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miércoles, 6 de noviembre de 2013

El que crea que la crisis de la Eurozona se ha solucionado, se equivoca

Matthew Lynn, El Economista

Olvídese de la cultura, el paisaje, la comida y el vino. Lo que a los americanos más les gusta de Europa ahora son los mercados de valores. La semana pasada supimos que están entrando cifras récord en los fondos de capital europeo y unos pocos inversores muy sonados, como John Paulson, apuestan fuerte por mercados vapuleados como el griego. Pero van a salir trasquilados.

Es cierto que las valoraciones son baratas en comparación con las de otros grandes mercados, aunque es lógico después de tres años de crisis perpetua y recesión profunda. Sin embargo, algunas veces las cosas son baratas por algún motivo y no sólo porque el mercado las infravalore. El que esté convencido de que la crisis de la Eurozona se ha solucionado, se equivoca. Las ganancias de las empresas no pueden seguir subiendo frente a la deflación, una recesión profunda, una moneda en ascenso y un punto muerto político. Si las empresas no pueden ganar dinero, las bolsas no podrán seguir subiendo.

Hay muchas pruebas de que EEUU y otros inversores internacionales han descubierto un entusiasmo repentino por los valores de la Eurozona. En la semana del 23 de octubre, los inversores vertieron 5.000 millones de dólares en fondos europeos, el mayor flujo de entrada semanal de la historia en esa clase de activos. Durante 2013 se ha destinado más dinero a los valores europeos que en cualquier otro momento desde que la moneda única empezase a tener problemas en 2009. Algunos, como el gestor de fondos de cobertura John Paulson, que amasó una fortuna apostando por el derrumbe del mercado de las hipotecas basura, han hecho apuestas de alto riesgo. Sus fondos han invertido en el sector bancario griego calcinado, pensando que si el desplome del país por fin se acaba, los bancos serán los primeros en recuperarse. Lo mismo han hecho otros fondos de cobertura estadounidenses muy conocidos, como Och-Ziff o Falcon Edge.

Hasta el momento, se han visto recompensados. El índice Euro Stoxx 50, que engloba a las mayores empresas de la Eurozona por valor de mercado, ha subido un 21% desde que llegara a su mínimo anual en junio, y en lo que va de año presenta un incremento del 15%. Con el euro apreciándose también en los mercados de divisas -se acerca a 1,40 dólares, frente a 1,30 en julio-, a cualquiera que haya actuado pronto con la tendencia le habrá ido bien.

Pero incluso con el aumento de precios, los valores de la Eurozona siguen siendo baratos comparados con el resto del mundo. El Euro Stoxx 50 es un 32 por ciento más barato que el índice internacional MSCI de los países desarrollados. Se comercia a un múltiplo de sólo 13,6 veces las ganancias de este año, frente al 15,8 del S&P 500 o el 18,4 del índice japonés Nikkei-225.

Se avecinan tres grandes problemas

La lógica de invertir en la Eurozona es bastante obvia actualmente. La economía europea tendrá sus problemas, pero sigue siendo el hogar de decenas de multinacionales. Y hay suficientes clientes de aviones Airbus, coches Mercedes, habitaciones de hoteles Accor y cosméticos L'Oréal, pase lo que pase en los países donde se encuentra la sede de la empresa. Si se pueden conseguir más baratos que empresas internacionales similares de EEUU, Japón o Corea, tiene sentido acumular ahora. El problema es que la crisis de la Eurozona no se ha acabado ni mucho menos. El trabajo fácil se ha hecho, pero el difícil sigue pendiente. Se avecinan tres grandes problemas.

El primero es que la economía sigue sumida en una recesión. La recuperación del verano se basó en encuestas de confianza, pero no hay demasiados datos que la respalden. Grandes economías, como Italia, siguen en recesión y Francia y España sólo están a un pelo. La economía griega continúa contrayéndose y no da muestras de crecimiento autosostenible. Es cierto que los mercados bursátiles pueden subir incluso si las economías encogen y todavía cabe la posibilidad de que el BCE lance una flexibilización cuantitativa a gran escala como lo hizo EEUU y el Reino Unido, pero todavía existen límites de cuánto pueden aumentar los mercados.

La gente sin trabajo no compra mucho y sin ventas, los beneficios no suben. También está la inminente parálisis económica. Alemania continúa sin Gobierno y las negociaciones para formar una nueva coalición son un camino tortuoso. Aun así, países como Grecia y Portugal necesitan urgentemente nuevos rescates que no van a ocurrir sin un Gobierno en Berlín (ni con un Gobierno que tema nuevas elecciones). Un problema mucho mayor son las elecciones al Parlamento Europeo en mayo. Los partidos antieuropeístas, desde el Frente Nacional francés al Partido de la Independencia británico, pasando por el Partido de la Libertad de Holanda, arrasarán en las urnas. El Parlamento no tiene mucho poder, pero es capaz de bloquear proyectos y ahí está el problema. El euro necesita dar grandes pasos hacia la integración para sobrevivir. ¿Cómo va a hacerlo si los euroescépticos dominan el Parlamento? La respuesta es que no podrá. A partir de mayo, los avances hacia la unión bancaria y económica se verán obstaculizados.

Por último, los grandes de la eurozona han salido del paso estos últimos años a golpe de exportación. Han conseguido que los beneficios suban, vendiendo más en Norteamérica y en Asia, mientras forcejeaban en sus propios mercados. Al mismo tiempo, las recesiones profundas y el desempleo en sus países les permitía mantener el coste de la mano de obra bajo control. Todo eso ha mantenido las acciones al alza, pero no podrán hacerlo indefinidamente. Hasta Alemania renquea (las exportaciones han caído un 1,1% en octubre). Con el euro subiendo en valor, será mucho más difícil seguir vendiendo al resto del mundo y la demanda interna no va a cubrir ese vacío.

A principios de año, había razones para entrar en los mercados de valores de la eurozona. Los precios se estaban volviendo ridículamente baratos pero ya no es así. El dinero internacional está fluyendo a Europa justo en el momento más inoportuno y va a salir trasquilado.

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