Una mirada no convencional al modelo económico de la globalización, la geopolítica, y las fallas del mercado
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lunes, 4 de octubre de 2010
Los cómo y los por qué de la guerra mundial de divisas
Al igual que lo ocurrido en la década de los años 30, la mayoría de los países está devaluando sus monedas para obtener una ventaja por la vía de las exportaciones. A los casos de Japón, Brasil y Corea, se agregan Perú, Tailandia y Malasia, que han comenzado a abaratar sus monedas en prácticas que no son otra cosa que proteccionismo camuflado. Esto es lo que se ha dado en llamar la guerra mundial de divisas, que aunque el FMI lo niegue, está plenamente presente. ¿Cual es el origen de ésto?
Durante décadas, los países adoptaron las devaluaciones como una salida a las crisis internas. Al abaratar sus monedas, hacían a sus productos más competitivos ante el resto del mundo y con ello podían mantener en pié sus fábricas. Esta fue la receta que propagó el propio Fondo Monetario Internacional a instancias de Washington, porque ante una moneda débil los dólares adquirían gran poder y podían comprar empresas e industrias a valores muy convenientes, a veces irrisorios. Es una receta que se aplicó en los setenta y ochenta en Asia y Latinoamérica, y que funcionó en casos aislados, pero siempre empobreció a los países que la adoptaban.
Ahora esa receta se aplica en gran escala y al unísono, lo que evidentemente no tendrá ningún efecto significativo. Solo el hecho de empobrecer más a occidente, porque esta guerra comercial es producto de la debilidad de la demanda. Y es el alto desempleo global el que ha debilitado el consumo y por eso los países venden menos y las fábricas cierran. Y aumenta más el desempleo. Este círculo vicioso no solo tiene en peligro la competitividad de los países, sino también su estabilidad social. No cabe duda que las movilizaciones irán en aumento. Más aún cuando la OIT ha señalado que los niveles de empleo previos a la crisis no se recuperarán hasta el año 2015.
Con este alto desempleo, los países desarrollados están sufriendo una demanda altamente deficiente. Ninguna de las seis mayores economías de altos ingresos: Estados Unidos, Japón, Alemania, Francia, Reino Unido e Italia, ha vuelto a recuperar el nivel de crecimiento que tenía hace tres años. La actividad de estos países está a niveles hasta un 10% por debajo de su tendencia pasada. Y el indicio de esta fuerte desaceleración lo da el exceso de oferta, que tiene a Estados Unidos con una inflación en torno al 1% y a Europa en deflación. Esto último, pese al incremento en las últimas semanas del precio del petróleo y los alimentos básicos.
La pérdida de millones de empleos desde el año 2008 está fuertemente relacionada con el colapso de la industria de la construcción, que se ha paralizado en las principales economías. Más de dos millones de viviendas en Estados Unidos no encuentran comprador, y en España el stock de viviendas sin vender supera el millón, pese al desplome en el precio. El negocio de las empresas inmobiliarias se acabó y tomará muchos años volver a recomponerlo.
Parte central del problema está relacionado con el origen de la crisis financiera en la cual se transfirió el poder a una moneda fiduciaria sin ningún respaldo real. La honestidad del sistema se diluyó y cundió la usura y el fraude. El capitalismo real requiere de un dinero sólido en el cual se pueda confiar. Pero éste desapareció hace casi cuarenta años, y desde entonces, todas las monedas se han manipulado sin que hubiera ningún tipo de vestigio de riqueza real.
Desde las guerras napoleónicas, hasta la guerras mundiales del siglo 20, el sistema financiero estaba respaldado por el oro. Aquí no se podía devaluar ni manipular al antojo las monedas. Nadie podía hacerse más competitivo por que sí, ni tampoco enriquecerse más allá de los límites. Todo era lo que era. Con el sistema iniciado por Richard Nixon en 1971, la oferta de dinero pudo aumentar mucho más rápido que los bienes y servicios reales, alentando a la corrupción y a los especuladores. Así, si en los años 60 los trabajadores (el 90% de la población), obtenían el 60% de las ganancias del período, hacia el término de los años de la burbuja (2007) obtenían solo el 11%. Esto es lo que ha dado lugar a la mayor brecha de ingresos de la historia.
Gran parte de esto se lo debemos a las políticas monetarias de los bancos centrales, que al tomar como única variable de cuidado la inflación de los productos básicos, descuidaron la inflación de los bienes de capital. Mientras, en promedio, la inflación aumentó cinco veces en 40 años, los índices de la bolsa de valores aumentaron 20 veces (de 750 a 15.000) haciendo creer que la economía estaba en un óptimo funcionamiento.
A 80 años de la mayor de las crisis financiera de que se tenga registros, hemos vuelto a repetir una historia que se daba por superada. Y es que el hombre es el único animal que tropieza con la misma piedra. Esta vez no solo para revivir la crisis, sino también para profundizarla.
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Este artículo fue publicado en El Blog Salmón, sugiero leer ahí los interesantes comentarios.
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