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jueves, 1 de mayo de 2014

Las falacias neoliberales sobre el trabajo

Emir Sader, AlaiNet

Entre sus propuestas de desregulación, el neoliberalismo puso fuerte énfasis en la de “flexibilización laboral”. Estas palabras atrayentes – así como la de “informalización” – lo que esconden es la precarización de las relaciones de trabajo, es el trabajo sin contrato.

Esta fue uno de las trasformaciones más importantes del neoliberalismo. Junto a ella, promovió la desaparición de las temáticas del mundo del trabajo. El alza del desempleo y del trabajo precarizado son justificados por lo que llaman de “desempleo tecnológico”, alegando que la tecnología necesita menos mano de obra, produciendo más con menos trabajadores, dados los aumentos de productividad.

Se plantea al trabajador la disyuntiva de seguir empleado, pero bajando la productividad y la competitividad de la empresa y del mismo país o salir del mercado para mejorar su calificación y retornar después. En verdad no hay el tal “desempleo tecnológico”.

Cuando hay aumento de productividad, significa que se puede producir la misma mercancía en menos tiempo, pongamos, la mitad del tiempo. No se deduce inmediatamente de ahí que se debe expulsar trabajadores. Hay tres alternativas: o se produce el doble de la misma mercancía y se mantiene a todos los trabajadores empleados. O se produce la misma cantidad de mercancías y se disminuye la jornada de trabajo por la mitad. Entonces – lo que suele ocurrir – es que se sigue produciendo la misma cantidad de mercancías y se echa a la mitad de los trabajadores.

No es la tecnología la que echa a los trabajadores. Es la lucha de clases, es quien se apropia del desarrollo tecnológico, que puede servir sea para disminuir la jornada de trabajo o para aumentar las ganancias de los empresarios.

Cuando se inventó la luz eléctrica, la primera consecuencia no fue el mejor bienestar en la casa de las personas, sino la introducción de la jornada nocturna de trabajo. La culpa no la tuvo Thomas Edison, sino la apropiación de ese invento para extender la jornada y la super explotación de los trabajadores.

Desde que se hizo la crítica al paradigma de la centralidad del trabajo, como visión reduccionista respecto a las otras contradicciones, se ha impuesto una tendencia opuesta, la de hacer del trabajo una actividad menor, sin trascendencia. Exactamente cuándo, como nunca antes, la gente vive de su trabajo. En actividades heterogéneas, diversificadas, a menudo con el mismo trabajador en varios empleos a la vez. Pero trabajan hombres y mujeres, enfermos, jóvenes y niños, blancos y negros: todos o casi todos viven de su trabajo.

Sin embargo, el tema del trabajo casi ha desaparecido, incluso en el pensamiento social, donde la sociología del trabajo pasó, en pocas décadas, de las ramas más buscadas a una más entre otras. La mídia invisibiliza la actividad que más ocupa a más gente en el mundo: la actividad laboral. Como si la tecnología hubiera reducido el trabajo a una actividad virtual, sin esfuerzo físico, sin desgaste de energías, sin la super exploración de jornadas agotadoras e interminables.

Para completar, intentan pasar el primero de mayo como Día del trabajo y no del trabajador.

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