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jueves, 14 de noviembre de 2013

Los héroes reales de la economía global

Dani Rodrik, Project Syndicate

Los responsables de las políticas económicas que buscan modelos exitosos para emular parecen tener una abundancia de opciones estos días. Liderados por China, decenas de países emergentes y en desarrollo han registrado tasas de crecimiento récord en las últimas décadas, sentando precedentes para que otros les sigan los pasos. Si bien las economías avanzadas han tenido un desempeño mucho peor en promedio, existen excepciones dignas de mención, como Alemania y Suecia. "Hagan lo que hacemos nosotros", suelen decir los líderes de estos países, "y ustedes también prosperarán".

Sin embargo, si uno mira más detenidamente, descubrirá que es imposible replicar en todas partes los modelos de crecimiento de los que estos países tanto se jactan, porque están basados en grandes excedentes externos para estimular el sector comerciable y el resto de la economía. El excedente de cuenta corriente de Suecia ha registrado un promedio por encima del 7% del PIB en los últimos diez años; el promedio en Alemania ha estado cerca del 6% en el mismo período.

El enorme excedente externo de China -arriba del 10% del PIB en 2007- se ha reducido significativamente en los últimos años, y el desequilibrio comercial cayó aproximadamente al 2,5% del PIB. Al mismo tiempo que bajó el excedente, cayó la tasa de crecimiento de la economía -de hecho, casi punto por punto-. Sin duda, el crecimiento anual de China sigue siendo comparativamente alto, por encima del 7%. Pero el crecimiento en este nivel refleja un alza sin precedentes -e insostenible- de la inversión directa a casi el 50% del PIB. Cuando la inversión regrese a niveles normales, el crecimiento económico se desacelerará aún más. Obviamente, no todos los países pueden tener excedentes comerciales al mismo tiempo. De hecho, el desempeño superlativo del crecimiento de las economías exitosas ha sido posible gracias a la elección de otros países de no imitarlas.

Pero uno nunca se daría cuenta si escucha, por ejemplo, al ministro de Finanzas de Alemania, Wolfgang Schäuble, ensalzar las virtudes de su país. "A fines de los años 1990, Alemania era el ‘enfermo’ indiscutido de Europa", escribió recientemente Schäuble. Lo que cambió la suerte del país, sostiene el ministro, fue la liberalización del mercado laboral y un gasto público restringido.

Por cierto, si bien Alemania efectivamente implementó algunas reformas, también lo hicieron otros, y su mercado laboral no parece sustancialmente más flexible de lo que se puede ver en otras economías europeas. Una gran diferencia, sin embargo, fue el giro radical de la balanza externa de Alemania: los déficits anuales de los años 1990 se convirtieron en un excedente sustancial en los últimos años, gracias a sus socios comerciales en la eurozona y, más recientemente, al resto del mundo. Como señaló Martin Wolf del Financial Times, entre otros, la economía alemana se ha apalancado en la demanda global.

Otros países han crecido rápidamente en las últimas décadas sin depender de los excedentes externos. Pero la mayoría ha sufrido el síndrome opuesto: una dependencia excesiva de los ingresos de capital que, al fomentar el crédito y el consumo internos, generan un crecimiento temporario. Pero las economías receptoras son vulnerables al sentimiento de los mercados financieros y a una repentina fuga de capitales -como sucedió recientemente cuando los inversores anticiparon un ajuste de las políticas monetarias en Estados Unidos. Consideremos el caso de la India, que hasta hace poco era otra historia de éxito muy celebrada. El crecimiento de la India durante la década pasada había tenido mucho que ver con políticas macroeconómicas laxas y una cuenta corriente en deterioro -que registró un déficit de más del 5% del PBI en 2012, después de haber experimentado un excedente a comienzos de los años 2000-. Turquía, otro país cuya estrella se ha desvanecido, también dependía de importantes déficits de cuenta corriente anuales, que alcanzaron el 10% del PBI en 2011. En otras partes, ex economías socialistas pequeñas -Armenia, Bielorrusia, Moldavia, Georgia, Lituania y Kosovo- han crecido rápidamente desde principios de los años 2000. Pero si observamos sus déficits promedio de cuenta corriente entre 2000 y 2013 -que oscilan entre un mínimo de 5,5% del PBI en Lituania y un máximo de 13,4 % en Kosovo-, resulta evidente que no son países para emular.

La historia es similar en África. Las economías de más rápido crecimiento del continente son aquellas que han querido, y han podido, permitir brechas externas importantes entre 2000 y 2013: el 26% del PBI, en promedio, en Liberia, el 17% en Mozambique, el 14% en Chad, el 11% en Sierra Leona y el 7% en Gana. La cuenta corriente de Ruanda se ha deteriorado marcadamente y el déficit hoy excede el 10% del PBI.

Los saldos de cuenta corriente del mundo, en definitiva, deben sumar cero. En un mundo óptimo, los excedentes de países que buscan un crecimiento liderado por las exportaciones estarían voluntariamente compensados por los déficits de aquellos otros países que buscan un crecimiento liderado por la deuda. En el mundo real, no existe ningún mecanismo que asegure un equilibrio semejante de manera constante; las políticas económicas nacionales pueden ser (y muchas veces lo son) mutuamente incompatibles.

Cuando algunos países quieren tener déficits menores sin que exista un deseo correspondiente de otros países de reducir sus excedentes, el resultado es la exportación de desempleo y una tendencia hacia la deflación (como sucede hoy). Cuando algunos quieren reducir sus excedentes sin un deseo correspondiente de otros de reducir sus déficits, el resultado es una “repentina interrupción” de los flujos de capital y crisis financieras. A medida que los desequilibrios externos se vuelven más grandes, cada fase de este ciclo se torna más dolorosa.

Los verdaderos héroes de la economía mundial –los modelos de rol que otros deberían emular- son los países a los que les ha ido relativamente bien con desequilibrios externos menores. Países como Austria, Canadá, Filipinas, Lesoto y Uruguay no pueden igualar a los líderes del crecimiento mundial, porque no se endeudan en exceso ni sostienen un modelo económico mercantilista. Sus economías no tienen nada de especial y no ganan muchos titulares. Pero sin ellos, la economía global sería aún menos manejable de lo que ya es hoy.

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