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miércoles, 24 de abril de 2013

¿Por qué no aumentar los salarios?

Michel Husson, Viento Sur

Sería algo que mejoraría el nivel de vida de los asalariados y relanzaría el consumo, por tanto la actividad económica y por tanto el empleo. Este razonamiento tiene fundamentos teóricos sólidos y la situación actual proporciona una contra ejemplo concreto, puesto que la austeridad presupuestaria y salarial hunde a Europa en la recesión. Pero quizá valga la pena examinar las objeciones planteadas por los defensores del “rigor”.

La primera es que las empresas tienen necesidad de restablecer su beneficio para poder invertir de nuevo y por tanto crear empleos. La tasa de margen ha bajado, ciertamente, con la crisis, pero mucho menos si se tienen en cuenta los dividendos pagados por las empresas que, por su parte, han recuperado sus muy elevados niveles de antes de la crisis: representan hoy el 13% de la masa salarial, es decir el equivalente a cerca de 3 millones de empleos. Luego, no hay que dar de beber a un burro que no tiene sed: la inversión no tiene ninguna razón para recuperarse si las hojas de pedidos están casi vacías.

Otra serie de objeciones se refiere a la mundialización. Se nos dice: si aumentáis los salarios, degradáis la competitividad de las empresas francesas que perderán mercados y por tanto suprimirán empleos o los deslocalizarán. Pero basta con razonar a escala europea para ver lo absurdo de este argumento: en la carrera por la competitividad, todos los países no pueden ganar unos contra otros, porque sus principales clientes son sus vecinos. Por otra parte, esa es una de las causas esenciales de la recesión europea.

Se objeta también que el aumento de los salarios conduciría a un aumento de las importaciones más que a una recuperación de la producción doméstica. Pero aquí también, la validez de este argumento desaparece en gran parte si se imagina un relanzamiento salarial coordinado entre los países europeos. Quedan evidentemente los intercambios con el resto del mundo (otros países desarrollados y emergentes). Sin embargo hay que saber que el comercio internacional de Europa es globalmente equilibrado y que la variable clave no es el “coste salarial” sino la tasa de cambio. Sin embargo, no se pueden compensar las considerables fluctuaciones de la tasa de cambio del euro mediante una bajada de los salarios: lo que se ganaría en competitividad respecto al resto del mundo sería ampliamente compensado por la recesión interna.

Esta rápida discusión permite señalar los obstáculos a una política de relanzamiento salarial que sería sin embargo socialmente justa y económicamente eficaz. El primer obstáculo se refiere al reparto de las rentas. Una política alternativa debe tratar esta cuestión porque es el medio de conseguir márgenes de maniobra realizando una transferencia de los dividendos hacia los salarios. Hay que anular, en efecto, la transferencia operada en beneficio de los accionistas desde hace al menos quince años y que es la causa de la incrustación del paro y a fin de cuentas de la recesión. El segundo obstáculo es la generalización de la austeridad en Europa: todo relanzamiento salarial tiene necesidad de ser coordinado a nivel europeo para asegurar su viabilidad económica.

Hay que examinar también las razones profundas de la degradación de las condiciones de vida de los asalariados, que no pueden ser resueltas solo mediante subidas salariales. Una de las principales es la vivienda. Más que una carrera sin fin entre el salario y los alquileres o el precio de las viviendas, la solución de fondo pasa por una política de control de los alquileres y de la lucha contra la penuria de viviendas. Otro factor es la pérdida de sustancia de los servicios públicos y de la protección social. Su revalorización permitiría mejorar la condición salarial de forma complementaria al aumento de los salarios directos.

El aumento de los salarios sería pues una medida justa que respondería a necesidades urgentes. Pero su aplicación supone una clara ruptura con el curso del capitalismo, que protege a los accionistas y organiza conscientemente la competencia entre asalariados a escala europea, incluso mundial.
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Tomado de Viento Sur
Ver: ¿Aumentar el salario mínimo puede reducir el desempleo?

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