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lunes, 10 de junio de 2013

La cólera antialemana del FMI y su relevancia para la deprimida periferia europea

Yanis Varoufakis, Sin Permiso

El reciente informe del FMI sobre Grecia viene a culminar el mea culpa del Fondo por su complicidad en una serie de rescates tóxicos que han contribuido a la kosovización en curso de la periferia de la Eurozona. Ya en marzo de 2012 informé desde estas páginas de un golpe preventivo del FMI, cuyo propósito era cubrirse las espaldas ante el fracaso cantado de un nuevo programa. El siguiente paso del FMI fue confesar errores de bulto en el cómputo de los multiplicadores fiscales: un reconocimiento de que el programa de consolidación fiscal impuesto a nuestros desventurados países jamás produciría otra cosa que la intensificación de una crisis de deflación por deuda. (Véase este post, en donde explico la alianza impía entre el analfabetismo económico y el oportunismo político que llevó a esos “errores”, así como esta más reciente entrevista para mi valoración de la estrategia general del FMI en relación con Europa.)

Fui invitado el pasado febrero a dar una charla en un simposio de juristas sobre el marco y los requisitos jurídicos de la tan debatida Unión Bancaria europea. Fue allí que me percaté del alcance de la cólera contra Alemania, Francfort y Bruselas reinante entre los funcionarios del FMI. Como me dijo uno de ellos sin el menor recato, “los europeos nos forzaron a un programa para Grecia que salpicaba la imagen del FMI (sic)”. Más importante aún, el FMI estaba que trinaba con que Alemania proclamara una unión bancaria sólo para asegurarse de que nunca tendría lugar: honraba la idea de una Unión Bancaria sólo para deshonrarla.

Ni que decir tiene: sólo a sí mismo puede culpar el FMI de haberse convertido en miembro dócil de una Troika inclinada a la táctica de “ganar tiempo y aplazar soluciones”, con los catastróficos resultados conocidos ya por los asiáticos del este meridional y los latinoamericanos –que salen de sus casillas cuando ven el acrónimo del FMI—, a los que ahora vienen a añadirse millones de europeos. Después de todo, sólo hace unos meses que la señora Lagarde, contraviniendo su mejor juicio, vino a defender otra monstruosa reencarnación del rescate griego (como se narró en este post). Si bien se piensa, la señora Lagarde adoptó una pauta de conducta ya apuntada por su predecesor: discrepa de los análisis y de las políticas de Europa, pero, en el momento crucial, respalda y legitima esas políticas con tu complicidad. (Véase mi ‘economía política de DSK’).

Ahora que todo se ha dicho y todo se ha hecho, ¿qué oportunidades abre a Europa la confesión del FMI? Mi respuesta es sencilla, y no gustará a muchos de mis amigos situados en el lado izquierdo del espectro político: los países de la periferia europea deben forjar una alianza con el FMI, al menos en el contexto de presionar a favor de una transferencia inmediata de propiedad, responsabilidad y poderes de reestructuración y de gestión de nuestros bancos quebrados directamente hacia el Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEE) y el BCE. Sólo de esta manera tendrán nuestras naciones una posibilidad de volver a respirar, de librarse de la Bancarrotocracia y de empezar a planear su futuro con un adarme de esperanza. Al menos en eso, el FMI podría estar dispuesto a divorciarse de Berlín y de Francfort. Y yo no veo mejor forma ahora mismo de abrir una grieta en el Telón de Acero de la misantropía austeritaria.

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