tres primeros: 1) Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros; 2) toda persona tiene todos los derechos y libertades proclamados en esta declaración, sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición. Además, no se hará distinción alguna fundada en la condición política, jurídica o internacional del país o territorio de cuya jurisdicción dependa una persona, tanto si se trata de un país independiente como de un territorio bajo administración fiduciaria, no autónomo o sometido a cualquier otra limitación de soberanía, y 3) todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona. La declaración trazó una utopía/norte para avanzar; el neoliberalismo la gangrenó hasta la putrefacción.

Tomemos una definición de democracia: es una forma de organización social que atribuye la titularidad del poder al conjunto de la sociedad. En sentido estricto, la democracia es una forma de organización del Estado en la cual las decisiones colectivas son adoptadas mediante mecanismos de participación directa o indirecta que confieren a sus representantes. En sentido amplio, democracia es una forma de convivencia social en la que los miembros son libres e iguales y las relaciones sociales se establecen de acuerdo a mecanismos contractuales.

La revolución neoliberal aplastó los tres pilares de la UE y la mató para siempre (no hay vuelta atrás). Véase a Grecia. El pueblo votó un programa que le fue propuesto por Syriza, el partido de Alexis Tsipras. Vino la troika, encabezada por la señora Merkel, que a su vez actúa en defensa de los bancos alemanes, y destripó el programa del pueblo griego. Nos enteramos así, una vez más, de que no manda el pueblo sino los banqueros, esto es, que la democracia también fue muerta.

Alguien se ocupó de contar los cientos de veces que en el mundo se escribe, diariamente: the coming crisis (la crisis que viene). Tiene componentes sociales, económicos, políticos; incluye, guerras probablemente terroríficas y migraciones masivas, que están en marcha. El mundo tendrá que ser reinventado desde sus cenizas. Necesitaremos, como dijo Pablo González Casanova, inteligencia y coraje. En efecto, principalmente de los jóvenes, porque los viejos difícilmente lo veremos.

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