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martes, 25 de enero de 2011

Robert Reich: Lo que Obama debería decir

Robert Reich

Obama tendrá que dedicar su discurso de hoy sobre el Estado de la Unión a la economía, ¿pero a cuál? Los beneficios empresariales están en alza, pero los empleos y salarios siguen estancados. Las personas con activos financieros o cuyo talento es tenido en cuenta por las grandes corporaciones están disfrutando de una fuerte recuperación. Mientras tanto, la mayoría de los estadounidenses se esfuerza por ir tirando.

Para que el público entienda lo que hay que hacer, el presidente tendrá que ser claro. Las empresas se benefician de las ventas de sus operaciones extranjeras, sobre todo en China e India. De puertas adentro, suministran productos y servicios a los americanos ricos. Sin embargo, un factor importante de los beneficios se debe a la reducción de costes, en especial salariales. El resultado ha sido menos empleo y sueldos más bajos.

La Gran Recesión aceleró una tendencia que comenzó hace tres décadas: deslocalización al extranjero, automatización del trabajo, conversión de empleos a jornada completa en temporales y contratas, debilitamiento de los sindicatos y obtención de reducciones de salarios y prestaciones de los trabajadores actuales. Internet y la informática lo han hecho más fácil.

La economía de EEUU es hoy el doble de lo que era en 1980 mientras que el salario medio real apenas se ha movido. La mayor parte de los beneficios del crecimiento ha ido a parar a los niveles altos. A finales de los 70, el 1 por ciento de los estadounidenses más ricos cobraba el 9 por ciento de los ingresos totales. A principios de la Gran Recesión, esa cifra sobrepasaba el 23 por ciento. La riqueza está más concentrada.

Ése es el meollo del problema. La mayoría de estadounidenses ya no tiene el poder de compra suficiente como para que la economía vuelva a andar. Cuando estalló la burbuja de la deuda, se quedaron encallados.

El presidente debería dejar que claro que las empresas no tienen la culpa, pues su objetivo es obtener beneficios. Ni tampoco es culpa de los ricos, que sólo han jugado según las reglas. El problema es que hay que cambiarlas.

Un futuro sin trabajo o con contratos basura para la mayoría de los estadounidenses es insostenible? también para las propias empresas del país, cuya rentabilidad a largo plazo depende del resurgimiento de la demanda nacional. Estén atentos a la corrección que se aproxima.

La solución es ofrecer al americano medio un trato económico mejor. Para empezar, tendría que proponer la ampliación del crédito fiscal sobre los ingresos a la clase media. Y hacer el sistema tributario más progresivo.

El tipo impositivo sobre los primeros 50.000-90.000 dólares de ingresos debería quedarse en el 10 por ciento; el de los siguientes 90.000-150.000, en el 20 por ciento; y los siguientes 150.000-250.000, en el 30 por ciento. Los ingresos se compensan elevando los impuestos en los siguientes 250.000-500.000 al 40 por ciento, 500.000-5.000.000 al 50 por ciento y a partir de ahí, el 60 por ciento, gravando las ganancias de capital del mismo modo que cualquier ingreso.

Además, debería impulsar el fortalecimiento de los sindicatos, endureciendo las penalizaciones a las empresas que impidan ilegalmente su funcionamiento.

Tendrá que proponer la reducción del déficit presupuestario a largo plazo, pero asegurándose de distinguir entre la inversión pública que crea productividad futura (educación, infraestructuras e I+D básico) y los gastos que mejoran nuestras vidas o nos mantienen seguros a día de hoy. La primera no debería recortarse en absoluto. Al contrario, hace falta aumentarlos.

Por último, debería recomendar que el Congreso haga asequible la educación universitaria, permitiendo préstamos federales que puedan devolverse con el 10 por ciento de los ingresos durante los diez primeros años de trabajo a jornada completa.

Es fundamental que deje claro que no se trata de una redistribución, sino que estas medidas serán buenas para todos. A los estadounidenses ricos les irá mejor con una parte más pequeña de una economía en rápido crecimiento que con una mayor de otra profundamente estancada.

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Robert Reich. Secretario de Trabajo con Bill Clinton y canciller de Políticas Públicas en la Universidad de California, Berkeley.

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