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viernes, 1 de agosto de 2014

Lo que no se ha dicho sobre el nuevo banco de los países emergentes

Vicenç Navarro, Attac

La historia de los desastres (y no hay otra manera de definir las consecuencias de aplicar sus políticas) creados por el Fondo Monetario Internacional (FMI) es larga. Esta institución, que en su configuración actual tiene el objetivo de defender los intereses del capital financiero (es decir, de las instituciones bancarias) a costa de los intereses de los Estados supuestamente ayudados por ella, tiene una larga lista de daños a las poblaciones de los Estados “ayudados” (y, muy en particular, a sus clases populares) a causa de las políticas impuestas a sus gentes (ver Los amos del mundo. Las armas del terrorismo financiero, Vicenç Navarro y Juan Torres, 2012).

Un caso claro ocurrió en 1997, cuando varios países asiáticos, afectados por una crisis financiera causada por la constante especulación de los mercados financieros, intentaron establecer su propio banco alternativo al FMI, que llamaron tentativamente el Fondo Monetario Asiático. Este intento fue inmediatamente vetado por el gobierno federal de EEUU, concretamente por su Ministro de Finanzas (Secretary of the Treasury), muy ligado a Wall Street, el centro bancario de EEUU. Como consecuencia de ello, tuvieron que seguir las políticas impuestas por el FMI, las clásicas y previsibles políticas neoliberales, con reformas que afectaron profundamente al bienestar de las poblaciones de los Estados “asistidos”, políticas que, como ahora también ocurre en la Eurozona, fueron ineficaces para resolver la enorme crisis económica y financiera. En realidad, la empeoraron, como también ha ocurrido en la Eurozona.

Como consecuencia, surgió con mayor intensidad la demanda de estos países y otros que habían sufrido las mismas políticas, de salirse del FMI y establecer un fondo alternativo. Tales países llegaron a la conclusión de que era prácticamente imposible cambiar el FMI, controlado por los intereses financieros estadounidenses y sus aliados europeos, intereses que, por cierto, afectaron también negativamente al bienestar de las poblaciones norteamericanas y europeas. No era, como siempre intentaron presentarlo los mayores medios de información, un conflicto entre EEUU y Europa frente al resto del mundo, sino los intereses financieros de las instituciones bancarias -que beneficiaban a sectores minoritarios en aquellos países- frente a la mayoría de las poblaciones de los países de distintos niveles de desarrollo económico. Lo que las políticas impuestas por el FMI mostraban era que los intereses particulares de las instituciones bancarias no eran los mismos ni tampoco coincidían con los intereses de las clases populares de los países desarrollados, ni con los intereses de las de los países emergentes. Como aparece en la enorme crisis financiera que EEUU y la Unión Europea están sufriendo, la realidad muestra que el enorme control por parte de las instituciones bancarias del FMI, del Banco Mundial y del Banco Central Europeo (BCE), está beneficiando a intereses muy particulares, distintos, y en realidad opuestos, a los intereses generales de la mayoría de las poblaciones (que son sus clases populares) de los países, tanto de los económicamente avanzados como de los de menor desarrollo económico. De nuevo, lo que está ocurriendo en la Eurozona (y, muy en particular, en su periferia) es un claro ejemplo de ello.

La situación en Ucrania y en 31 países “ayudados” por el FMI

Se sorprenderá el lector que aparezca de pronto en este artículo una referencia a Ucrania, un país que está sufriendo un conflicto bélico de enormes consecuencias. Pero la situación bélica, la guerra civil en aquel país, está ocultando otro desastre creado precisamente por el FMI. En aquel país, las políticas neoliberales impuestas por el FMI y su aliado, el BCE, están causando una enorme recesión, con un descenso de nada menos que de un 5% de su PIB, y con un gran crecimiento del desempleo. En realidad, de los 41 países que están recibiendo “ayuda” del FMI, 31 sufren una enorme recesión causada por las políticas de austeridad impuestas por el FMI y el BCE (ver el excelente artículo de Mark Weisbrot, “BRICS’ New Financial Institutions Could Break a Long-Standing and Harmful Monopoly”, en Center for Economic and Policy Research, 18.07.14).

De ahí la urgencia y necesidad de crear instituciones alternativas, como la creada por los países emergentes BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), abierta a otros países. Los medios, influenciados por el capital financiero estadounidense y europeo, han intentado minimizar la importancia de este desarrollo, considerándolo poco creíble. Su credibilidad, como institución financiera alternativa, sin embargo, está avalada, porque todos estos países tienen unos sistemas bancarios públicos. En realidad, un dato que por regla general no se conoce es que los países que han tenido mayores crisis financieras han sido aquellos en los que, en su sistema bancario, predomina el sector privado. Los casos claros son EEUU y la Eurozona, siendo incluso más acentuado el de la Eurozona, porque en esta zona el BCE no es un banco central, sino un lobby de la banca (ver mi artículo “El BCE, el lobby de la banca”, Público, 08.12.11). Ello deja a los Estados en una situación enormemente vulnerable, forzándolos a pagar unos intereses excesivos por su deuda. De ahí que la aparición de un fondo alternativo al FMI pueda significar un avance considerable en el intento de romper la mordaza que representa el FMI para todos los países, tanto los emergentes como los llamados países desarrollados.

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