Stathis Kouvelakis, Viento Sur
El discurso sobre política general de Alexis Tsipras de la tarde del domingo fue seguida con particular atención tanto en el interior del país como en las cancillerías europeas y, sin duda, en Estados Unidos. En el interior del país y tras el chantaje del BCE y las continuas amenazas de los dirigentes europeos, se extiende una clima de efervescencia, de dignidad reencontrada, de voluntad, tanto de apoyar al gobierno frente al chantaje, como de presionarle para que no recule. En el exterior y, más en concreto, en los círculos dirigentes, se sopesa cada palabra y, sobre todo, cada medida anunciada [por el gobierno griego] para juzgar el grado de determinación del Primer Ministro y de su gobierno.
La mayoría de esos círculos esperaban el anuncio de una inflexión significativa, un anuncio de marcha atrás para facilitar el "acuerdo" en las cumbres europeas que se celebrarán esta semana. Es decir, se espera la sumisión de Grecia a sus ultimátum.
Francamente, deben estar decepcionados. En realidad, Alexis Tsipras no ha realizado ninguna concesión de fondo. Es verdad que ha evitado utilizar la palabra "anulación de la deuda", pero ha insistido con fuerza sobre su carácter inviable y reivindicado su "disminución" y "reestructuración". Además, en lo que respecta al restablecimiento del SMI al nivel de 2009 (751 €), si bien no ha anunciado su aplicación inmediata, se ha comprometido a restablecerlo a lo largo de 2015. En cuanto al resto de cuestiones, ha desgranado el programa de Salónica: medidas de urgencia para hacer frente al desastre humanitario (alimentación, restablecimiento de la corriente eléctrica, el transporte y la cobertura sanitara para todo el mundo), restablecimiento de la legislación laboral, supresión de los injustos impuestos sobre la propiedad, reforma fiscal para hace que los ricos paguen, fin de los privilegios otorgados a los media privados, restablecimiento de la RTV pública (ERT), hacer efectiva la participación estatal en la banca, acabar con la subasta de los bienes públicos (puertos, infraestructuras, energía), y fin de la represión de las movilizaciones populares.
Cuestión estratégica: Alexis Tsipras ha vuelto a decir que rechaza exigir la prolongación del actual "programa de ayudas" y también la tutela de la Troika. Y ha exigido la prorroga de la liquidez otorgada a la banca griega en base al reembolso de los beneficios realizados por los bancos centrales de la zona euro sobre la deuda griega, así como la prorroga de la capacidad de endeudamiento del gobierno griego. Finalmente, ha insistido en la necesidad de un presupuesto equilibrado, si bien ha rechazado que los excedentes primarios sean destinados al reembolso de por vida de la deuda, y a reciclar la autoridad. Ahora bien, incuso este compromiso en torno al equilibro presupuestario parece difícilmente compatible con las medidas sociales anunciadas en una situación en la que los ingresos fiscales están anémicos.
Una reforma de gran valor simbólico, y de la que ha hecho un elogio vibrante, es la de la ley sobre la nacionalidad que otorga la ciudadanía a todos los hijos e hijas de la gente inmigrante nacidos en Grecia. Asimismo ha insistido ampliamente en el papel del recién creado Ministerio de Inmigración, subrayando su papel en la protección de los derechos humanos y de la dignidad de las personas, al mismo tiempo que ha exigido un cambio de las políticas europeas al respecto. Por si fuera necesario, esto muestra que la participación en el gobierno de Anel (Griegos independientes) no ha modificado en nada la posición de Syriza sobre estas cuestiones.
Así pues, ha desechado el núcleo duro de los Memorándum. Y ahí es donde se sitúa el punto de ruptura. Alexis Tsipras ha remachado bien ese clavo de varias formas. En primer lugar, refiriéndose a la importancia de la movilización social en Grecia y a la solidaridad internacional, de la que ha saludado su apoyo, en la batalla que libra el gobierno. También se ha mostrado muy firme sobre el hecho de que el restablecimiento de la soberanía nacional, la democracia y la dignidad del pueblo griego no se negocian; lo que en el contexto actual equivale a un llamamiento a salir a la calle. No tengo dudas de que ese mensaje será entendido en Grecia y en Europa. Además, al final de su discurso, tras un largo homenaje a la larga historia de la lucha del pueblo griego, ha puesto sobre la mesa la cuestión de las indemnizaciones de guerra que debe Alemania y ha situado a Manolis Glezos [miembro de la resistencia griega durante la ocupación nazi] a la cabeza de la iniciativa que desarrollará el gobierno. Todo el mundo sabe que esta cuestión es como levantar el "banderín rojo" a los dirigentes alemanes.
Globalmente podemos decir que Alexis Tsipras ha enviado un mensaje de firmeza y de combatividad tanto al interior como al exterior del país. Y ha frustrado a quienes esperaban que comenzara a deslizarse en una espiral de concesiones que le lleven a la capitulación. Por otra parte, parece estar totalmente excluido que los dirigentes europeos toleren lo más mínimo la política anunciada hoy en el Parlamento griego.
Así pues, nos encontramos ante un escenario de confrontación cuyo próximo capítulo se jugará a lo largo de esta semana, en la que asistiremos a la conjunción de las cumbres europeas y de las movilizaciones en la calle. Sin duda, estamos a la víspera de acontecimientos que pueden hacer cambiar el curso actual de los hechos. En Grecia y en Europa.
La "ecuación mágica" para una posible victoria se encuentra en la combinación de la determinación de la dirección griega, de la movilización del pueblo griego y de la solidaridad internacional.
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