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viernes, 4 de enero de 2013

Los planes de austeridad de Alemania hacen mendigar al resto de Europa


Costas Lapavitsas, The Guardian

El mantra de Berlín sobre los recortes en el gasto en la eurozona está generando desempleo y desaliento en toda Europa. ¿Ha terminado la crisis de la eurozona? Muchos políticos en Europa, entre otros el presidente francés François Hollande, parecen creerlo. No vayamos tan rápido, por favor. Lejos de terminar, la crisis todavía no ha alcanzado su fase más difícil.

Es fácil ver por qué los políticos afirman que la crisis se acabó. Acaban de prometerle a Grecia otros 50.000 millones de euros, siempre y cuando acepte aún más austeridad, desregulación y privatización. En el resto de la periferia, Irlanda va por su sexto año de recesión, Portugal se encamina hacia una contracción económica considerable y España va de mal en peor. Aun países como Italia y Francia han aceptado la necesidad de presupuestos equilibrados. En toda la zona euro no hay una oposición efectiva al mantra de la austeridad que emana de Berlín.

Los mercados financieros, por su parte, se mantienen calmos desde septiembre, cuando Mario Draghi, presidente del Banco Central Europeo, anunció que compraría deuda de los países en dificultades siempre que aceptaran las condiciones de rescate. Desde entonces, los diferenciales de la deuda italiana y española han caído en 250 puntos básicos. El lanzamiento oficial del Mecanismo de Estabilidad Europea también ha ayudado , ya que el ESM está fortificado con 500 mil millones de euros. El cálculo de los mercados de bonos es transparente: por el momento, no es rentable pedir prestado dinero para especular contra la deuda de los países europeos más débiles.

Pero la austeridad y la tranquilidad de los mercados financieros no equivalen a un fin de la crisis. Por el contrario, señalan el surgimiento de una eurozona alemana. Los analistas que protestaron porque el liderazgo de la crisis en la eurozona ha sido débil se equivocaron totalmente. En la práctica, la austeridad está transformando a la periferia en una vasta Alemania del Este: una zona de crecimiento débil, con salarios bajos, pobreza y sin ningún dinamismo económico. Ni siquiera existirán algunas de las transferencias fiscales, equivalentes a unos 60.000 millones de euros anuales, que sostuvieron a Alemania del Este.

Igualmente equivocados están quienes hacen hincapié en la importancia de un Estado global a cargo de la política fiscal, o de una unión bancaria para disminuir los riesgos de colapso bancario en la eurozona. Alemania no aceptará una unión fiscal o una unión bancaria que utilice el dinero de sus contribuyentes para subsidiar a otros países de la eurozona. Estos debates no han hecho más que distraer la atención de la determinación de Alemania de imponer una disciplina fiscal rígida a los “morosos” y monitorear sólo a los bancos más grandes de la eurozona, dejando a los bancos más pequeños fuera de la red.

La prueba más elocuente del surgimiento de una eurozona alemana ha sido la renuencia a enfrentar la causa más profunda de la crisis: la divergencia de la competitividad entre Alemania y el resto de los países. Las ganancias alemanas en la competitividad no han sido producto de una mayor eficiencia, sino que son consecuencia del hecho de que Alemania ha forzado sistemáticamente la meta de inflación con la contención salarial impuesta a los trabajadores, mientras los otros países la han superado. Con los años, esto ha generado una gran brecha entre Alemania y el resto, especialmente con los países de la periferia, cuya competitividad se ha derrumbado.

Alemania se ha mantenido con un superávit constante en su cuenta corriente, mientras los países de la periferia han acumulado déficit y deudas. La austeridad está forzando a una corrección brutal de estos desequilibrios, por el aplastamiento de los salarios. Sin embargo, el remedio no ha resultado tan eficaz dado que los salarios alemanes no han aumentado fuertemente.

Una solución sería que Alemania reequilibre su economía mediante el fortalecimiento de la demanda interna. Pero, por el contrario, la dependencia de las exportaciones de Alemania ha crecido. La zona euro se ha convertido en un vehículo para el mercantilismo alemán y sus grandes empresas, arruinando primero al pueblo alemán para luego arruinar y convertir en mendigos al resto de Europa.

Esta situación es claramente insostenible dado que provoca desempleo, destruye la capacidad productiva y propaga la desesperanza por toda Europa. En Grecia, las condiciones fueron más allá del absurdo hace mucho tiempo, y así continúan. En la medida que la eurozona se hunda más en una recesión en 2013, las tensiones sociales y económicas se incrementarán en todo el continente. La fase más difícil de la crisis todavía está por delante de nosotros.
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Ver también: Crisis financiera permite a Ángela Merkel gestar el Cuarto Reich para dominar a toda Europa, En Alemania aumenta el trabajo precario y persisten los bajos salarios, ¿Son los planes de austeridad la solución a los problemas?, Alemania ante la amenaza existencial financiera y el imperativo de la cooperación social

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