Una mirada no convencional al modelo económico de la globalización, la geopolítica, y las fallas del mercado
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martes, 31 de enero de 2012
Asia en el Año del Dragón
Haruhiko Kuroda, Project Syndicate
Este es el año del «Dragón Negro de Agua», un ciclo astrológico que indica cambio, pero con cierta calma, sensatez y prudencia. La gente y los gobiernos de Asia ciertamente esperan que así sea, pero las incertidumbres –desde dentro y fuera de la región– crecen rápidamente.
Los países asiáticos en desarrollo se han desempeñado relativamente bien durante los últimos dos años. Guiaron al mundo fuera de la «gran recesión» de 2008-2009, registrando un crecimiento económico promedio del 9% en 2010 y consolidaron esa recuperación sentando las bases para un ritmo moderado –y, esperemos, sostenible– de expansión económica. En 2011, a pesar de los apuros europeos por la deuda y la anémica recuperación en los Estados Unidos, las economías asiáticas en desarrollo crecieron a una tasa promedio más limitada, pero aún sólida del 7,5%.
El mayor riesgo económico para la región es que Europa caiga en una trampa económica y se desplome en una profunda recesión, o que la recuperación de EE. UU. se detenga durante este año eleccionario. La volatilidad define el comportamiento de los mercados, y los asiáticos no constituyen la excepción. La opinión de los inversores parece responder a eventos diarios en vez de a tendencias de largo plazo.
Si la crisis de la eurozona lleva a una cesación de pagos de deuda soberana, el resto del mundo puede llegar a contagiarse. En el corto plazo, Asia y otras economías emergentes pueden verse golpeadas duramente a medida que las finanzas se agotan, estrangulando los flujos de comercio e inversión que transitaban a través de los bancos europeos –y golpeando los bancos estadounidenses que necesitan apuntalar su capital para cubrir su exposición europea. Cualquier nueva crisis dañaría así el comercio mundial y el crecimiento económico asiático.
Sin embargo, en su mayor parte, los países asiáticos en desarrollo presentan poca vulnerabilidad financiera externa. Muchos países continúan manteniendo superávits en sus cuentas corrientes, y tienen una deuda externa reducida y considerables reservas de divisas. La mayor parte de los sistemas bancarios de la región son sólidos, con una amplia base de capital y reducidos –al menos por ahora– indicadores de morosidad en los créditos.
Esto brinda a Asia un mayor margen de maniobra en caso de una crisis. Los encargados de las políticas probablemente respondan rápida y decididamente con las herramientas macroeconómicas disponibles y colaboren en forma regional. Pero no debemos olvidar que –como se hizo patente en 2008– Asia no se ha desvinculado de occidente.
Por ello los líderes europeos deben hablar y actuar responsablemente, y trabajar con mayor intensidad para solucionar la crisis. Claramente Europa tiene el potencial político y financiero para resolver sus propias dificultades, con ayuda de las instituciones financieras europeas y multilaterales.
Pero tal vez haya algo que Europa puede aprender de Asia. En la respuesta de Asia a la crisis financiera asiática de 1997-1998, los responsables de políticas adoptaron medidas diseñadas para reducir, consolidar y reestructurar los sistemas financieros afectados, en especial los bancarios. No fue fácil, pero el entorno externo del momento ayudó a la recuperación. Una década más tarde, Asia tenía suficientes ahorros y margen fiscal para estimular una recuperación rápida y sólida cuando la economía global trastabilló. Europa, también, debe abrazar un costoso y doloroso proceso de ajuste como una oportunidad para arreglar su sistema.
Asia también puede ayudar en el proceso de recuperación económica mundial. Ciertamente, las economías asiáticas con altos niveles de ahorro pueden participar en paquetes externos de rescate financiero. Pero lo mejor que puede hacer Asia es mantener su robusto crecimiento económico. Generando nuevas oportunidades de crecimiento, Asia puede jugar un papel cada vez más fundamental en la estimulación de la economía global.
Esto significa que los países asiáticos en desarrollo deben aumentar sus esfuerzos para reequilibrar el crecimiento, reduciendo su dependencia de las exportaciones y aumentando su gasto interno, algo que ayudaría a sostener la demanda de importaciones. El mayor desafío es sostener el crecimiento de la demanda interna, a pesar de los fuertes vínculos regionales con la economía mundial. Eso beneficiaría a las economías nacionales, reafirmaría el desarrollo regional, y apoyaría el crecimiento global.
Si Asia puede superar sus dificultades de corto plazo y los mercados financieros globales se estabilizan, la región se encuentra ante perspectivas prometedoras. El crecimiento anual del PBI este año probablemente mantenga el impulso del año pasado y continúe por encima del 7%. Un estudio reciente del Banco Asiático de Desarrollo estima que Asia podría ser responsable del 52% de la economía global en 2050. Pero eso no está predestinado.
En el mediano plazo, Asia enfrenta varios desafíos. Uno de los principales es la creciente desigualdad. Los años de rápido crecimiento económico han dado lugar a mayores disparidades. En la China urbana, por ejemplo, el coeficiente de Gini –un índice de 100 puntos que mide la desigualdad en el ingreso– ha pasado de 25,6 en 1990 a 34,8 en 2005. Esto difiere de la experiencia anterior de la región en las décadas de 1980 y 1990, cuando el fuerte crecimiento fue acompañado por disminuciones en la desigualdad.
Como resultado, las desigualdades locales ahora implican importantes riesgos para la estabilidad social y podrían atentar contra las perspectivas de crecimiento de largo plazo. Los gobiernos deberían entonces garantizar que el crecimiento sea inclusivo, con beneficios ampliamente compartidos que incluyan a las mujeres y los pobres, y que esos beneficios lleguen a áreas aisladas. Las poblaciones asiáticas están envejeciendo rápidamente y necesitan también protección social. Fortalecer el acceso a la atención médica y la educación podría ayudar en el proceso de reequilibrio y contribuir a la recuperación global.
El aumento de la desigualdad no es una cuestión que solo afecta al continente asiático. La desigualdad aumentó en Asia después de la crisis financiera de 1997-1998 y Europa no será inmune a ese patrón. Los europeos, también, deben tomar medidas para garantizar que la recuperación de la crisis actual se vea signada por un crecimiento inclusivo.
A medida que entramos en el año del dragón, la mejor contribución de Asia tal vez sea un enfoque calmo, sensato y prudente para mitigar cualquier crisis global potencial a través del mantenimiento de su continua transformación económica y de desarrollo.
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Haruhiko Kuroda es presidente del Banco Asiático de Desarrollo
La economía en líneas generales para los asiáticos ha ido bien, esto es que sus Divisas están en alza.
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