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miércoles, 17 de julio de 2013

Alemania tiene que elegir pronto: un Plan Marshall para el sur o ruptura del euro

Benn Steil, director de economía internacional del Council of Foreign Relations, publica un artículo en el que compara la situación actual de la Eurozona con la surgida tras la II Guerra Mundial. Y llega a una conclusión: Alemania debe promover un Plan Marshall para el sur de Europa o correr el riesgo de que se rompa el euro y esto provoque una gran crisis económica y política.
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El Economista
La reflexión, titulada, ¿Está repitiendo Alemania los errores de EEUU en Bretton Woods?, comienza recordando la posición de EEUU como acreedor predominante en 1944, cuando se celebró la conferencia, y cómo quiso recuperar el sistema global de tipos de cambio fijos ofreciendo préstamos en dólares a los endeudados países que salían de la guerra, algo que haría a través de un nuevo organismo, el Fondo Monetario Internacional (FMI).

Una posición que recuerda mucho a la que está tomando hoy en día Alemania, que también trata de resucitar a la periferia con créditos en un sistema de tipo de cambio fijo como el del euro. Por ello, es conveniente recordar lo que pasó en Bretton Woods para saber cómo funcionó esta postura, recuerda el autor.

Harry Dexter White, del departamento del Tesoro y arquitecto de la conferencia, avisó a los delegados estadounidenses de que el resto del mundo creía que EEUU quería monopolizar una gran parte de los mercados mundiales, por lo que era de esperar que pidieran que el FMI empujara a EEUU a adoptar políticas que pusieran menos presión sobre el tipo de cambio y permitieran a los países vender más allí.

Y el mensaje que White les dio fue muy claro: EEUU no toleraría esa interferencia. "Hemos sido perfectamente firmes en ese punto. Hemos tomado la posición de un absoluto no sobre eso".

Aquí la analogía con la Eurozona es clara. Alemania presiona a la periferia mientras que periferia pide una relajación de las políticas y que Alemania les permita vender más (intervención sobre los tipos de interés o incremento de su gasto, por ejemplo). Y la respuesta germana habitual: no.

Ante la posición de fuerza estadounidense, el resto de países reaccionó. El célebre economista John Maynard Keynes, jefe de la delegación británica, y otros delegados tenían una opción viable aunque desagradable. Keynes "puntualizó que Reino Unido podría verse forzado a recurrir a algunas formas inaceptables para impulsar su comercio exterior", tal y como recogía entonces el diario The Washington Post.

"Una vuelta al sistema de trueque es la única alternativa a la vista, y debería ser probada como último recurso. Esta es una posibilidad que EEUU ciertamente no desea que se produzca", publicaba el diario citando a Keynes. "Los británicos pueden estar quebrados (ya que no tienen los recursos para cumplir sus obligaciones externas), pero no están exentos de posibilidades para impulsar sus bienes en los mercados internacionales", añadía el diario.

Por lo tanto, una amenaza en toda regla de acabar con el sistema comercial internacional, amenaza muy similar a la que los países en problemas dirigen a Alemania: una ruptura del euro que les permita devaluar e impulsar así sus exportaciones.

Precisamente, la postura de EEUU en Bretton Woods buscaba que el FMI evitara las depreciaciones competitivas de las monedas para salir de las crisis. Por lo tanto, un tipo de cambio fijo debería ser el centro de la negociación sobre la arquitectura monetaria de posguerra, evitando que los países devaluaran para acabar con sus déficits comerciales.

Curiosamente, en 1944, Alemania ya había cumplido con las amenazas de Keynes, y forzaba a los poseedores internacionales de marcos a canjearlos por bienes alemanes. El Reino Unido podía hacer lo mismo, hacer la libra convertible en la mercancía que quisiera. Si los países no estaban de acuerdo con lo que EEUU les ofrecía, siempre podían elegir comerciar de manera bilateral entre ellos, fuera del sistema.

¿Cuál fue el resultado? Pues aunque EEUU consiguió salir vencedor de Bretton Woods, imponiendo políticas monetarias y financieras que le favorecían como acreedor, no se consiguió que los países que salieron destrozados de la II Guerra Mundial resurgieran. De hecho, no fue hasta que se inició el Plan Marshall en 1948, con ayudas directas en lugar de los créditos del FMI, cuando las economías europeas consiguieron revivir.

Hoy, Alemania persiste en la misma idea que EEUU en 1944, con un plan centrado en los intereses de los acreedores para revivir el euro, un plan de nuevos créditos para financiar viejos créditos mientras los deudores recortan gasto y salarios para adaptarse a un tipo de cambio fijo.

Sin duda, parece claro que la austeridad sin fin impuesta en el sur de Europa provocará finalmente una reacción política que la hará insostenible, concluye el autor. Alemania tendrá pronto que elegir: un Plan Marshall para el sur o una ruptura política y económica de la Eurozona.

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