Una mirada no convencional al modelo económico de la globalización, la geopolítica, y las fallas del mercado
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sábado, 11 de abril de 2015
La falsa recuperación de la zona euro
Philippe Legrain, Project Syndicate
A primera vista, parece que la economía de la zona del euro podría estar empezando por fin a recuperarse. Los mercados de valores están subiendo. La confianza de los consumidores está mejorando. Se espera que unos precios del petróleo más bajos, un euro más barato y la relajación cuantitativa aplicada por el Banco Central Europeo impulsen el crecimiento. El Presidente del BCE, Mario Draghi, afirma que “está afianzándose una recuperación sostenida”, mientras que las autoridades de Berlín y Bruselas se aferran a ciertas señales de vida en España e Irlanda como prueba de que su severa prescripción de una consolidación fiscal y reformas estructurales han dado resultado, como se había anunciado.
Sin embargo, con una inspección más detenida resulta claro que la mejora es modesta, probablemente temporal, y no resultante de las políticas promovidas por Alemania. Es cierto que, según algunos cálculos, la economía de la zona del euro puede estar creciendo ahora a una tasa anual del 1,6 por ciento, frente al 0,9 por ciento en el año que concluyó en el cuarto trimestre de 2014, pero eso es mucho más lento que en los Estados Unidos y Gran Bretaña. Con una economía de la zona del euro un dos por ciento menor que hace siete años, la de “recuperación” no parece la palabra apropiada, sobre todo porque no es probable que dure.
Para empezar, el impulso extraordinario de unos precios del petróleo más bajos ya se está agotando. Después de bajar más de la mitad entre mediados del pasado mes de junio y mediados del pasado mes de enero, los precios del petróleo en euros se han recuperarse desde entonces en un tercio, en parte por la profunda depreciación del euro, que está encareciendo en general las exportaciones. Su efecto en los presupuestos de los hogares y en los costos de las empresas no es precisamente un motivo de celebración.
Las autoridades están contando con una divisa más competitiva para estimular el crecimiento, pero es probable que resulten decepcionadas. Como las exportaciones de la zona del euro dependen cada vez más de las cadenas mundiales de suministro, una divisa más barata entraña un impulso menor que antes. Los exportadores también pueden optar por embolsarse las pocas ganancias que puedan, en lugar de procurar aumentar su participación en el mercado.
En 2014, las exportaciones procedentes de la zona del euro ascendieron a casi dos billones de euros (2,6 billones de dólares de entonces): más que las de China. En vista de la irregularidad de la demanda mundial, será difícil lograr un rápido aumento de las exportaciones. En cualquier caso, como las exportaciones representan sólo una quinta parte de los diez billones de euros de la economía de la zona del euro, no es probable que espoleen una fuerte recuperación, mientras la demanda interna siga siendo débil. Según el modelo del BCE, la depreciación del euro en un diez por ciento (en términos reales ponderados en función del comercio) durante el pasado año puede elevar el crecimiento este año tan sólo en un 0,2 por ciento.
También es probable que los beneficios de la relajación cuantitativa resulten efímeros. No es probable que la reducción de los costos del endeudamiento de los Estados impulse demasiado el comercio, pues la normas de la Unión Europa excluyen la expansión fiscal. En conjunto, la situación fiscal de la zona del euro ha de ser en gran medida neutra este año, según la Comisión Europea, aunque con más apreturas en Irlanda, Francia e Italia.
La relajación cuantitativa sí que mejora las condiciones de financiación de las empresas de la zona del euro lo suficientemente grandes para recurrir a los mercados de capitales, pero incluso en los EE.UU. y en Gran Bretaña, donde los mercados de capitales desempeñan un papel mucho mayor en la financiación empresarial, la inflación de los precios de los activos contribuyó poco a alentar a los consumidores a gastar o a las empresas a invertir. Al contrario, la inversión en una economía real débil ha sido mucho menos atractiva que la perspectiva de ganar dinero fácil con la ingeniería financiera. La mayoría de las empresas de la zona del euro dependen de la financiación bancaria y, si bien las condiciones crediticias han mejorado un poco, el préstamo está flojo (y sigue reduciéndose en la Europa meridional). Mientras los bancos zombis estén abrumados por sus créditos fallidos, no es probable que haya demasiados cambios al respecto.
Tampoco se puede atribuir el pequeño aumento del crecimiento de la zona del euro y menos aún la expansión relativamente rápida de España e Irlanda a la receta alemana de consolidación fiscal y medidas encaminadas a aumentar la competitividad de las exportaciones. De hecho, nada podría estar más alejado de la verdad.
España no es precisamente un ejemplo de ajuste fiscal logrado; al contrario, su recuperación coincidió con la relajación de la austeridad extrema impuesta en el período 2011-2013, que ha animado a los hogares a gastar más, pese al estancamiento de los salarios. Aun así, su economía sigue siendo un 5,7 por ciento menor que hace siete años. Un descomunal 23,7 por ciento de los españoles –y uno de cada dos jóvenes– están desempleados, mientras que muchos otros han abandonado totalmente el mercado laboral.
Entretanto, el déficit presupuestario de España ascendió al 5,7 por ciento en el año pasado, el mayor de la UE. El rápido aumento de su deuda pública va a llegar al 100 por ciento del PIB este año. Cuando el país se dirige a unas elecciones en fecha posterior de este año, la Comisión Europea ha autorizado la amplitud de su déficit estructural. En lugar de prosperar gracias a la austeridad, España en muchos sentidos está obteniendo carta blanca.
Tampoco Irlanda, la economía de la UE que más creció el año pasado, confirma la idoneidad de las prescripciones de Alemania. Al fin y al cabo, Irlanda es una economía diminuta y muy abierta, cuyo sector exportador en auge está beneficiándose de las ventajas existentes –incluidos unos impuestos bajos para las empresas, una fuerza laboral competente y una economía flexible– y de las condiciones exteriores favorables, sobre todo la fuerte recuperación habida en sus mercados principales, los EE.UU. y Gran Bretaña. Aun así, la economía es menor que antes de la crisis, la tasa de desempleo es de dos cifras, la demanda interna sigue deprimida y el rescate bancario de 64.000 millones de euros injustamente impuesto a los 2,2 millones de contribuyentes irlandeses sigue pesando sobre ella.
La economía de la zona del euro va a tener unos resultados un poco mejores en 2015, pero no por las políticas exigidas por Alemania, y es probable que se trate de una recuperación temporal, no del comienzo de una recuperación sostenida. Para superar su recesión en materia de balances, la zona del euro debe sanear sus bancos, reducir el aplastante endeudamiento, la mayor parte de él privado, reparar la enorme escasez de inversión, eliminar los obstáculos para las empresas y abordar el lastre deflacionario del mercantilismo alemán. Y ésa es la razón por la que la zona del euro no se librará próximamente de sus problemas.
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