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domingo, 12 de junio de 2011

Las nuevas malas nuevas sobre la economía mundial

Marshall Auerback, Sin Permiso

"Todos los datos actuales apuntan a que el rendimiento presente de la economía norteamericana dista por mucho de ser suficiente para generar los empleos perdidos en la Gran Recesión de 2008. Con una contribución pública ahora negativa (lo que no hará sino intensificarse, a la vista de las negociaciones sobre la contención de la deuda) y con una creciente tasa de ahorro del sector privado, nuestro posible crecimiento económico cada vez será más dependiente del sector exterior. Y el hecho es que, poniendo China por obra políticas contractivas, en pleno curso las irracionales políticas de austeridad fiscal en Europa y siguiendo Japón arrellanado económicamente en tierra de nadie, no se ve cómo habrían los EEUU de convertirse precisamente ahora en una superpotencia exportadora."

Sí, es verdad: el terremoto y el tsunami en Japón, la crisis de deuda en Europa y los crecientes precios de los combustibles han contribuido a pintar la fea imagen de un desempleo que parece que va a peor, no a mejor. Pero eso no es excusa para cruzarse de brazos ante la cada vez más lamentable situación del empleo, que es lo que parecen estar haciendo quienes toman decisiones políticas (incluido el presidente de los EEUU) como diciendo: "poco más podemos hacer".

Absurdo. Y este tipo de derrotismo político debería preocupar al presidente Obama, sobre todo a medida que se acerca aceleradamente el momento de la aprobación de un presupuesto limitador de la deuda que, con toda probabilidad, agravará las tendencias negativas ahora omnipresentes en la economía global.

He aquí los hechos: Goldman Sachs tiene un índice de actividades en curso (CAI, por sus siglas en inglés) para los EEUU que ha pasado del 4,3% en abril a un 1,2% en mayo. La semana pasada, el banco Morgan rebajó su previsión de crecimiento del PIB norteamericano para el segundo trimestre a un 2,5%. Esta semana ISI rebajó su previsión para el segundo trimestre a un 2,0%. Tenemos un crecimiento cero en el ingreso real disponible en los últimos cuatro meses. Eso refleja, por mucho, el impacto del petróleo y una revisión a la baja del ingreso personal.

Y los datos de empleo de mayo han resultado harto decepcionantes. La economía estadounidense sólo añadió 54.000 empleos en mayo, a comparar con los cerca de 220.000 empleos añadidos por la economía en cada uno de los tres meses pasados. Y con una tasa de desempleo varada en una cúspide del 9,1%.

Los consejeros del presidente han dejado dicho que el informe sobre el desempleo dado a conocer el pasado viernes podría ser una aberración, y que no debería distraernos de los éxitos del presidente en punto a rescatarnos de la peor recesión habida desde la Gran Depresión. ¡Rescatarnos! Todos los datos actuales apuntan a que el rendimiento presente de la economía norteamericana dista por mucho de ser suficiente para generar los empleos perdidos en la Gran Recesión de 2008. Con una contribución pública ahora negativa (lo que no hará sino intensificarse, a la vista de las negociaciones sobre la contención de la deuda) y con una creciente tasa de ahorro del sector privado, nuestro posible crecimiento económico cada vez será más dependiente del sector exterior. Y el hecho es que, poniendo China por obra políticas contractivas, en pleno curso las irracionales políticas de austeridad fiscal en Europa y siguiendo Japón arrellanado económicamente en tierra de nadie, no se ve cómo habrían los EEUU de convertirse precisamente ahora en una superpotencia exportadora.

El presidente todavía no ha recibido un desafío creíble por parte algún candidato de los republicanos. Pero la respuesta política (aún la de ciertos sedicentes progresistas) sigue siendo problemática.

Y no es sólo en los EEUU. El declive parece estar aconteciendo muy seriamente en todo el mundo. Grecia, Irlanda, Portugal y España parecen en trance de convertir sus economías en una versión actualizada de una cárcel victoriana para deudores. Ojalá que la eurozona y el Reino Unido no lleguen al punto límite en el que la austeridad pasa de reducir los déficits a aumentarlos (a causa de la debilidad económica inducida), pero ahora parece más probable que terminen por llegar a ese punto. Y ojalá decida Japón emanarse en un plan de reconstrucción sin aumentar impuestos u otras formas de contracción fiscal, pero eso también parece improbable, dado el tenor general del modo de hacer política en Tokio. Ojalá también que la debilidad mostrada por China en el segundo semestre no se le vaya de las manos.

Y aquí, en los EEUU, ojalá que ni el Congreso ni el presidente Obama no se pongan de acuerdo en imponer una reducción a corto plazo del déficit. Cosa harto difícil, de todos modos, habida cuenta de que ambas partes están ya negociando sobre qué recortar, en vez de cuestionarse toda la perspectiva de la contracción fiscal en medio de un declive económico palmario.

Sería todo un cambio, un cambio refrescante, que el presidente compareciera para explicar que las únicas restricciones a las que verdaderamente nos enfrentamos coinciden con los límites de nuestra capacidad productiva y lo de los recursos disponibles –incluyendo a cualquiera dispuesto a trabajar—, en vez de seguir insistiendo en conceptos de todo punto errados, como el de la "sostenibilidad fiscal" o el de la "solvencia nacional". El presidente podría desplegar su notable pericia retórica para insistir en que nosotros, los norteamericanos, sabemos que podemos defendernos por nosotros mismos, que podemos conseguir unos impuestos lo suficientemente bajos en relación con el gasto como para permitir que el sector privado sea capaz de emplear a cualquiera que quiera y sea capaz de trabajar y que no tenga todavía un buen puesto de trabajo, que podemos conseguir que el Estado suministre, mantenga y finacie las infraestructuras públicas que estimemos oportunas, incluidos el sistema militar, el sistema jurídico, el sistema de la seguridad social, el transporte, la investigación y la educación, así como la financiación de contratistas del sector privado para obras públicas.

La Reserva Federal podría, a su vez, meter baza y declarar públicamente que la flexibilización cuantitativa y los tipos a cero reducen el ingreso por intereses de la economía, como tantas veces ha dejado dicho el presidente de la Reserva Federal, Bernanke, y que por lo mismo, según ha dicho también, se necesita una ulterior expansión fiscal para sostener la demanda agregada a fin de garantizar un mayor crecimiento del empleo.

Vanas esperanzas, tal como pintan las cosas. Lo que podría dejar al presidente en una posición política muy vulnerable de cara a las elecciones presidenciales de 2012, si –un gran SI— el partido republicano logra encontrar un candidato con un mínimo de credibilidad.

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