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miércoles, 5 de febrero de 2014

El rescate bancario interminable

Antonio Sanabria, Diagonal

Un artículo del 17 de enero, recogido por el Blog Salmón, estimaba unas posibles necesidades adicionales de capital en la banca europea de hasta 767.000 millones de euros. Destacan la banca francesa y alemana con unas insuficiencias en torno a 285.000 y 200.000 millones de euros respectivamente, seguidas por la banca española, con algo más de 90.000 millones.

Los autores tomaron los datos publicados de 109 de los 130 bancos que desde noviembre quedarán bajo supervisión del Banco Central Europeo (BCE) para someterlos a las denominadas pruebas de resistencia. Básicamente se trata de partir de esos datos contables de las entidades para, sobre el papel, calcular mediante una serie de modelos estadísticos cómo evolucionarían ante diferentes escenarios adversos. Es de hecho lo que hará el propio BCE como paso previo a iniciar su labor supervisora.

¿Significa pues que los bancos europeos necesitarán nuevas ayudas públicas por esa misma cantidad? No necesariamente. Las posibles necesidades de capital habrían de ser cubiertas por las propias entidades. Sólo en el caso de que sus recursos fuesen insuficientes (cosa harto probable) se recurriría a ayudas públicas, bien desde el Estado de turno o bien mediante fondos del Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE).

Dicho esto, cualquier prueba de resistencia no deja de ser una estimación a partir de una serie de supuestos de partida. El futuro es siempre más complejo y lo cierto es que los resultados pueden variar mucho según las hipótesis con que partan los modelos. Las pruebas de estrés europeas durante el verano de 2010 así lo evidencian. Entonces, siendo el caso español uno de los más detallados, con más de un 95% de su sector bancario a examen, se estimaron unas necesidades de capital de 1.835 millones de euros. Más de tres años y 63.558 millones del erario público después, sabemos que aquellos cálculos resultaron bastante más que optimistas.

Sobreendeudamiento

Asimismo, por muy detalladas y fidedignas que fuesen las cuentas de un banco no dejan de ser una muestra estática, una fotografía, mientras que la realidad de su situación es dinámica. Así, por ejemplo un crédito viable hoy puede ser moroso mañana. Un cambio puntual puede generar movimientos imprevistos según sea la reacción de los inversores, muchas veces igualmente imprevisible e incluso irracional. Eso por no contar que el valor de muchos activos bancarios está fijado a partir de sus modelos internos.

Los propios resultados de las pruebas de resistencia pueden tener efectos sobre las necesidades de capital de las entidades. Es difícil saber si los resultados que obtenga el BCE serán muy distintos de los obtenidos en el estudio antes citado. En todo caso, su publicación no servirá para disipar dudas. Si los resultados son muy severos pueden amplificar la desconfianza y agravar el problema al dificultar más si cabe el acceso de los bancos a los mercados mayoristas de crédito, mientras el valor de sus acciones se desploma en bolsa. Pero si son interpretados como demasiado blandos, esa incredulidad se trasladaría igualmente hacia mayores tensiones financieras. En ambos casos se lograría justo lo contrario al pretendido fin de dar confianza a los mercados.

La solución no pasa por lograr un resultado creíble ni tampoco acertar en una cifra que no se puede predecir. Los test pueden tener algunos efectos positivos, al intentar los bancos mejorar su situación para salir lo mejor posible en la foto, pero no deja de ser algo transitorio. Lo cierto es que el problema se enfoca justo al contrario. No se trata de adivinar cuánto de más se va a necesitar, sino partir de un diagnóstico del problema y determinar cómo revertir la situación. Estamos ante una crisis bancaria por sobreendeudamiento privado sin precedentes históricos conocidos, dentro y fuera de la eurozona. Por tanto, ante una situación de este tipo no queda otra que realizar importantes quitas de esa deuda privada impagable en lugar de socializarla, establecer una represión financiera y tributación sobre el patrimonio y el capital a fin de financiar de manera fiscalmente progresiva y plantear grandes programas de inversión pública que prioricen la creación de empleo y mejoren la distribución de la renta.

Es imposible que la banca se sanee de manera viable con unas cifras de paro y precariedad como las actuales. Pero se trata también de poner fin a un modelo bancario y financiero absolutamente insostenible. Según cifras de Eurostat, para mantenerlo vigente llevamos en estos cincos años más de 526.000 millones de euros sólo en concepto de ayudas públicas directas a los bancos en la Eurozona, o más de 675.000 millones de euros si contamos toda la UE. La nueva estimación de 767.000 millones de nuevas necesidades de capital nos recuerda cómo toda esta larga travesía sólo servirá para, al fin, volver otra vez al principio. Cambiar lo que haga falta para que todo siga igual.

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